Por Pedro Palma
El sábado 18 de febrero
pasado, ante la separación de Jesús “Chúo” Torrealba de la secretaría ejecutiva
de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), escribí un tweet que decía: “Mi
palabra de reconocimiento a Chúo Torrealba por su gestión al frente de la MUD y
por los importantes logros alcanzados durante la misma”. Este generó múltiples
reacciones, la mayor parte de ellas positivas, pero otras negativas o críticas,
y entre estas últimas destacaba una pregunta recurrente que me planteaba:
“¿Cuáles logros?”. La contesté directamente a quienes me la formularon
diciéndoles que la MUD había contribuido al logro de la victoria de la
oposición en las elecciones parlamentarias de diciembre de 2015, cuando se ganó
66% de los escaños de la Asamblea Nacional, y que le había demostrado al mundo,
sin que quedara lugar a dudas, el talante dictatorial del régimen venezolano,
cosa por demás importante para desenmascarar la imagen democrática que este ha
intentado proyectar internacionalmente. Dos logros, por cierto, nada
deleznables.
Otra de las críticas que me
plantearon fue el fracaso del diálogo con el gobierno, al haber aceptado la MUD
ir a ese encuentro con una contraparte tramposa, que había demostrado
reiteradamente su irrespeto y desconocimiento a acuerdos y compromisos
contraídos, y la violación flagrante de la Constitución y de las leyes a través
de mecanismos y subterfugios con apariencia legal. Al respecto, creo que la
actuación de la MUD fue la correcta, pues de no haber ido al diálogo se le
habría dado una oportunidad de oro al oficialismo para plantear la desidia y
negativa de la oposición a buscar, conjuntamente con el gobierno, acuerdos y
acciones que destrabaran la situación crítica del país. Había que ir al
diálogo, pero con condiciones y con la presencia y actuación de una tercera
parte imparcial y que contara con el aval y la credibilidad de la comunidad
local e internacional, como el Vaticano. Y así se hizo, no porque los líderes
de la oposición fueran tan ingenuos de pensar que el gobierno honraría todo lo
que se acordara, sino porque, tal como sucedió, el incumplimiento de este a su
palabra sería una prueba irrefutable ante el mundo de su talante
antidemocrático y autoritario, como fue denunciado por la Iglesia a través de
los comunicados públicos de la Conferencia Episcopal Venezolana, y las demandas
reiteradas del Vaticano al gobierno para que este cumpliera lo acordado. Había
que dejar que las cosas sucedieran, pues de haberse negado la MUD a acudir al
diálogo, argumentando la poca confianza que inspiraba la contraparte, no se
habría logrado avance alguno, pero sí el desprestigio y las críticas a la
oposición por haberse negado a dialogar con el gobierno en busca de una
solución a los problemas nacionales.
Creo que es de justicia
reconocer que, adicionalmente, la MUD logró la indispensable unión de los
partidos de oposición, a pesar de sus posiciones muchas veces antagónicas; que
posibilitó la materialización de la tarjeta única y de las candidaturas
unitarias para las elecciones presidenciales, parlamentarias y regionales; y
que jugó un papel clave para mantener esa unidad, frágil pero funcional,
actuando muchas veces como vocero de la oposición.
¿Ha habido fallas y errores en
el actuar de la MUD? Sin duda que sí, y se ha hecho indispensable muchas veces
la rectificación y la reorientación de sus actos, como lo está intentando hacer
hoy con la reestructuración que está acometiendo. Esto es algo natural que
suceda en una organización formada por miembros tan disímiles y antagónicos,
que en muchos casos actúan y opinan de forma independiente y contrapuesta, pero
también es justo reconocer sus aciertos y logros, los cuales se han debido en
buena medida a quienes la han dirigido, Jesús Torrealba y Ramón Guillermo
Aveledo, así como a los equipos que los han acompañado, dando lo mejor de sí en
busca de una mejor Venezuela.
Visite mi página:
pedroapalma.com
23-02-17
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico