Miguel Méndez Rodulfo 02 de junio de 2017
Este
gobierno intenta prolongar su agonía reprimiendo salvajemente a los
venezolanos, sobre todo a su población joven y apelando a una constituyente
inoportuna, inconveniente, engañosa e inconstitucional. Busca ganar tiempo,
como si ya no ha pasado su página de la historia, como si tuviera alguna
oportunidad de constituirse en esperanza para el país, como si no tuviera el
sol en la espalda y peor aún, como si la gran mayoría de la población no lo
aborreciera.
El
régimen quiere convencernos que a pesar de la ruina física y moral de la
nación, puede seguir gobernando la misma camarilla corrupta, ineficiente y
criminal. No se dan por enterados del hartazgo de los venezolanos contra su
manera infame de gobernar y, por el contrario, creen a pie juntillas que se
pueden salir con la suya, permaneciendo más tiempo en el poder. Lo que pasa es
que se han enfrentado desde hace más de 60 días a un país decidido a inmolarse
para ponerle término a esta aberración que ya lleva 18 largos y tortuosos años,
que cuando miremos en el futuro hacia atrás nos parecerá inconcebible como
pudimos soportar tal calamidad.
Al
gobierno no le importa masacrar a la población, someterla a serios
padecimientos como la falta de comida, de medicinas, de agua, de transporte, de
inseguridad, de inflación, etc., para sostenerse en el poder. Apela a toda
clase de artimaña para aferrarse al control de Miraflores, despreciando la vida
humana, el futuro del país y la legalidad existente. No les importa mancharse
las manos de sangre, ni quedar como unos obtusos y miserables. No tienen
vergüenza ni dignidad. Sólo los mueve el interés económico, la idea obsesiva de
no desenchufarse del torrente de la corrupción y disfrutar de las prebendas que
ofrece el gobierno. Nada más. No hay nada ético en ellos, ningún ideal y los
valores les parecen cosas risibles de las cuales mofarse y atribuírselas a los
tontos, a los perdedores de la sociedad. En su pensamiento un ciudadano
honesto, es un idiota y un hombre sabio un inútil. Sólo valen los contactos y
la genuflexía perruna, porque esas son las condiciones del éxito.
Lo
cierto es que una cosa piensa el burro y otra muy distinta quién lo monta. No
importa cuán autista sea el gobierno, ya no tiene forma alguna de convencer a
la sociedad venezolana de que le den un chance más, de que lo dejen terminar,
porque la gente está convencida que dejarlos seguir gobernando sería consagrar
como estéril la vida de tantos jóvenes fallecidos, además tendríamos la
seguridad de que moriríamos de hambre y de sed, si no es que nos mata antes una
enfermedad cualquiera. Así que para la oposición venezolana no hay un dilema, hay
una certeza de que esta lucha debe continuar hasta que coronemos con rotundo
éxito la salida por la puerta de la infamia de este oprobioso régimen.
El
chavismo se sabe herido de muerte, en su fuero interno sabe que el tiempo se
les acaba, pero quieren convencernos de que están estables y aún tienen cartas
para jugar. Sin embargo, sus propias luchas internas, las deserciones de
figuras destacadas de ese submundo abominable, muestran las fisuras de la
antigua unidad monolítica. Las alimañas saben cuando saltar del barco cuando
éste se hunde. El tiempo conspira contra el régimen y cada vez es más evidente
que los barrios se van a sublevar en masa y que los militares jóvenes van a
desconocer la institucionalidad corrupta. No falta mucho.
Caracas
2 de junio de 2017
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