José Luis Farías 14 de enero de 2017
@FariasJoseLuis
Corto y
Picante:
Vea
las imágenes de la famosa avenida 72 de Maracaibo de este jueves 12 de enero
por la tarde y ponga usted el número, querido lector. ¿Cuánto? ¿100 mil? ¿120
mil? ¿140 mil? ¿Más? ¿Menos? Sí, atrévase y acepte el reto de colocar usted el
número, estimado lector.
Cualquiera
sea su cifra, lo verdaderamente relevante es que en este país y en este momento
de enfriamiento, incertidumbre, desmoralización y desesperanza nadie,
ab-so-lu-ta-men-te na-die, está en condiciones de hacer un acto político de
semejante envergadura y dimensiones como el montado por Manuel Rosales y su
partido Un Nuevo Tiempo.
Cualquiera
sea su estimación, la verdad es que la larguísima avenida se reventó de gente
hasta extenderse por las transversales. La verdad es que quedó chiquita. La
verdad es que el río humano agolpado sobre ella fue a oír a su líder
indiscutible. La verdad es que ese pueblo salió contento y esperanzado. La
verdad es que el liderazgo de Manuel Rosales sigue vivito y coleando.
Por
supuesto, siempre hay quien puede decir no haber salido satisfecho por no oír
lo deseado, o sea una sarta de ofensas contra Nicolás Maduro, suerte de bálsamo
para calmar las ansias de acabar con la dictadura. Que no le gusta Rosales
porque “él es un traidor”, pese a estar siete años en el exilio y un año en
prisión. Que él “es un vendido liberado por apoyar al diálogo”, no importa que
siga inhabilitado, sin poder salir del país y bajo régimen de presentación.
Nada. Es un “colaboracionista”, “apaciguador” y punto, que “no se vendió sino
lo compraron”, no importa que otros liberados consiguieran su libertad sin
apoyar al diálogo. Esos son héroes. El malo es Rosales.
No hay
modo. Ya lo sabemos, si el Vaticano promueve el diálogo, “ese Papa es un
comunista”. Porque el error no es haber desmontado las movilizaciones, acudir
al mismo sin unas condiciones mínimas que no se garantizaron y los errores
cometidos en su implementación sino “dialogar con el enemigo”.
Por lo
demás, volviendo al acto, siempre hay quien puede llegar a proferir insultos
contra esa “gentuza”, esa “pobre gente”, “engañada”, por asistir tan
masivamente al acto. E incluso quien puede llegar a espetar que “Maracaibo no
es el Zulia” o que “el Zulia no es Venezuela”.
También
hay quien simplemente pone a volar el lado más perverso de su imaginación y
suelta todas sus nauseabundas creaciones por las redes para intentar
desacreditar el acto y a su protagonista principal. A esos les recomendamos que
vayan tomando algún calmante, ahora es cuando hay Rosales para rato y para más
allá del Zulia. Pues, como él dijo: “ya mandé a buscar mis botas para meterme
en los barrios y urbanizaciones para ir a luchar con la gente”.
Después
de ocho años de ausencia, Rosales regresa para retomar el camino de la lucha
“constitucional, democrática, electoral y pacífica” que él proclamara en el 2006
como el único camino para superar esta terrible pesadilla. Esa es la ruta para
reconquistar la democracia como condición básica para alcanzar el bienestar, la
paz y el progreso.
Se
trata de asediar democráticamente al régimen. Retándolo a contarse, enfrentado
sus abusos, denunciando su corrupción, torciendo sus mentiras con la verdad,
atreviéndose a salir del marasmo en el cual la incertidumbre nos ha hundido,
superando los errores cometidos, hablando con la verdad al pueblo, evitando las
falsas promesas. Arrinconándolo con iniciativas democráticas que están en la
Constitución y las leyes, son muchas, es cuestión de un plan para actuar.
La
idea es dar contenido social a la lucha por el voto, restableciendo la
esperanza de que por esa vía si es posible un mundo mejor. De todos estos temas
habló Rosales este jueves 12 de enero con su particular llaneza y su peculiar
estilo hasta conmover y arrancar lágrimas y risas a ese pueblo que lo esperaba.
Queda claro, parodiándolo un poco, que a Rosales ni lo mataron ni se murió,
sino todo lo contrario.
José
Luis Farías
@FariasJoseLuis
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