Por Mariano de Alba
La gestión de Luis Almagro
frente a la Secretaría General de la Organización de Estados Americanos ha
buscado restituir la preeminencia de una organización internacional que a
comienzos del año 2015 estaba en franco declive. Parte de la responsabilidad de
esa determinación surge como consecuencia del rol que ha asumido frente a la crisis
en Venezuela. En una organización que depende de los objetivos e intereses de
sus países miembros, el Secretario General Almagro ha buscado rescatar el
cumplimiento de las normas adoptadas por los Estados por encima de las
conveniencias políticas.
Ese esfuerzo por tratar de
poner sobre la mesa principios como la democracia y los derechos humanos antes
que los intereses políticos ha tenido un costo ante muchos países que en
algunos casos insisten en invocar una visión anacrónica del sistema internacional
y en otros simplemente le reclaman más “diplomacia”. Pero el exembajador de
Uruguay en China y posteriormente canciller durante el gobierno de José “Pepe”
Mujica, ha permanecido firme en su agenda. Tan es así que manifiesta haber
estado siempre consciente de que la intimidación es un mecanismo procedimental
del régimen venezolano y que, al iniciar su gestión, tomó la decisión de no
dejar que funcionara con él.
En esta entrevista, exclusiva
para Prodavinci, hace una reflexión integral de lo que ha sido su gestión, las
particularidades del caso venezolano y cuál podría ser el rol de los países que
en la organización buscan ayudar a que se concrete una salida a la grave
coyuntura en Venezuela.
Usted asume la Secretaría
General de la OEA el 26 de mayo de 2015. Venezuela vivía ya una importante
escasez de medicinas y alimentos. En el escenario político, el país se
preparaba para las elecciones parlamentarias de diciembre. ¿En qué momento se
da cuenta que hay que empezar a prestarle especial atención a la situación
venezolana?
Mi primera visión de la
situación la tuve en marzo de 2014 cuando siendo canciller de Uruguay, UNASUR
decidió crear una comisión para el diálogo político en Venezuela. En esa
oportunidad pudimos entablar contacto con miembros de la sociedad civil, con
organizaciones de derechos humanos, la oposición y el gobierno. Pude constatar
la dimensión de las dificultades y la falta de herramientas para resolverlas.
Venezuela vivía una democracia ficticia, basada en el ejercicio electoral
permanente, pero que no había construido variables de manejo democrático. Por
eso al tener que enfrentar determinadas coyunturas, se resquebraja
completamente.
A las dictaduras modernas le
gustan las elecciones sólo cuando están en condiciones de ganarlas. Cuando
pierden esa posibilidad entonces entran en la lógica de ignorar que el cuerpo
electoral del país se ha revertido y es crítico a su posición. Venezuela es un
país que, al perder la certeza de sus derechos electorales, profundizó su
crisis institucional.
¿Y cuando asume como
Secretario General de la OEA qué se encuentra?
En 2015, hay dos elementos que
van a terminar marcando el fin de la democracia en Venezuela. Primero, la
sentencia de primera instancia contra Leopoldo López. Hasta ese momento, en el
continente no teníamos conciencia de que era un preso político. El gobierno
había sido muy hábil y se pensaba que un gobierno tan omnipresente en temas de
inteligencia tendría los elementos para probar la acusación. Pero la sentencia
es dictada y se hace obvio que no existen fundamentos. Al contrario, se
refuerza la tesis de que López era un preso de conciencia, porque precisamente
la sentencia lo condenaba por sus opiniones políticas, por lo que había dicho.
Segundo, la victoria de la
oposición en las elecciones parlamentarias. El chavismo pierde uno de los
poderes del Estado y se activan todos sus reflejos dictatoriales, como por
ejemplo las decisiones que se toman en la transición entre diciembre y enero,
eligiendo a nuevos magistrados del Tribunal Supremo de Justicia, quienes se
convierten en el brazo ejecutor del desconocimiento a la nueva Asamblea
Nacional y de las demás violaciones a la Constitución sucedidas posteriormente.
Luego de su elección como
Secretario General, trascendió que Venezuela fue uno de los 33 países que
aprobaron su designación. De hecho, durante los primeros meses de su gestión
estuvo planteada la posibilidad de que visitara Venezuela y se reuniera con el
CNE, gobierno y oposición. Pero el viaje nunca se concretó. ¿En qué momento se
rompió su relación de confianza con el gobierno de Nicolás Maduro?
Yo siempre estuve consciente
que íbamos a tener diferencias porque éstas ya se habían manifestado. Por
ejemplo, las hubo durante la reunión con UNASUR en marzo 2014 y más temprano en
2012 cuando Venezuela ingresó al MERCOSUR. Es esa oportunidad, yo tuve una
posición contraria a que el ingreso venezolano se hiciera efectivo mientras
Paraguay estaba suspendida. Luego, en mi discurso de asunción como Secretario
General, incluso hice referencia a un mensaje que me había enviado Raúl
Licausi, para ese entonces embajador de Venezuela ante los países del Caribe,
donde me decía que ellos estaban seguros de que iba a haber diferencias, pero
que confiaban en mi imparcialidad para seguir trabajando juntos y poder resolver
los problemas. Así que ellos también estaban conscientes que habría
desacuerdos.
Por eso cuando asumí como
Secretario, tenía confianza de que, a pesar de esas diferencias, íbamos a poder
trabajar y resolver nuestras discrepancias a través de los canales
institucionales y con el respeto adecuado. Pero ya en el primer mes, cuando
previo a las parlamentarias hago referencia a que las inhabilitaciones
políticas sólo debe hacerlas el pueblo cuando vota o en todo caso tribunales
penales luego de un juicio, surge un primer altercado. La crisis determinante
llega cuando voy en misión a la frontera entre Colombia y Venezuela visto que
más de mil colombianos habían sido deportados desde territorio venezolano.
Finalmente, se produjo una nueva polémica cuando envié una carta a la rectora
del CNE, Tibisay Lucena, para que otorgara las debidas garantías para que las
elecciones parlamentarias fueran transparentes.
¿Y después de esos episodios
se mantuvo abierto algún canal de comunicación?
De mi parte el diálogo con el
gobierno venezolano siempre ha sido muy franco. Luego de esos episodios hubo
comunicación directamente a través de las vías diplomáticas, pero ellos no
estaban preparados para los planteamientos que formulamos. Hace algunos meses
me reuní con Leonel Fernández en República Dominicana e intercambiamos
impresiones. Presentamos nuestro punto de vista a través del expresidente
dominicano y luego hemos seguido en contacto con él procurando un acercamiento
de posiciones.
Yo siempre voy a estar abierto
a buscar un camino que concrete una salida institucional para Venezuela, pero
respetando su agenda política. Venezuela tiene una crisis y su mayor problema
es que necesita tener un gobierno legítimo. Eso se resuelve con elecciones. De
ahí mi insistencia el año pasado en el referéndum revocatorio, el cual hubiese
salvado ya más de setenta vidas.
Sus declaraciones sobre
Venezuela le han valido muchas críticas. Quizás la más sorprendente fue la que
recibió del expresidente uruguayo Pepe Mujica, habiendo sido usted su canciller.
¿Cómo se tomó esa carta titulada “Adiós” a propósito de su fuerte reproche al
gobierno venezolano por la expulsión de miles de ciudadanos colombianos de
Venezuela?
La tomé con absoluta
naturalidad porque conozco su preocupación por Venezuela y por los temas de
democracia y derechos humanos. De alguna manera desde entonces él ha ido
soltando también su visión. Por ejemplo, se manifestó en contra de la
existencia de los presos políticos.
Del expresidente Mujica me
consta que siempre tuvo buenos consejos para tratar de ayudar a que el gobierno
venezolano resolviera los principales aspectos de las crisis que estaban
afectando al país y que, como se ha demostrado, lo iban a afectar en el futuro.
Cuando escribió esa carta, él sabía que como presidente se había aburrido de
aconsejar al gobierno venezolano sin tener éxito.
Yo consideré que los consejos
ya no estaban resultando con Venezuela y por ende había que denunciar en
términos muy claros lo que estaba ocurriendo. El mismo día que realizamos la
denuncia comenzaron a bajar los niveles de migración inducida. Así que, en
parte, lo que Mujica no había logrado con buenos consejos en cinco años, se
logró con una fuerte denuncia, negándole la impunidad al régimen al realizar
esas acciones violatorias de los derechos humanos.
Fotografía del Departamento de
Prensa de la OEA
Poco después de que usted
presentara su primer informe sobre la situación en Venezuela, hace poco más de
un año, se hizo evidente que no todos los países estaban dispuestos a acompañarlo
en sus recomendaciones. ¿Es el papel del Secretario General tratar de marcar el
camino que deben tomar los países?
Quizás los tiempos no
coinciden, pero la agenda sí. Una mayoría de países aprobó el pasado 3 de abril
de 2017 que en Venezuela hay una alteración del orden constitucional. Ese es el
paso más determinante que se ha dado en este continente y en el resto del mundo
para abordar el caso venezolano. Esa resolución tiene un peso específico y
utiliza la terminología de la Carta Democrática Interamericana.
Por otro lado, creo que ha
sido un proceso acumulativo. No todo el mundo arrancó en cuarta y en bajada.
Hoy, que todos los países hayan acudido a una reunión extraordinaria de
consulta para abordar la crisis a nivel de cancilleres y que estén dispuestos a
dar pasos para buscar un consenso para abordar la situación en Venezuela es muy
significativo.
Pareciera que el gobierno está
dispuesto a llegar hasta las últimas consecuencias para retener el poder. Usted
conoció de manera muy cercana a Nicolás Maduro y otros miembros del gobierno
cuando fue canciller de Uruguay. ¿Cree que en algún momento habrá disposición
por parte de ellos a buscar una salida a la crisis?
El diálogo siempre es el
camino, pero es el camino con gobiernos que tienen reflejos democráticos. El
gobierno actual de Venezuela no tiene reflejos democráticos. Han aprovechado
cada instancia de diálogo que hemos ofrecido desde la OEA y que han procurado
otras organizaciones, para hacer prevalecer su posición de fuerza sobre el
pueblo y la oposición.
En consecuencia, el rango de
acción que tiene la comunidad internacional es la denuncia. Es lo que le quita
impunidad al régimen al seguir desconociendo la Constitución y violando los
derechos humanos, incluyendo las malas prácticas democráticas en una dictadura
como la venezolana.
Al final, la salida de las
dictaduras siempre son salidas negociadas. Así sucedió en Argentina, Brasil,
Chile y Uruguay. Hay que bregar por una salida negociada, pero sin olvidar un
componente: la denuncia y condena internacional. Es muy difícil que, en un
contexto de negociación, la misma se haga con presencia de espectadores
internacionales, ya que usualmente se plantean temas muy específicos y de
extrema sensibilidad de la política interna del país. Por ende, la comunidad
internacional lo que debe hacer es generar dinámicas de condena y repudio que
permitan llegar a esa negociación.
Teniendo en cuenta que esa
situación de condena internacional ya existe y ha llamado a que los venezolanos
resuelvan sus diferencias de forma pacífica, ¿cuál prevé que podría ser el
desenlace de esta crisis?
Esta es una dictadura que ha
cumplido con todos los pasos necesarios para convertirse en eso: ha anulado al
Poder Legislativo, ha cooptado el Poder Judicial, tiene presos políticos y los
tortura y está eliminando el sufragio universal. Está claro que ninguna
dictadura se largó hasta verse perdida. Al final, habrá un punto de quiebre. En
Argentina fue la guerra de las Malvinas, en Perú fueron los videos de
Montesinos y en Chile fue el plebiscito.
La gran pregunta es cuál es
ese punto de quiebre en Venezuela. Yo pienso que es algo que va a surgir
espontáneamente. Va a surgir primero de la enorme ineficacia del gobierno
porque ha hundido a Venezuela en la peor crisis económica, social, financiera y
productiva de su historia; y va a surgir de la manifestación de la gente por el
menoscabo de sus derechos.
La razonabilidad política de
las dictaduras es prevalecer por la fuerza. Pero esta dictadura tiene además
otros componentes. La institucionalidad ha sido tomada por una lógica criminal
y ese es uno de los problemas más específicos del caso venezolano.
Una de las recomendaciones que
usted hizo en su segundo informe fue la implementación de sanciones hasta tanto
no hubiera elecciones generales en Venezuela. Si la crisis continúa
exacerbándose y no se avizora solución, ¿usted cree que los países de la
región, más allá de Estados Unidos, tendrían ánimo de recurrir a esta vía? Es
curioso que usted apoyó mucho el acercamiento entre Estados Unidos y Cuba a
finales de 2014, pero ahora considera que una política de sanciones sería
adecuada, justamente algo que no funcionó en el caso cubano.
El escenario de sanciones
puede recrudecer si la situación continúa deteriorándose. Nosotros hemos
llamado a sanciones individuales. Es verdad que las sanciones por sí solas no
resuelven el problema. Por ejemplo, en Sudáfrica, con
el apartheid, las sanciones sirvieron, pero porque existía la presión
interna para que el país se democratizara y cada ciudadano tuviera derecho a un
voto. En Cuba, las sanciones sirvieron de excusa al régimen al no existir la
presión interna que posibilitara la democratización del país.
Por ende, las sanciones, que
es el paradigma más alto de la presión internacional, sirven en función de las
acciones internas que el país tome para volver a la democracia. Pero por sí
solas, no van a significar el elemento crucial de la redemocratización.
Por último, ¿cuál cree que
podría ser el papel de la región en la resolución de la crisis?
Por cómo ha operado el régimen
hasta ahora, todo indica que las propuestas para definir la salida de la crisis
van a venir a través de los expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero, Martín
Torrijos y Leonel Fernández. Si vemos, todas las propuestas y comunicaciones se
están concretando a través de esa vía. Tal fue el caso de mi reunión con Leonel
Fernández o la conversación más reciente entre Zapatero y Leopoldo López. Es
más probable que se concreten a través de ellos que por intermedio de algún
país.
El tema es que la negociación
real va a tener que ser entre gobierno y oposición. Con la menor participación
internacional posible. El grupo de amigos, si se concreta, lo que hará es
buscar acercar posiciones para que se concrete ese diálogo real en el país. Ese
sería su propósito más loable y saludable.
15-06-17
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