Por Txomin Las Heras Leizaola
El escritor, dramaturgo y
articulista venezolano Ibsen Martínez (Caracas, 1951), lleva más de cinco años
residenciado en Bogotá, ciudad a la que dice sentirse entrañablemente unido y a
la que considera un lugar ideal para desarrollar su trabajo literario. El autor
de la obra teatral Panamax, estrenada el año pasado en Caracas, así como de
otras piezas de gran éxito como Humboldt & Bopland, taxidermistas
(1981), Fiero amor (1985) y Petroleros suicidas (2011),
entre otras, es un testigo de excepción para observar y analizar el acontecer
colombiano y la siempre tormentosa relación con Venezuela.
El también autor de las
novelas Simpatía por King Kong (2013), El señor Marx no
está en casa (2009) y El mono aullador de los manglares (2000),
confiesa haberse sentido siempre muy cómodo haciendo vida bicapitalina, pero
resiente de su actual estatus que le impide regresar al país debido a las
medidas cautelares que pesan sobre él, a raíz de una demanda que le impuso el
general Hugo Carvajal por un artículo publicado en TalCual. “Un día
amanecí expatriado voluntario y al día siguiente era un exiliado político,
también por propia escogencia, pues no le voy a dar ese gusto a Carvajal”,
relata Martínez quien actualmente también se desempeña como articulista del
diario madrileño El País.
-¿Se parecen Colombia y
Venezuela o vivimos de espaldas?
-Siempre tuve la impresión, cuando vivía en Venezuela, de que nos parecíamos. Desde muy temprano en mi vida entablé una relación con Colombia. La primera vez que vine fue en 1991 y me quedé mucho tiempo. Luego he trabajado largos períodos aquí. Y, entre una cosa y otra, ya son décadas relacionándome con el mundo literario y de la diversión. Muy poco el político. Primordialmente, con su pueblo y con sus usos. Tengo debilidad por Colombia. Hoy podría decir que no nos parecemos tanto como el mito bolivariano quisiera o como el mismo Bolívar hubiese querido. Creo que son discernibles dos caracteres, eso que llaman, con o sin acierto, el espíritu nacional, que no es el mismo. Independientemente de que Colombia es, a su vez, una federación de pequeños países. No se puede decir que el colombiano es así. Existe el colombiano de Bogotá, el del Valle del Cauca, el de Antioquia, que tiene estos u otros valores.
-Si hay alguna Colombia que se
parece a Venezuela es la de la costa atlántica.
-Siempre se dice que la costa atlántica colombiana nos recuerda mucho el carácter abierto, cordial y ruidoso del venezolano promedio que vive mayoritariamente volcado hacia las costas. Atribuir las diferencias a las disparidades entre el Virreinato de la Nueva Granada y la Capitanía General de Venezuela es un lugar común que cierta élite ilustrada repite. Creo que hay que verlo desde el punto de vista de una historiadora económica que a mí me gusta mucho. El modo como un país se gana la vida define en gran medida sus diferencias culturales. Así como el gran problema de Venezuela, no resuelto en el Siglo XX y lo que va del XXI, es la injusta redistribución de la riqueza del subsuelo y los problemas que de ahí se derivan casi como su condición de petroestado y la condición clientelar del Estado populista, en el caso de Colombia es todo lo contrario. Su problemática deriva de la posesión de la superficie de la tierra. Los problemas agrarios, aunque nadie lo creería, en Colombia aún pesan mucho. Algo que los venezolanos, yo no digo que hayamos resuelto, pero que dejó de ser un problema colectivo desde el momento en que la solución para muchos de nuestros compatriotas era ir a donde estuviese el chorro petrolero, la ciudad de Caracas o la cabecera del estado donde viviese. En Colombia, todos los problemas recientes y que la consumen todavía desde 1948, tienen que ver con quién se queda con la tierra.
-Y eso explica en gran medida
todo el tema de la guerrilla.
-Uno de los puntos más debatidos por la Comisión de Paz entre el gobierno y las FARC, sin que esto signifique que los demás no fueran importantes, fue el de la adjudicación de tierras. El problema del paramilitarismo, así como el de la ocupación territorial de las FARC, es que desplazaron a millones de colombianos, en una cantidad que se equipara a la de los refugiados de Sudán. Y el fundamento económico es la posesión de la tierra para hacer ganadería intensiva, sembrar flores, tener el control del subsuelo, en fin.
-Pareciera que ambos países no
van acompasados en sus ciclos históricos. Cuando uno de ellos afronta momentos
de bonanza económica el otro los vive de penuria, cuando uno de ellos pacifica
a sus guerrilla el otro comienza a vivir una escalada de su violencia política
y así con infinidad de temas.
-Lo has dicho muy bien y creo que es lo que signa la necesidad de entendernos. Por eso echo mucho de menos y lamento, el desconocimiento mutuo. Hablabas de países que están de espaldas y sí lo están. Están de espaldas las élites y los sectores medios. Tal vez el único ámbito en el que ha habido mutua polinización cruzada ha sido en los sectores populares, donde los colombianos han encontrado un llegadero y viceversa. Familias constituidas en Venezuela en los sectores más populares y desposeídos encuentran muy natural cruzar la frontera. Pero las élites económicas y políticas tienen un muy superficial conocimiento de ambos lados. Voy a poner un ejemplo venezolano. Muchísimos políticos de mi generación, incluso de la anterior y de los más jóvenes, se contentan con los lugares comunes respecto a Colombia: que hay una oligarquía, que este es un país de instituciones, que la guerrilla es una perversión de una lucha agraria que se convirtió en narcotraficante. Esas tres verdades entre comillas son muy engañadoras a la hora de entender el fenómeno colombiano. De la misma manera, yo me he encontrado con gente de las élites colombianas que no tiene la mínima idea de quién es el dueño del petróleo en Venezuela. Sólo muy recientemente, con la explotación intensiva de petróleo en Colombia, se dieron cuenta de que tenemos dos regímenes distintos. Que aquí hay el de concesiones y que en mi país han ocurrido dos nacionalizaciones. El hecho es que los dos países son herederos de las leyes regalistas de Felipe II, por lo que el subsuelo es propiedad del Estado. Sin embargo, los colombianos han encontrado otra institucionalidad para explotar las riquezas mineras, en especial la petrolera. Pero estos son hechos poco conocidos, no manejados por nuestros prohombres, por la gente que diseña las políticas y creo que eso no ha contribuido a que haya una buena integración.
HACERLE LA CRUZ A
VENEZUELA
- Desde hace 10 años comenzó
una importante emigración venezolana a Colombia. Primero llegó gente con
recursos, profesionales y pequeños inversionistas, pero uno ya puede ver a
venezolanos vendiendo baratijas en plazas y autobuses de Bogotá. Quisiera sus
comentarios sobre este fenómeno de la emigración y cómo ha evolucionado.
- Antes, entre los venezolanos, se hablaba con asombro de la disposición que tenían los más jóvenes que habían tenido la suerte de estudiar afuera de no regresar y, después, poco a poco, ese asombro se fue desplazando hacia la vocación para emigrar, también de los sectores más jóvenes, y, sin querer contrariar los sentimientos que están detrás de ello, del dolor de mucha gente que valora su nacionalidad y su gentilicio al ver a los chicos apostillando sus papeles, hay que entender a los que han terminado una carrera y se van, que en gran medida provienen de la clase media empobrecida o tienen algún referente de posibilidades en el exterior. Creo que poco ganamos con lamentarnos, es un hecho económico, ahí entran en juego los incentivos. Considero que es inevitable que eso ocurriera. La gente se mueve a donde su esfuerzo gana mayor productividad y para que eso ocurra tiene que haber instituciones y condiciones de mercado que lo hagan posible. Lo que realmente resulta llamativo es la emigración de los pobres, de los muy pobres. Y eso sí me ha afectado muchísimo, tanto como que si viviese en Caracas me afectaría ver a alguien comer de una bolsa de basura. Hace unos doce o quince años ese venezolano que venía a Colombia era usualmente un binacional que regresaba a su país de origen. Ahora no es así, ahora es realmente alguien que considera que en cualquier otra parte, no importa cuán adversas vayan a ser las circunstancias, se va a encontrar mejor. Eso nos está hablando de una dictadura, nos está hablando del modo como una dictadura abierta aleja a sus nacionales del país, ya no selectivamente cuando se van los mejor datados, sino que se van los que se sientes humillados, los que sienten que podrían llevar una vida digna en otro lugar. Eso es nuevo. Es difícil de procesarlo. Y no creo que sea tema solamente para los especialistas en ciencias sociales, sino que es un tema para todos. Ya no es una cosa de la clase media que te dice que mi hijo mayor está en Milán y a la más chiquita la aceptaron en una universidad en Santiago de Chile. Me llama mucho la atención que ese venezolano le haga, como se decía en otros tiempos, la cruz a Venezuela. Le ha dado la espalda a su país y no creo que quede esperar otra cosa.
EL CHAVISMO AYUDADO POR LA
INSUFICIENCIA DE LAS ÉLITES
- Usted ha vivido la
experiencia chavista, primero desde la propia Venezuela y, estos últimos años,
desde Colombia. ¿Cómo caracterizaría la evolución que ha tenido el régimen? ¿
La perspectiva de observador externo le ha agregado nuevos matices a sus
apreciaciones?
-Sin duda, apartarse y, esto es un lugar común decirlo pero es verdad, te permite ver cosas que antes no podías discernir. Al respecto, podemos recordar que los venezolanos invertimos muchos años en tratar de caracterizar al chavismo, sin darnos cuenta que era muy difícil caracterizarlo en 1999, en 2001 o en 2004, por el cariz absolutamente original, excepcional, novedoso y postmoderno que tiene el proceso chavista. Me río de las personas que dicen yo siempre lo supe, desde que lo vi en televisión supe que esto iba mal. Yo me encuentro entre los que pensaban que se trataba de un típico episodio latinoamericano en el cual un cabezacaiiente sin muchas luces era educado, molido por la dura realidad y por eso no era yo particularmente aprensivo al comienzo. Pero en el curso del tiempo, creo haber advertido una cosa: el chavismo se ha visto ayudado por la insuficiencia de las élites venezolanas a la hora de pensar el mundo y el lugar de Venezuela allí. Eso sé que no le va a gustar a mucha gente y es de las pocas convicciones que hoy tengo. Hoy vemos cómo un factor importante de la oposición se ufana de haberse tomado una foto con Donald Trump y haber obtenido, nada menos que de él, una declaración dura contra el vicepresidente de Venezuela. Eso me llevó a mí a recordar la época hasta el 2002.
-¿La época de los atajos?
-La época de los atajos. Las reuniones con el senador Lugard y el trámite que entabló cierta oposición con Washington. Y eso me parece a mí una expresión de primitivismo y de inmadurez. De no poder entender el lugar actual de Venezuela en el mundo. Una visión tan miope como la de los chavistas. Si tú me preguntas cuál es el lugar de Venezuela en el mundo, mi respuesta sería que Venezuela es irrelevante, tremendamente irrelevante. Los 900 mil, y estoy exagerando la cifra, barriles diarios de petróleo que le estamos enviando a Estados Unidos, representan un porcentaje digno de considerar pero no significativo en la economía energética norteamericana. En menos de diez años se puso de manifiesto que los delirios de Chávez no iban a ninguna parte, así como la insignificancia, esta irrelevancia que es un atributo del país, es un pequeño país a pesar de que el venezolano estuvo acostumbrado a pensar desde mucho antes de Chávez que éramos un país muy pujante, lleno de potencialidades y creíamos en nuestra excepcionalidad, algo en lo que creen todos los latinoamericanos de su propio país. Se trata de falsa conciencia, de no haber entendido cuán irrelevantes somos, que es lo que padece ahora la oposición, no sólo en términos políticos dentro del país, sino también cuando viaja, cuando sale al exterior, cuando se inquieta porque a nadie parece preocuparle Venezuela. Termino con algo que subraya esta angustia y es cuando el venezolano pone un tweet con un video donde aparece un guardia nacional cometiendo una tropelía y lo acompaña con el texto “que el mundo lo sepa, que le dé la vuelta al mundo”. Eso me parece tan primitivo, me recuerda a Susana Duijm en 1955. Es la noción de que lo que ocurre en Venezuela es crucial para los destinos de Occidente. Yo pienso que nos iría mejor lidiando con nuestra propia discordia si nos viésemos con mejor sentido de las proporciones.
DESESPERANZA EN LA
OPOSICIÓN
-A lo largo de todos los años
de hegemonía chavista, la oposición, o las diferentes oposiciones, ha
enfrentado grandes problemas para conformar una alternativa efectiva. Ha
probado diversas vías en diferentes momentos. Ha cometido graves errores y ha
tenido también sonados éxitos como las últimas elecciones legislativas. ¿Cómo
ve la situación de los diferentes factores de la oposición que lucen hoy empantanados
y desconcertados?
- El hecho escueto en este momento es que ahora sí se puede hablar de las oposiciones. Por una razón muy sencilla que a mí me costaba mucho aceptar y me la terminó de hacer ver Carlos Blanco. Y es que, por un lado, hasta 2008 o 2009 e incluso en la elección presidencial del 2010, que fue a mi juicio la más exitosa porque fue una victoria obtenida por una oposición política que se movía y se mueve todavía en las peores condiciones, esos logros fueron fruto de la sensatez. Hasta 2010 sí valió la pena la perspectiva Petkoff, la perspectiva de acumular fuerzas, de moverse ciñéndose a esa ambigüedad que son los usos constitucionales, es decir, ser uno el constitucionalista, moverse hacia una solución electoral. Después viene la enfermedad de Chávez y la crisis de los precios del petróleo. Creo que ese punto de giro introduce ahora, a mi modo de ver, otros elementos que ya no son los de moverse ajustados a una visión constitucionalista. Y es el hecho de que el gobierno ha roto con todo formalismo constitucional. Vimos cómo entre 2013 y 2014 hubo dos estrategias que parecían estar contrapuestas, la de la insurrección civil que invocan López y María Corina, y la de avanzar en el camino electoral hasta el punto de que el fraude fuese imposible. Sin embargo, luego del éxito electoral de enero de 2016, todo parecía indicar que ambas estrategias podían confluir, la agitación en la calle, la confrontación con los poderes fácticos sumada a una estrategia electoral. Ya hay un consenso de que eso fracasó y yo no me voy a sumar a los que piensan que el diálogo era malo per se. Pero para mí ya es obvio que esos tejemanejes que signaron el último tercio del año pasado, ponen de manifiesto que es muy difícil que la MUD logre constituirse como un vocero y coordinador electoral. Ha prendido en la conciencia colectiva la noción de que muchos políticos han sido comprados o cooptados por el régimen. Siento que estamos viviendo un trecho de una gran desesperanza en la masa opositora y un gran desconcierto en el ánimo de los que hacen la política, que se expresa incluso en su mal humor, en el modo como no logran encajar con elegancia las críticas que se les hacen. Entonces, las perspectivas no son las más halagadoras. Estamos ante una clase política que no acepta los reclamos que hacen sus seguidores y un gobierno que ha optado por afianzarse a como dé lugar.
-Sin embargo, esa olla de
presión que tú estás pintando por algún lugar tendrá que encontrar una vía de
escape.
-Sin duda, pero pongo el ejemplo de Nicolás Maduro. Por su pervivencia en el poder nadie daba un centavo en abril de 2013. Como no vivo en Venezuela, tal vez no me luzca esto que voy a decir pero tengo que decirlo. Creo que demasiadas cautelas y demasiados miramientos para con los usos democráticos condujeron a entronizar a Maduro. Me refiero al hecho de que Capriles no haya convocado a una insurrección civil en abril de 2013. En aquel momento yo estuve de acuerdo con él. Pero fíjate cuán fluido es todo que ahora me doy cuenta de que en aquel momento Maduro estaba débil, era inexperto, era desconocido incluso para los factores que lo apoyan y sí, habría habido probablemente pérdidas de vidas humanas. Esto puede sonar muy cínico de mi parte pero no hay insurrección cívica que no entrañe pérdida de vidas. Ya es muy tarde para aspirar a que este gobierno, el que tenemos en este momento, se retracte de los grandes logros que ha tenido en cuestión de meses. Uno de los grandes logros es que ya no tiene problema electoral. Ya está probado que este gobierno puede prescindir de las elecciones. Y no estoy hablando solamente del referéndum de 2016. Ha logrado instaurar un mecanismo que le permite prohibir elecciones. Y ya tiene un argumento, por cierto muy parecido al de Fidel Castro en 1959, de que no es prioritario que haya elecciones sino que lo prioritario es resolver el problema económico. Y para ello nos propone que nos sometamos a sus designios. Se han cometido errores y creo que el diálogo no es el peor de ellos. El más grave es no haber comenzado a hacer presión de calle desde el comienzo del gobierno de Maduro.
LA PAZ COLOMBIA
-Aunque a trompicones, los
acuerdos de paz con las Farc siguen avanzando. Después de superar un obstáculo
del tamaño de un resultado negativo en el referéndum de octubre de 2016, los
guerrilleros ya se están concentrando en las zonas donde van a dejar las armas.
¿Cambiará Colombia cuando se consolide este proceso?
- Pienso que el proceso de paz se va a consolidar y dentro de esa manera de ver las cosas me resulta importante decir que el triunfo del No en el referéndum de octubre pasado no debe interpretarse como un voto in pectore a favor de Uribe o de su Centro Democrático. Yo creo que legítimamente tenían muchas razones quienes votaron por el No para hacer las exigencias y reparos que ese voto entrañaba. Y es pertinente recodar que el No ganó por un margen muy pequeño y en un universo electoral deliberadamente estrecho. Pero quiero llamar la atención sobre algo que a lo que yo llamo el veneco uribista se le escapa. Y es la pronta reacción del presidente Santos y sus seguidores por la vía institucional. Muy rápidamente, el nuevo acuerdo fue llevado al Congreso, me permito recordar que el referéndum fue una invención del santismo para darle mayor legitimidad a los acuerdos, lo que generó una inmediata respuesta política. Algo que los venezolanos le reclaman a la clase política representada en la MUD, la lentitud y calidad reactiva de sus propuestas. En menos de un mes Santos recuperó la iniciativa y las FARC también. El episodio del referéndum sirvió, entre otras cosas, para demostrar por la vía de los hechos que las FARC si tenían disposición y la tienen de apartarse de la vía armada e intentar la vía política. El hemisferio cínico de mi cerebro me dice que buena parte del secretariado y de la cúpula política de esa guerrilla no está tan interesada en hacer política electoral, parlamentaria, como en vincularse a la vida económica de la Colombia que viene. Con esto no los estoy acusando, sino al contrario, rindiéndoles un especial tributo intelectual. Estamos hablando de una organización que por medios lícitos e ilícitos, quizás más por los segundos, ha amasado un capital de inversión que sobrepasa los 10 mil millones de dólares y hay quienes dicen que sobrepasa con creces eso. Estoy entre los que piensan que asistiremos muy pronto a una revolución en Colombia cuando veamos algo que nunca antes se había visto, un oligarca sentado al lado de un ex comandante guerrillero en la directiva de una central hidroeléctrica en el Putumayo. Y, curiosamente, a ese ex guerrillero no lo veremos lanzarse como candidato a senador. Las FARC, después de los acuerdos, tienen un papel muy importante que jugar en ese mundo feudal que hoy coexiste con una Colombia moderna y sofisticada. Ojalá sean un factor de modernización. Lo que sí es muy inquietante es qué van a hacer las FARC frente a sus disidencias narcotraficantes que no están dispuestas, por motivo alguno, a apartarse de ese negocio. No creo que vaya a bastar con llamarlas bandas criminales. Ahí hay un potencial de violencia muy grande. Y por último, vuelvo a donde comenzaba, el problema de la tenencia de la tierra. Desde que se aprobó el acuerdo de paz, ha habido más de 20 líderes sociales íntimamente vinculados con este tema que han sido asesinados. Recordemos que la Unión Patriótica fue diezmada por el paramilitarismo dejando más de 3 mil muertos en los años 80.
-Poco se ha hablado de las
consecuencias que pueden esperarse para Venezuela el fin del conflicto armado
en Colombia, tomando en cuenta que también con el ELN se han iniciado
conversaciones.
-La consecución de la paz en Colombia va a traer efectos muy fuertes para los venezolanos, en particular para el régimen chavista, pues la diplomacia de Bogotá va a cambiar. Independientemente de quién gane las próximas elecciones para suceder a Santos, la política exterior colombiana va a girar en el sentido de un endurecimiento y en exigencias que Caracas, el chavismo, nunca había percibido. No olvidemos que a finales de los 90, cuando Chávez llega a la presidencia, las FARC eran un factor de poder con 18 mil hombres armados y todavía no estaba articulado con toda su fuerza el Plan Colombia y el apoyo estadounidense. Según el observador que escojamos, el ejército colombiano está considerado como la decimotercera o la decimonovena potencia militar del mundo. Se trata de uno de los ejércitos más grandes y de una experiencia combativa extraordinaria. El ejército venezolano no es un factor de disuasión lo suficientemente grande frente al del vecino. Y una cancillería colombiana desembarazada de sus compromisos con un proceso de paz que la ha obligado a ser contemporizadora con Caracas, en la medida en que Venezuela era un país garante del proceso de paz, puede sorprender a los muy inexpertos y envalentonados dirigentes del gobierno venezolano. No tengo dudas de que una vez cerrado el ciclo del conflicto armado y aun suponiendo que lo que representa Uribe se hace con la presidencia de Colombia, lo que le espera a Venezuela es muy duro. Si Uribe volviese a la presidencia, aunque esto es jurídicamente imposible, pero me refiero aquí a lo que entraña Vargas Lleras por ejemplo, no echaría atrás, como se piensa, lo esencial de los acuerdos de paz. Esto es histórico y pone a Colombia en condiciones de ser el país, tal vez, con mayores posibilidades de futuro económico en América del Sur.
Las instituciones de Estados
Unidos no son de korn flakes
-El tema Trump está gravitando no sólo en los despachos de las cancillerías de los cinco continentes, sino también en las conversaciones cotidianas de la gente de a pié. ¿Qué impacto cree que tendrá sobre nuestras vidas la irrupción tumultuosa de este nuevo líder en la Casa Blanca?
-No tengo manera de ver lo que pueda ocurrir dentro de un año, no lo previeron los especialistas estadounidenses y menos lo voy a poder hacer yo. Pero hay dos cosas que sí son ostensibles. Una, es el hecho que las instituciones estadounidenses no son de korn flakes. Estas instituciones han sido puestas a prueba en el pasado muy reciente por voluntades autoritarias, muy tozudas, y aunque uno no pueda establecer paralelos muy nítidos entre Richard Nixon y su partido Republicano, o Reagan y su Partido Republicano, con lo que está ocurriendo con Trump, lo cierto es que hay una tendencia inercial de las instituciones de ese país hacia el control del Ejecutivo. Ese es uno de los atributos que se le celebran siempre a los padres fundadores de Estados Unidos. El asunto está en que Trump no es solamente autoritarismo. Él expresa un deseo de vastos sectores de la población norteamericana de que las cosas no vayan por donde habían discurrido hasta ahora. Es significativo el hecho de que mucha gente se ha quedado con las ganas de ver cómo la realidad del poder modifica los modos de hacer de Trump. Él ha llegado a la Casa Blanca y nada ha modificado su empeño confrontacional. Yo no me engañaría con una foto con Marco Rubio y Trump en la Sala Oval. Muchos venezolanos que son demócratas y admiran a Estados Unidos, cifran grandes expectativas en la nueva administración norteamericana y se les olvida cuán irrelevante es Venezuela y también que el único problema de fondo de Trump que atañe a América Latina es cumplir con su promesa de moderar el flujo migratorio. Y segundo, cabe esperar que uno de los grandes errores de la política doméstica y exterior de Estados Unidos, como es la lucha contra las drogas, se consolide.
-La opción represiva
-La opción represiva. Lejos de lo que parecía un avance respecto al modelo actual donde América Latina pone el producto y pone los muertos, y los Estados Unidos ponen los consumidores y los bancos para lavar el dinero. Creo que eso no va a cambiar en lo esencial. Y en el caso concreto de Venezuela hay una amenaza real, no es una especulación, y no se trata de los marines ni del Comando Sur, sino la particular visión de Trump y de quienes lo rodean sobre el mundo energético. Trump quiere aprobar, y seguramente se saldrá con la suya, un oleoducto que traerá desde Canadá el mismo tipo de crudo que Venezuela les envía. Y dejar de vender ese petróleo al único país que nos lo ha comprado puede traernos graves consecuencias.
-El populismo de Trump tiene
antecedentes, algunos tan cerca de nosotros como en la propia Venezuela, y
pareciera que pudiera tener algunos imitadores en el futuro. Las declaraciones sobre
los emigrantes venezolanos del vicepresidente de Colombia, Germán Vargas
Lleras, quien se perfila como uno de los principales precandidatos a la
presidencia, no son menos xenófobas que las del presidente estadounidense.
-Vargas Lleras es probablemente, en muchos años, el primer político colombiano con genuinas posibilidades de llegar a la Casa de Nariño que se permite expresiones tan procaces como la de utilizar el vocablo veneco y hacer la reclamación típica de que los venezolanos vienen a hacer uso de los servicios sociales, como si los servicios públicos hospitalarios colombianos fuesen los de Suiza, sin mencionar que los de Venezuela son desastrosos. Expresiones como esas van a ser inevitables porque por primera vez hay una emigración venezolana de extracción popular que además compite, como compite toda emigración aluvional, diciendo yo hago lo que sé por menos. En Venezuela vivimos la contrapartida, y no sé si lo que voy a decir vaya a llevarle la contraria a mucha gente. Recordemos la xenofobia que durante muchos tiempo, especialmente en los 70, sostuvieron el editor Miguel Ángel Capriles a través de su grupo editorial, José Vicente Rangel y el mundo militar venezolano con la discusión por el diferendo limítrofe del Golfo de Venezuela. De manera que la utilización política de la exacerbación de la xenofobia no es monopolio de Colombia. Lo que sí creo es que, en este momento, en los sectores populares colombianos, que no hacen consideraciones constitucionalistas, hay una gran simpatía por las posturas de Vargas Lleras. Lo que les llega a través de algunos medios son dos nociones muy simplistas: una, Venezuela está en aprietos, los venezolanos están huyendo hacia Colombia y nos van a quitar lo que tenemos. Ese tipo de prédica es muy difícil de contrarrestar con argumentos racionales. Vargas Lleras ha sido el vocero de esa postura. Y en el caso de él, que no es ningún exaltado sino una persona muy seria, cabe esperar que reincida. Una expresión de este antivenezolanismo puede verse en la reacción de la teleaudiencia ante la serie El Comandante. Lo curioso es que en un canal de señal abierta como RCN, la serie ha tenido un fracaso estruendoso. Eso expresa un aborrecimiento del tema y, curiosamente, en TNT, en el mismo mercado colombiano, la serie está de primera. El consumidor de cable sí la ve. El único alivio de todo esto es pensar que no ven en Chávez un modelo a seguir.
27-02-17
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