San Josemaría Escrivá de Balaguer 25 de febrero de 2017
Muchas
realidades materiales, técnicas, económicas, sociales, políticas,
culturales..., abandonadas a sí mismas, o en manos de quienes carecen de la luz
de nuestra fe, se convierten en obstáculos formidables para la vida
sobrenatural: forman como un coto cerrado y hostil a la Iglesia. Tú, por
cristiano –investigador, literato, científico, político, trabajador...–, tienes
el deber de santificar esas realidades. Recuerda que el universo entero
–escribe el Apóstol– está gimiendo como en dolores de parto, esperando la
liberación de los hijos de Dios. (Surco, 311)
Ya
hemos hablado mucho de este tema en otras ocasiones, pero permitidme insistir
de nuevo en la naturalidad y en la sencillez de la vida de San José, que no se
distanciaba de sus convecinos ni levantaba barreras innecesarias.
Por
eso, aunque quizá sea conveniente en algunos momentos o en algunas situaciones,
de ordinario no me gusta hablar de obreros católicos, de ingenieros católicos,
de médicos católicos, etc., como si se tratara de una especie dentro de un
género, como si los católicos formaran un grupito separado de los demás,
creando así la sensación de que hay un foso entre los cristianos y el resto de
la Humanidad. Respeto la opinión opuesta, pero pienso que es mucho más propio
hablar de obreros que son católicos, o de católicos que son obreros; de
ingenieros que son católicos, o de católicos que son ingenieros.
Porque
el hombre que tiene fe y ejerce una profesión intelectual, técnica o manual, es
y se siente unido a los demás, igual a los demás, con los mismos derechos y
obligaciones, con el mismo deseo de mejorar, con el mismo afán de enfrentarse
con los problemas comunes y de encontrarles solución.
El
católico, asumiendo todo eso, sabrá hacer de su vida diaria un testimonio de
fe, de esperanza y de caridad; testimonio sencillo, normal, sin necesidad de
manifestaciones aparatosas, poniendo de relieve ‑con la coherencia de su vida‑ la constante presencia de la
Iglesia en el mundo, ya que todos los católicos son ellos mismos Iglesia, pues
son miembros con pleno derecho del único Pueblo de Dios. (Es Cristo que pasa,
53)
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