jueves, 23 de febrero de 2017

ECUADOR. EL VOTO Y LAS FUERZAS ARMADAS, por @trinomarquezc


Trino Márquez 22 de febrero de 2017
@trinomarquezc

A lo largo de diez años Rafael Correa trató de construir un régimen personalista y autoritario para controlar todos los poderes públicos y sectores de la vida nacional fundamentales, entre ellos los medios de comunicación. Los ataques y amenazas a la prensa han sido constantes durante su mandato. En 2010 abortó un supuesto golpe de Estado, encabezado por la Policía Nacional, cuyo verdadero fin parecía proveerse de una justificación que le permitiera alcanzar el liderazgo indiscutible dentro de las Fuerzas Armadas y el resto del país. Luego de muchas idas y venidas, y sobre todo luego de que su popularidad y aceptación mermaran, renunció a impulsar una reforma constitucional que le autorizara presentarse como candidato para las elecciones presidenciales del pasado 19 de febrero. A cambio optó por respaldar a Lenín Moreno, aspirante de Alianza PAIS, movimiento político creado por el propio Correa.

Para concurrir a estos comicios asegurando la continuidad de su poder, Correa intentó blindar los resultados colocando en el Consejo Nacional Electoral (CNE) a algunos de sus incondicionales. Durante la campaña electoral el candidato oficialista aparecía con una clara ventaja sobre el resto de los aspirantes. La oposición ecuatoriana no se aglutinó en torno de una formula unitaria, sino que corrió el enorme riesgo de ir a esa consulta dividida. El sistema electoral establece que para que el candidato ganador obtenga la Presidencia de la República en la primera vuelta, debe obtener al menos 40% del total de los votos emitidos y sacarle a su inmediato competidor no menos de diez puntos porcentuales. Durante las semanas finales de la contienda comenzó a perfilarse que Guillermo Lasso, principal representante opositor, obtendría una sólida votación y que sería muy difícil para Moreno ser proclamado Presidente en la primera ronda.

El 19 de febrero ocurrió lo que los sondeos de opinión habían pronosticado: Moreno, aunque resultó ganador con 38%, no obtuvo la victoria rotunda; Lasso se colocó segundo y a menos de diez puntos porcentuales. Comenzaron entonces las maniobras del CNE. Su presidente, Juan Pablo Pozo, declaró que había 5% de actas con inconsistencias numéricas y, por lo tanto, que el organismo no podía dar resultados definitivos hasta que se tuviese el total de las actas escrutadas. En el ambiente ventajista que había caracterizado la campaña, aquella declaración se entendió como una señal de que el Gobierno preparaba un fraude para favorecer a Lenín Moreno.

La oposición a Correa, que aunque dividida constituye la mayoría del país, decidió movilizarse hasta las sedes del órgano electoral en Quito, Guayaquil y otras ciudades ecuatorianas. La tensión fue aumentando. El clima se enrareció. Se vio claro que el Gobierno sólo podría imponer el fraude si reprimía las concentraciones populares en defensa del voto opositor.

En este momento intervienen las Fuerzas Armadas. El general de división, Luis Castro A., comandante general del Ejército, se dirige al  teniente general César Marizalde P., jefe del Comando Conjunto de las FF.AA.,  para proponerle que convoque una reunión de urgencia del Comando con el fin de analizar la situación nacional y, de ser necesario, emitir un pronunciamiento de la institución con el fin de “garantizar el bienestar y la convivencia pacífica y democrática en el país”. El documento en cuestión, que ha circulado ampliamente por las redes, iba dirigido con copia a los comandantes de las otras fuerzas.

Este comportamiento institucional de los militares acabó con las pretensiones del CNE ecuatoriano. El día martes 21 de febrero, Pozo señaló que, a pesar de que no se había contabilizado la totalidad de las actas, ya existía una “tendencia marcada que no podrá cambiar”, que aseguraba la realización de la segunda vuelta. El pueblo en la calle y el apego de los militares a la Constitución obligó a retroceder al autócrata de Ecuador. Las FF.AA., colocadas ante la disyuntiva de ser cómplices de la estafa y reprimir a los ciudadanos, o colocarse del lado de la Constitución, escogieron esta última opción

No se sabe quién ganará la segunda vuelta, que será en abril. Por ahora sólo se conoce que  Cyntia Viteri, quien obtuvo casi 17% de los sufragios, apoyará a Lasso, y que la alternativa al correísmo, no obstante su insensatez inicial (unida habría ganado la Presidencia en la primera jornada), puede anotarse el triunfo en la próxima cita.  
Quienes no creen en la salida electoral para Venezuela, deben aprender de lo ocurrido en el país meridional. Los procesos electorales suelen desencadenar cambios fundamentales. Aquí la prioridad reside en exigir elecciones de gobernadores ya.

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