Charito Rojas 31 de mayo de 2017
@charitorojas
“Si en
un determinado estado o grupo
se pierde el acuerdo sobre un tipo
de legitimidad, se produce una
situación
revolucionaria.
El
poder no cuenta con aprobación
y se desmorona;
los que lo ejercen
no
tienen otra alternativa que el
uso de
la coacción para obtener la obediencia.”
Bruno
Campanella (1943- ),
director
de orquesta italiano.
Usurpando
la potestad del pueblo como depositario del poder originario, el presidente
Maduro buscó a sus cómplices necesarias, las rectoras del CNE, para que
diligentemente se pusieran en acción.
Ni
corta ni perezosa, la rectora presidenta tardó apenas un par de horas para
anunciarle al país que ellas, las cuatro, iniciaban el proceso para una
Asamblea Nacional Constituyente. Ninguna de las cuatro es objetiva, ninguna
tiene la condición de independiente, todas fueron fichas del MVR, del PSUV,
funcionarias del gobierno chavista-madurista. Constitucionalmente están descalificadas
para ser rectoras. Y su conducta como tales a lo largo de estos años lo ha
demostrado.
Como
por ejemplo, su actuación ante la solicitud de referendo revocatorio en 2016.
Casi 8 meses revisando y rechazando firmas, inventando procedimientos aparatosos
y condiciones casi imposibles, cohabitando con el ejecutivo y el TSJ hasta que
encontraron el arma judicial para bloquear definitivamente el revocatorio
pedido por millones de ciudadanos y eliminar así el peligro cierto de que el
país revocara a Maduro. Con el acelerador a fondo, Tibisay informa en cadena
que los aspirantes para ser constituyentistas ya se pueden inscribir en la
página del CNE, que deben presentar sus recaudos en menos de 10 días y que ya
el CNE está en reuniones para determinar otros “detallitos”. Las firmas de
apoyo que deben recoger los candidatos no requieren de la presencia de los
apoyantes para comprobar que son los verdaderos titulares de su cédula, tampoco
tienen que poner huellas digitales en planillas diseñadas para que a duras
penas quepan, no se tienen que preocupar porque les devuelvan las planillas
porque un solo firmante se equivocó o porque aparece mal escrito el nombre o
porque la dirección es la de su casa y no la del municipio donde vota.
En la
petición de revocatorio devolvieron miles de planillas, anularon cientos de
miles de firmas y el CNE se dio un plazo de 90 días para revisarlas. Mientras
que para la constituyente será facilito: 3% de las firmas del municipio o del
sector que represente el aspirante a candidato (que hasta el momento no sabe el
CNE cómo va a determinar y cuantificar esa sectorización), la planilla llevará
sólo nombre, firma y número de cédula. Nada de huellas ni rollos de firmas
planas. El CNE ha dicho que las revisará aleatoriamente en ¡5 días! O sea, en 5
días va a revisar planillas de más de 500 candidatos. Aún así, con gran
cinismo, la rectora Socorro Hernández afirma ante el país que en el CNE
atienden con la misma velocidad las peticiones del gobierno y de la oposición.
Según
los cálculos, la elección e instalación de la asamblea constituyente comunal
del gobierno debe ser para el mes de julio. Lo cual quiere decir que le quedan
menos de 60 días a la República Bolivariana de Venezuela, a la actual Asamblea
Nacional mayoritariamente opositora porque así lo votó el pueblo, a la Fiscal
Luisa Ortega Díaz, que aunque tarde, por fin asumió su deber de investigar con
justicia; al resto de las instituciones, incluso la militar, que no deben estar
muy preocupadas mientras sigan arrodilladas al amo, llámese Maduro o Castro.
Porque,
señores, una Asamblea Constituyente se hace para refundar una república con una
nueva partida de nacimiento, que es su constitución. Una constituyente
originaria puede cambiar hasta el nombre del país, como lo hizo la del 99,
puede eliminar o agregar poderes, como lo hizo la del 99, puede cambiar el
ordenamiento territorial, como lo hizo la del 99. Si quiere puede cambiar el
idioma, la religión, los conceptos de derechos humanos y libertades como la de
expresión, de tránsito o de educación. La razón alegada por Maduro para
sustituir a la “mejor constitución del mundo” es porque quiere agregar las
misiones y “puntualizar” algunos conceptos que garanticen el “poder para el
pueblo”. Ah, también por la paz, claro.
Todo
ello es materia de una propuesta de reforma y no de hacer una nueva
constitución. Así que no analizaremos el contenido de estos alegatos porque son
harto estúpidos y el pueblo no lo es. Aquí todo el mundo está clarito que
Maduro va a matar la constitución orgullo de Hugo Chávez porque: 1) su único
objetivo es que no lo saquen de Miraflores y si para eso tiene que echarse al
pico la constitución de Chávez, pagará ese costo. 2) una nueva constitución
sacará de su camino a esta molesta Asamblea Nacional opositora. 3) con la
excusa del poder comunal anulará gobiernos regionales y municipales,
sustituyéndolos por sus designados. 4) dejará sin asideros democráticos a los
ciudadanos que ahora protestan y exigen, amparados por la letra de la
constitución. 5) hará un país con gobierno cívico militar, con amplios poderes
de disposición de los recursos y propiedades públicas y privadas. Ya está casi
listo el texto que le está preparando Escarrá, el vivo.
No hay
una sola buena intención en esta convocatoria constituyente. Es la vía de
escape que el grupo enquistado en el poder encontró para hacer frente a las
masivas protestas que exigen la salida inmediata del régimen, y dar así el
zarpazo final a lo que queda de la democracia venezolana. La comunidad
internacional cada vez está más alarmada ante la grave crisis humanitaria y la
feroz represión.
El uso
abusivo de fuerza y armas contra civiles, la impunidad de colectivos armados
que “defienden” al régimen, la anarquía institucional, los 62 muertos, más de
2.000 heridos y más de 3.000 detenidos en dos meses de protesta, son los hechos
que confirman la absoluta necesidad de una salida. Ya las grietas en el
oficialismo comienzan a aflorar: el temor a persecuciones judiciales y
escraches por todo el mundo hacen reflexionar a algunos que se dicen chavistas
pero no maduristas. La premura por esta constituyente también pretende quitar
tiempo a más deslindes y más protestas.
Es el
momento de activar todos los mecanismos de participación: protestar, informar,
colaborar con los frentes en primera línea de esta guerra que ha declarado el
régimen a los demócratas venezolanos. No hacer nada es ser cómplices
necesarios. Es el momento de decidir. O quedarse y luchar activamente, o irse
del país y dejárselo a los dictadores, como hicieron los cubanos. Tenemos
apenas días para actuar. El precio de no hacerlo se pagará en libertad.
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