Fernando Mires 31 de mayo de 2017
La MUD
puede y debe estar sometida a críticas; nadie lo duda. Pero no olvidemos que es
la máxima representación de los partidos democráticos venezolanos cuya mayoría
está representada en la AN. Tampoco olvidemos que esa barbaridad fascista
llamada Asamblea Constituyente Comunal fue inventada por la dictadura
justamente para destruir a la AN (y por ende a la MUD). La AN, la MUD y la
Constitución de 1999 han llegado a ser inseparables
Quien
escribe estas líneas, observador y cronista de los sucesos que tienen lugar en
Venezuela, no se ha cansado de repetir que hay que saludar a quienes ayer
fueron partidarios de Chávez y hoy se alinean al lado de la Constitución. Por
lo mismo se ha manifestado en contra de todo intento por cobrar cuentas o
exigir disculpas, sea a quien sea, cuando alguien asume la ruta constitucional.
Quien
escribe estas líneas sabe, además, que actuar en política sin equivocarse
alguna vez, es absolutamente imposible. Nadie tiene el monopolio sobre la
verdad. Eso vale para la oposición, pero también para quienes forman parte del
chavismo constitucional.
Estos
últimos tienen todo el derecho, incluso el deber, de presentar y defender sus
posiciones, aunque no nos gusten. A lo que no tienen ningún derecho –y hay que
decirlo de una vez por todas – es a intentar erigirse como una tercera línea
destinada, sabe Dios por qué designio, entre dos males: el chavismo y la
oposición. Mucho menos les sienta presentarse como una fuerza cuya misión es
despolarizar a la nación. Una polarización que por lo demás no existe.
Una
polarización solo aparece cuando hay dos extremos irreconciliables. Pero las
fuerzas que representa la oposición no están situadas en ningún polo extremo.
Todo lo contrario: cubren a lo largo y a lo ancho la mayor parte del espectro político
y social venezolano.
Dentro
de la principal organización opositora, la MUD, coexisten las más diversas
tendencias y opiniones. La MUD, en contraste con el chavismo, vive de sus
diferencias. Esa es la razón por la cual no posee ni debe poseer (y ojalá nunca
posea) un concepto de sociedad futura como imaginan tener los miembros del
PSUV. Con todos sus defectos, o quizás gracias a ellos, la MUD es la
organización más representativa de la política venezolana.
La
línea demarcatoria que divide a la nación –dividir es muy distinto a polarizar-
fue puesta por el mismo Maduro. A un lado una extrema minoría
anti-constitucional incrustada en el aparato del Estado, armada hasta los
dientes, contra una inmensa mayoría dispuesta a defender la Constitución de 1999,
proclamada por Chávez y subscrita por toda la oposición el año 2007. En
términos más simples: entre los que para preservar el poder están dispuestos a
destruir el legado más precioso de la modernidad política, el sufragio
universal, y quienes en este momento lo están defendiendo con todas sus
fuerzas.
Dentro
del espacio constitucional hay millones de personas, desde la gran mayoría
representada por la MUD en la AN, pasando por los independientes hasta llegar a
esa fracción formada por los recién aparecidos chavistas constitucionales.
Entre esas personas y sus organizaciones deberá tener lugar el verdadero y
quizás único dialogo posible de Venezuela. Mas todavía: si entre ellas logran
concertar un acuerdo constitucionalista basado en un pacto mínimo de no-agresión,
las horas de la dictadura estarán contadas.
Esa es
la razón por la cual es inaceptable el intento de algunos – se subraya,
algunos- chavistas anti-maduristas por presentarse ante la opinión pública como
jueces supremos entre “las violencias de lado y lado”. Como si los estudiantes
que defienden su derecho a protestar y los soldados y francotiradores
adiestrados para matar fueran lo mismo.
Mucho
menos oportunas son en estos momentos las agresiones a la MUD perpetradas por
algunos chavistas-antimaduristas. Hay quienes aducen –quizás para preservar su
raída imagen de “izquierda“- que en la MUD hay una derecha apoyada por el
uribismo, los EE UU y medios de difusión
españoles y norteamericanos. Lo que podría ser incluso cierto pues
dichos apoyos corresponden con el carácter pluripartidista de la MUD.
Efectivamente, dentro de la MUD hay una derecha, hay una izquierda y hay un
gran centro demócrata y liberal. La diversidad es parte de la naturaleza de la
MUD. Y nunca nadie lo ha ocultado.
En el
pasado reciente, Solidarnosc en Polonia, los disidentes rusos, y los
contingentes democráticos checos representados por Havel, contaron al igual que
la MUD de hoy, con el apoyo no solo de liberales y demócratas sino, además, con
el de los EE UU y de grupos conservadores repartidos a lo largo del mundo.
¿Será esa una razón para enlodar también a quienes se la jugaron por la causa
de la libertad en los ex- países comunistas?
Llama
aún más la atención el hecho de que las agresiones “izquierdistas” a la MUD
provengan precisamente de intelectuales que nunca escribieron una palabra en
contra de las intervenciones de la dictadura castrista en Venezuela, de los que
callaron cuando el presidente muerto rendía elogios a los regímenes más
sanguinarios de la tierra (Libia, Irak y Siria). En fin, de los que nada
dijeron en contra de los mega-acuerdos con la tiranía iraní y mucho menos en
contra del padre protector de todas las dictaduras del mundo: Vladimir Putin.
Hay algunos –reitero, algunos- ideólogos del chavismo anti-madurista que,
viendo la paja en el ojo ajeno, no hacen el menor intento para sacarse la
tremenda viga que tienen dentro del propio.
La MUD
puede y debe estar sometida a críticas; nadie lo duda. Pero no olvidemos que es
la máxima expresión de los partidos democráticos venezolanos cuya mayoría está
representada en la AN. Tampoco olvidemos que esa barbaridad fascista llamada
Asamblea Constituyente Comunal fue inventada por la dictadura justamente para
destruir a la AN (y por ende a la MUD). La AN, la MUD y la Constitución de 1999
han llegado a ser inseparables.
La
oposición democrática hoy representada en y por la MUD tiene detrás de sí
largas y difíciles experiencias. Encontrar el camino que ahora transita no le
ha sido fácil. Constitucional, democrática, pacífica y electoral son sus
características principales.
Naturalmente
la oposición puede ser todavía mejor de lo que es. Lo que no necesita son
preceptores externos de última hora. Máxime si a ellos nadie les ha pedido una
autocrítica. Los intelectuales orgánicos del chavismo post-madurista deberían
guardarse “por ahora” sus críticas en el bolsillo de atrás. Tales críticas – en
su mayoría infundadas- son en este momento oportunistas, innecesarias y, por si
fuera poco, atentan contra la unidad de todos.
La
modestia debería ser parte de la decencia. Bienvenidos a la democracia.
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