Veintiséis de febrero de 2017
“No
hay reto más épico, más histórico, más difícil pero más hermoso que lograr que
organizar a la gente para que haya una salida electoral en Venezuela”, aseguró
hoy Ángel Oropeza, coordinador del equipo de apoyo político de la Unidad
Democrática, al dar detalle de los desafíos que tiene por delante la alianza
opositora con la reestructuración anunciada el pasado viernes.
“Si la
gente no se expresa por la vía electoral no se va a poder expresar por
ninguna otra forma. Cualquier otra
salida que no sea la electoral va a ser la expresión de alguien, pero no de la
gente”, advirtió el psicólogo social y doctor en Ciencia Política al ser
entrevistado en el programa radial que conduce el periodista César Miguel
Rondón.
Oropeza
refirió que uno de los retos fundamentales que tiene la “nueva MUD” es “subirle
el volumen y sacarle punta a los consensos, que existen; y tratar de que lo que
nos separa, que también existe, no impida que lleguemos a un acuerdo lo más
pronto posible, sobre todo pensando en la gente, para lograr el cambio
político”.
Como
ejemplo de lo importante que es preservar en este momento la unidad de la
oposición venezolana, refirió que las últimas encuestas arrojan que si se
hicieran hoy las elecciones regionales, la Unidad ganaría al menos 20 de 23
gobernaciones, incluso con relativa facilidad.
“Si fuéramos a esas elecciones con solo dos candidatos, o sea que nos
dividiéramos por dos, bajaríamos a ocho gobernaciones. Esto para dar una idea,
solo electoralmente, de la importancia de la unidad”, precisó.
Aseguró
que todas las organizaciones políticas que forman parte de la Unidad coinciden
en que, una vez cerrada la vía electoral, lo que corresponde hacer es “abrir un
hueco electoral para que la gente se manifieste. El asunto es cómo lograrlo”.
“Las
diferencias, hasta donde sé, es cómo lograrlo. Todos queremos llegar a
Chacaito, pero unos piensan que es más rápido ir en Metro y otros creen que se
llega más rápido si vamos por la Cota Mil. Lo que tenemos que hacer es ver cómo
hacemos para que entre todos decidamos cuál ruta es la más rápida”,
ejemplificó.
Indicó
que en cuestión de un año, desde cuando la Unidad se alzó con la mayoría
absoluta de la Asamblea Nacional en los comicios del 6 de diciembre de 2015, el
país cambió en lo político y en lo social.
En lo
político se pasó del “autoritarismo competitivo” – que era el nombre consensual
que los expertos le daban al modelo originario del fallecido expresidente Hugo
Chávez – a un modelo de autoritarismo hegemónico “que en palabras cristianas es
simplemente una dictadura de nuevo cuño. La condición mínima indispensable para
llamar a un régimen democrático, que es que haya elecciones, también se la
rasparon”, señaló.
En lo
social, las cifras de la Encuesta de Condiciones de Vida del Venezolano
(Encovi) correspondiente a 2016, dadas a conocer el pasado viernes, señalan que
la pobreza alcanzó al 82 % de la población, lo que convierte a Venezuela en el
país más pobre de América Latina, incluso por encima de Haití.
“Las
cifras de conflictividad social demuestran que estamos en un país en
ebullición, echando chispas por todos lados, pero de manera desagregada,
desconectada. El país no está desanimado ni desesperanzado, pero sí altamente
confuso porque no ve en su visual perceptual cuál es la hoja de ruta a seguir,
cuál es la supuesta salida aunque esta palabra pueda resultar complicada,
frente a lo que está pasando”, señaló.
“Eso
puede llevar al peligro de lo que llamamos resignación o acostumbramiento. El
gran riesgo de este año es que tenemos hoy un país muy convulso pero muy
confuso y si no les pones pronto, y cuando digo pronto es ayer, una hoja de
ruta que diga por allá va la cosa, eso puede transformarse en dos situaciones
igualmente nocivas: una, que decante hacia la violencia o que decante hacia la
resignación, hacia el acostumbramiento, y que se diga bueno, ‘cójanse el país,
yo ya no puedo hacer nada’”, advirtió.
“Y ese
reto hay que atajarlo ayer. Ese es parte del reto de esta nueva Mesa”,
insistió.
“No se
trata de llamar a la gente a la calle porque la gente ya está en la calle. Lo
que hay que hacer es darle direccionalidad política a eso. Eso es lo primero
que hay que hacer y es uno de los retos de la Unidad: tratar de estimular que
haya una mínima conexión al menos comunicacional entre sectores sociales
organizados – maestros, médicos, sindicatos, organizaciones populares – para
potenciar su acción. Que empiece por lo más mínimo, que parece mentira pero no
existe, que es conozcan qué hace el otro, que conozcan la actividad del otro”,
apuntó.
Cambios en función de la gente
Explicó
que esta reestructuración de la Unidad tiene el propósito de adaptarse, como
representación política, a ese país que demanda cambio pero que se encuentra en
una situación política y social completamente distinta. “El gran partido
político de este país es el país de los que quieren cambio, de los que están
indignados. Ese país tiene una representación política organizada que actúa
para él y en nombre de él. Si ese país cambió, esa organización también tiene
que cambiar”, señaló.
“En
ningún momento se hizo para desconocer la inmensa labor, además trascendental,
de (Jesús) Chuo Torrealba al frente de la secretaria ejecutiva de la Mesa. Los
reconocimientos que le han hecho a Chuo en estos días son pocos frente a lo que
la Historia le tiene deparado cuando se conozca realmente la función que él
cumplió a lo interno de la Mesa”, aseguró.
“Ya no
es suficiente una alianza política electoral sino que hace falta una alianza
política de partidos y de país para lograr que haya expresión popular, de modo
que el cambio se canalice por las vías más democráticas, civiles y no violentas
posibles”, indicó.
Añadió
que en la anterior MUD la instancia suprema eran unos partidos políticos,
mientras que ahora la instancia suprema es el Congreso de la Sociedad
Democrática donde van a estar los partidos políticos y también los sindicatos,
organizaciones populares, la Iglesia, la Academia. “Esta pasa a ser la figura
máxima de la MUD”, precisó.
Indicó
que todo el mundo dice que hay que subirle el costo político al gobierno, pero
el problema es cómo se materializa eso en la práctica. “Yo le digo a la gente
que nos ayude a completar la frase. Que vayamos al CNE y digamos ‘señora
Tibisay Lucena: o usted nos da lo que en justicia nos corresponde o…’. Que
alguien termine la frase. ¿O qué? Hasta que no seas capaz de completar la
frase, lo que viene después del ‘o’, no estas llevando a la práctica la conseja
de presión popular o de subirle el costo político al gobierno”, explicó.
“Ciertamente,
hasta que el costo político no se le suba al gobierno no va a haber el
incentivo para que él cambie. Lo que queremos como ideal, porque es más fácil
decirlo que hacerlo, es que llegue tal grado de presión social organizada que
el gobierno, pensando en él, para no perderlo todo y no ser arrastrado por el
tsunami popular, acceda a elecciones para salvar algo. Eso es parte del reto”,
concluyó.
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