Por Ismael Pérez Vigil,
17/02/2017
He venido insistiendo en el papel
que le toca jugar a la sociedad civil y sus “oeneges” en el proceso de
construcción de paradigmas del nuevo país que todos los venezolanos como nación
deseamos, merecemos y defenderemos, rescatando el valor de ciudadanía.
Entre muchas actividades y
tareas, he señalado cuatro en las que nos debemos involucrar: (Ver “Resistencia
Ciudadana.” Noticiero Digital, 10 de febrero de 2017): Ayudar a desenmascarar y
denunciar la estrategia de intimidación del Gobierno en todos los ambientes en
los que actuamos; participar activamente en apoyar a las organizaciones
políticas en su proceso de validación ante el CNE; ayudar en el proceso de
reorganización de la MUD y en la contraloría social de los partidos, para que
surjan estructuras verdaderamente democráticas y se consolide la renovación de
la dirigencia política; y participar activamente en las acciones de
movilización de calle para el rescate y la defensa del voto, exigiendo la
fijación de las fechas para elegir gobernadores y alcaldes.
En ese sentido, es bueno
reflexionar sobre algunas experiencias previas del accionar de la sociedad
civil en el campo de la política, particularmente en materia electoral.
En julio de 1999 se realizaron
las elecciones para elegir los representantes populares de aquella infausta
Asamblea Constituyente, que inventó Hugo Chávez Frías para conformar el marco
jurídico de lo que sería su régimen de oprobio que ahora continua Nicolás
Maduro y que ya dura 18 años. Fue también la primera incursión electoral, al
menos desde que se instauró la democracia en 1958, de lo que desde esa época se
comenzó a conocer como sociedad civil.
No se logró ningún cargo y los
resultados fueron modestos, pero las cifras de participación y resultados
obtenidos, para una primera vez resultaron importantes, sobre todo si pensamos
que fueron el producto de un inmenso esfuerzo individual, y de pequeños grupos
de personas que creyeron en esa incipiente sociedad civil que se involucraba en
política, en sus ideas democráticas y en su forma de encarar la actividad
política. Además, había un merito adicional y es que es sabido que esa sociedad
civil que irrumpió en la actividad electoral de 1999 no contó con el apoyo de
nadie, ni de los partidos, ni de los empresarios, y mucho menos del Gobierno.
Pero no defraudó. La sociedad civil entró en la escena política para nunca más
salir de ella. Con los años han cambiado los nombres y los actores
concretos, pero no el estilo, las ideas, los principios y la forma de conducir
las luchas cívicas.
De este proceso, los que lo
vivimos, los que conocimos de cerca a algunos de sus actores, es una
experiencia que vale la pena dar a conocer y reflexionar sobre ella, pues
aprendimos muchas cosas sobre la política como es realmente y no como se
estudia en los libros o se contemplamos desde lejos, sino como actores, como
protagonistas comprometidos con el país y su destino. Esa experiencia
servirá de mucho para la tarea que viene ahora: construir una verdadera opción
política, democrática, transparente y plural, que tenga como centro el respeto
a la persona humana. Esa es la enseñanza práctica que se sacó de ese proceso y
a lo que muchos han dedicado buenos esfuerzos.
Probablemente se tuvo poca
capacidad de comprensión del momento político que vivíamos, pero ahora estamos
conscientes de que se estaba enterrando todo un ciclo de la vida política
venezolana; se encaraba una realidad que se imponía y una historia, un pasado,
del cual no denigramos, ni desconocemos, pero tampoco lo damos por
completamente bueno, asumiendo y diseñando país, mirando al futuro.
Quizás debamos sorprendernos de la ingenuidad y de la poca visión que en ese
momento se tuvo, pero no es para estar decepcionados ni frustrados; podemos
decir que se hicieron las cosas en las que se creía, y aunque también algunos
persiguieron objetivos individuales, no fueron oportunistas, dieron su mejor
esfuerzo y creo que demostraron a los que los acompañaron en esta aventura, a
sus hijos, amigos, al país en general, que si es posible hacer política de otra
manera; o mejor dicho, que esa es la manera de hacer política, a la que aspiramos.
Ahora nos toca continuar, con
menos inocencia e ingenuidad, con muchas lecciones aprendidas, con un largo
recorrido lleno de obstáculos pero con la misma tenacidad, el mismo estilo y
los mismos ideales y principios, para contribuir como protagonistas a construir
la impostergable y urgente opción política que el país necesita y demanda,
aquella que mantenga los 7 millones y pico de votos que se obtuvieron en
diciembre de 2015, que los incremente con los descontentos y hastiados que
provienen de las filas del chavismo-madurismo y que mueva de sus casas a votar
con entusiasmo, esperanza y confianza por un nuevo país, a los millones de
venezolanos que no lo hicieron en la última oportunidad. El país así lo exige y
demanda.
@Ismael_Perez
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