Trino Márquez 22 de febrero de 2017
@trinomarquezc
A lo
largo de diez años Rafael Correa trató de construir un régimen personalista y
autoritario para controlar todos los poderes públicos y sectores de la vida
nacional fundamentales, entre ellos los medios de comunicación. Los ataques y
amenazas a la prensa han sido constantes durante su mandato. En 2010 abortó un
supuesto golpe de Estado, encabezado por la Policía Nacional, cuyo verdadero
fin parecía proveerse de una justificación que le permitiera alcanzar el
liderazgo indiscutible dentro de las Fuerzas Armadas y el resto del país. Luego
de muchas idas y venidas, y sobre todo luego de que su popularidad y aceptación
mermaran, renunció a impulsar una reforma constitucional que le autorizara
presentarse como candidato para las elecciones presidenciales del pasado 19 de
febrero. A cambio optó por respaldar a Lenín Moreno, aspirante de Alianza PAIS,
movimiento político creado por el propio Correa.
Para
concurrir a estos comicios asegurando la continuidad de su poder, Correa
intentó blindar los resultados colocando en el Consejo Nacional Electoral (CNE)
a algunos de sus incondicionales. Durante la campaña electoral el candidato
oficialista aparecía con una clara ventaja sobre el resto de los aspirantes. La
oposición ecuatoriana no se aglutinó en torno de una formula unitaria, sino que
corrió el enorme riesgo de ir a esa consulta dividida. El sistema electoral
establece que para que el candidato ganador obtenga la Presidencia de la
República en la primera vuelta, debe obtener al menos 40% del total de los
votos emitidos y sacarle a su inmediato competidor no menos de diez puntos
porcentuales. Durante las semanas finales de la contienda comenzó a perfilarse
que Guillermo Lasso, principal representante opositor, obtendría una sólida
votación y que sería muy difícil para Moreno ser proclamado Presidente en la
primera ronda.
El 19
de febrero ocurrió lo que los sondeos de opinión habían pronosticado: Moreno,
aunque resultó ganador con 38%, no obtuvo la victoria rotunda; Lasso se colocó
segundo y a menos de diez puntos porcentuales. Comenzaron entonces las
maniobras del CNE. Su presidente, Juan Pablo Pozo, declaró que había 5% de
actas con inconsistencias numéricas y, por lo tanto, que el organismo no podía
dar resultados definitivos hasta que se tuviese el total de las actas
escrutadas. En el ambiente ventajista que había caracterizado la campaña,
aquella declaración se entendió como una señal de que el Gobierno preparaba un
fraude para favorecer a Lenín Moreno.
La
oposición a Correa, que aunque dividida constituye la mayoría del país, decidió
movilizarse hasta las sedes del órgano electoral en Quito, Guayaquil y otras
ciudades ecuatorianas. La tensión fue aumentando. El clima se enrareció. Se vio
claro que el Gobierno sólo podría imponer el fraude si reprimía las
concentraciones populares en defensa del voto opositor.
En
este momento intervienen las Fuerzas Armadas. El general de división, Luis
Castro A., comandante general del Ejército, se dirige al teniente general César Marizalde P., jefe del
Comando Conjunto de las FF.AA., para
proponerle que convoque una reunión de urgencia del Comando con el fin de
analizar la situación nacional y, de ser necesario, emitir un pronunciamiento
de la institución con el fin de “garantizar el bienestar y la convivencia
pacífica y democrática en el país”. El documento en cuestión, que ha circulado
ampliamente por las redes, iba dirigido con copia a los comandantes de las
otras fuerzas.
Este
comportamiento institucional de los militares acabó con las pretensiones del CNE
ecuatoriano. El día martes 21 de febrero, Pozo señaló que, a pesar de que no se
había contabilizado la totalidad de las actas, ya existía una “tendencia
marcada que no podrá cambiar”, que aseguraba la realización de la segunda
vuelta. El pueblo en la calle y el apego de los militares a la Constitución
obligó a retroceder al autócrata de Ecuador. Las FF.AA., colocadas ante la
disyuntiva de ser cómplices de la estafa y reprimir a los ciudadanos, o
colocarse del lado de la Constitución, escogieron esta última opción
No se
sabe quién ganará la segunda vuelta, que será en abril. Por ahora sólo se
conoce que Cyntia Viteri, quien obtuvo
casi 17% de los sufragios, apoyará a Lasso, y que la alternativa al correísmo,
no obstante su insensatez inicial (unida habría ganado la Presidencia en la
primera jornada), puede anotarse el triunfo en la próxima cita.
Quienes
no creen en la salida electoral para Venezuela, deben aprender de lo ocurrido
en el país meridional. Los procesos electorales suelen desencadenar cambios
fundamentales. Aquí la prioridad reside en exigir elecciones de gobernadores
ya.
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