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viernes, 16 de junio de 2017

El referendo del Olímpico por @goyosalazar


Por Gregorio Salazar


La apoteosis Vinotinto hizo eclosión en el viejo pero reverdecido engramado del estadio Olímpico de la UCV. Allí, enmarcada en la alambrada de tubos retorcidos y sillas plásticas descoloridas y destartaladas, tuvo lugar la celebración de la hazaña deportiva más destacada del país, y seguramente la más importante para una competición por equipo desde el triunfo en el mundial de beisbol de La Habana en el 41.

Sol radiante que se colaba por entre densos nubarrones plomizos acompañó la espera hasta poco después de las cinco de la tarde. Como no podía de ser otra forma, el público plenó las graderías para rendir tributo a quienes dejaron como sello indiscutible de su calidad y preparación física el haber sido el equipo más goleador y haber vencido en sus tres últimos partidos después de tener que jugar un tiempo extra. De Corea del Sur se trajeron el subcampeonato, pero ¡qué cerca se estuvo del trofeo campeonil!

A voz en cuello, la multitud disfrutó de la presencia y los mensajes emocionados de los muchachos que nos llevaron por primera vez a una final de un campeonato mundial de balompié. Uno a uno fueron emergiendo mediante un sencillo mecanismo elevador desde la parte baja e interior de la tarima para encontrarse con el rugido de más de diez mil gargantas que coreaban sus nombres. Después de los jugadores, todo el elenco de técnicos, que también demostraron que son de primera línea. La escarlata barra caliente del Caracas F.C. puso los tambores y los gritos más estentóreos.

Con todas las banderías licuadas en Vinotinto, todos echamos a volar nuestros sueños, como lo pidió el potente liderazgo del director técnico Rafael Dudamel, seguros de que esta generación está llamada a plenarnos el corazón de emociones y satisfacciones en las categorías superiores y que va a cristalizar en un futuro no muy lejano el gran objetivo: competir en el mundial de mayores. Nadie lo dijo, pero esa tarde en el Olímpico el pacto quedó suscrito.


Fue precisamente durante la intervención de Dudamel, aunque no provocado por él, que surgió de improviso el formidable coro que nos recordó el entorno en el que se ha producido la proeza Vinotinto:” ¡Y va caer…y va a caer...este gobierno va a caer!”. Grito no inesperado y ciertamente tampoco novedoso, pero que todos coreamos con el convencimiento que más temprano que tarde será concreta realidad. Sus resonancias trajeron una garúa suave y benevolente.

El éxito de la selección Sub 20 se ha erigido como una hermosa flor, con sus pétalos de un radiante Vinotinto, que brotó en medio de un mar de escombros: la revolución chavista ha sumido a Venezuela en la mayor postración de su economía, una desinstitucionalización galopante y las más calamitosas condiciones de vida de sus ciudadanos en tiempos republicanos: sin alimentos, sin medicinas, sin empleo, sin seguridad personal. En suma, sin democracia.

Ahora que los poderosos están empeñados en enrejar a la sociedad y ponerle candados irreversibles mediante la imposición de una asamblea nacional constituyente que nadie quiere y que sólo necesitan ellos para su perpetuación, el irreverente y retador grito de la ciudadanía de todas clases y condiciones reunida en el viejo coso de la Ciudad Universitaria debe haber cruzado nítido y fulgurante bajo el arco de Miraflores hasta estrellarse en los tímpanos de los amos del poder.

Así fue: el referéndum que escamotéo el árbitro vendido lo cobró por su propia decisión el pueblo, la multitud enfervorecida, otra vez guiada por el ímpetu de los jóvenes de corazón vinotinto. Héroes todos, los del estadio y los que luchan todos los días en las calles de Venezuela. Gloriosamente todos, los caídos y los que se levantan todos los días a renovar su empeño por darle un futuro promisor a su país.

15-06-17




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