Por Roberto Casanova
1. La Mesa, instancia
político electoral, ha diseñado un nuevo mecanismo para tomar decisiones,
mecanismo que incluye pero limita al mismo tiempo. En efecto, incorpora a más
partidos en el proceso decisorio pero establece también un sistema de votos
“ponderados” por el peso electoral de cada una de las organizaciones. Luce como
un mecanismo políticamente sensato que aumenta la representatividad de la
dirección política de la Mesa y minimiza el riesgo de la parálisis decisional.
2. La vocería se hace
flexible y rotativa. Ante la ausencia de un liderazgo nítido dentro de la Mesa
tal vez no quede otra cosa que hacer. Aunque se corre el riesgo de la
dispersión en el mensaje, algo que ya ha creado problemas anteriormente.
3. La coordinación de la
Mesa tendrá menor perfil público y adquiere un carácter exclusivamente
operativo. El coordinador, se supone, no competirá con los voceros en la escena
pública. Al mismo tiempo esa coordinación se fortalece con tres equipos que
pueden, además, establecer “puentes” con diversos sectores. Parece un esquema
razonable, desde la perspectiva de la Mesa.
4. La reestructuración de
la Mesa se asocia a la creación de un “Congreso de la Sociedad Democrática”. Se
trata de una organización para la consulta. No es propiamente una instancia de
acción ciudadana. Tampoco es una instancia exclusivamente social pues los
partidos también forman parte de ella. Con este Congreso quizás se pretenda
superar la desconfianza entre partidos y sociedad civil pero, de no tenerse el
cuidado necesario, las diferencias entre esos dos sectores pudieran
exacerbarse. En todo caso ese Congreso no está pensado como un ente ejecutor
autónomo que pueda actuar al margen de la Mesa. Es, repito, una instancia de
consulta. Desde el punto de vista de la Mesa, es lo deseable.
5. La reestructuración de
la Mesa no atiende, de manera contundente, a dos problemas esenciales:
articular la movilización social y organizar el debate sobre la estrategia de
desarrollo. Aunque, para ser justos, no es indiferente ante esos dos retos. El
punto es que la lógica político electoral de la Mesa ha colocado y seguirá
colocando esos temas en segundo plano. Estos temas requieren otras instancias
organizativas con su propia lógica. (Cabe mencionar que la iniciativa adoptada
por la AN para debatir sobre la visión de país tiene un potencial interesante,
aunque el esquema adoptado parece muy tradicional).
6. La respuesta ante esos
dos retos debe provenir, principalmente, de otros dos conjuntos de actores
sociales con la debida legitimidad. Que no pidan permiso a la Mesa para nacer y
para actuar. Pero que tampoco surjan para competir con ella sino para crear,
conjuntamente, el MUD, esto es, el Movimiento de Unidad Democrática.
7. La Mesa se ha
reestructurado y eso es un avance. Pero el desafío de reinventar a la oposición y de lograr una
adecuada “división del trabajo” entre nosotros, los demócratas, sigue
pendiente. Y los tiempos para hacerlo son cada vez más cortos.
19-02-17
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