Por Rafael Viloria
Venezuela por estos tiempos
del siglo XXI, viene confrontando ya no solamente una crisis económica
meramente. “… Ruptura del equilibrio entre la producción y el consumo traduce
en una caída general de las magnitudes económicas principalmente inversión, nivel
de empleo, venta y consumo…” La “crisis” sobrepasó los límites que sociedad
alguna pueda tolerar. Ahora estamos en situación visible y tangible en una
evidente ruptura del equilibrio social y político.
Treinta y cinco millones de
venezolanos aproximadamente estamos inmersos en el centro de un gran océano que
a la postre ha quebrantado profundamente un vital “valor” que no tiene
referencia y comparación alguna “la Fe y la Confianza”. “… creencia no basada
en evidencias o argumentos racionales. Confianza que alguien tiene de sí mismo,
en otro(s) o en una cosa, tener “fe” y confianza en sus probabilidades”.
Mucha gente viene con marcada
insistencia planteando que los venezolanos no solamente en los demás, sino
también en nosotros mismos. De ello como común y corriente: hay un culpable,
hay unos culpables.
Todo pareciera indicar que en
las causas, efectos y consecuencias que de ello se deriva, nosotros los más de
treinta y cinco millones de venezolanos, ninguno nos adjudicamos ni la
responsabilidad, ni la corresponsabilidad de tan particular flagelo. Los
creyentes más radicales atribuyen las causas no definidas a un presunto
“castigo de Dios”. En consecuencia por ser “impíos”, bien que nos merecemos el
castigo.
Por las ciudades, los pueblos,
las aldeas del mundo entero, por todos los medios de comunicación en un mensaje
común, nos indican que hay que esperar que nuestro creador tome la decisión
final de dar por terminado la existencia del mundo.
A decir de mi buen amigo el
Padre Jesuita Alberto Dorremochea: todo indica de que el “dorre”, quizás ha
tenido razón al decir que la humanidad se desenvuelve en un mar de confusiones
en un desierto de ideas. En razón de ello quizá los venezolanos que
colectivamente manifestamos una conformista “mansedumbre” y algunos hasta servil
conducta; aceptamos la ruptura de la convivencia y coexistencia social como un
asunto normal que hay que aceptar como designio de Dios.
En Venezuela la crisis más
aguda que la económica, se ubica en lo social. Nadie tiene hoy claro como una
sola persona (supuestamente) en su gran afán de imponer una “ideología” que
nadie entiende para que sirve, haya conducido a que treinta y cinco millones de
venezolanos, una integral crisis social, económica y política al grado de que
la misma este en una marcha contra reloj. Diezmando la principal base de
convivencia humana, que a la postre la esté conduciendo una marcada perdida de
su fe y su confianza; cuestión que por una lógica le impide prepararse para
construir su propio esperanza de vivir, convivir y coexistir en armonía y paz
verdadera en la construcción de su propio destino.
Los mentores del “Perverso”
nuevo destino de esta patria hablan de enviar a sus “huestes” a las “Catacumbas
mismas… Galerías subterráneas con nichos rectangulares en las paredes, en las
cuales los primitivos cristianos, especialmente en Roma, enterraban a los
muertos y practicaban las ceremonias del culto”… para que promuevan tan nefasta
doctrina política.
Lo que quizás no sepan los
mentores de tan perversa y extraña ideología, es cuanto está costando social,
económicamente y políticamente la marcha hacia un destino, que no son
precisamente muertos enterrados en unas catacumbas, sino que somos seres
humanos que en carne propia pagamos las consecuencias de los grados de
“obsesión” idea o preocupación fija que puede alejar de la mente y que domina a
la persona. “locura”.
Frente a la situación visible
y tangible en la Venezuela de hoy, tenemos que necesariamente y es ya
“despertar, reaccionar y actuar”. No precisamente con las mismas armas con que
intentan imponer un sistema político, que por principio natural tenemos
que rechazar. Impedir que se siga extendiendo. En ese orden se impone la
necesidad de una gran convocatoria hacia la unión de voluntades, hacia una
causa común, La Patria. Esta patria tiene que rescatar la fe, la confianza en
nosotros mismos; para construir la esperanza de una sociedad en verdadera
“revolución social y democrática”. No queremos más hermanos muertos, más
hambre, miseria, pobreza; queremos construir nuestro propio destino.
¡Queremos construir la paz!
Ex presidente de Cenconave
24-02-17
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