Por Cheo Carvajal
Se hace necesaria una
pedagogía basada en la sensatez, en una soberanía entendida desde la gente, no
desde el poder, que a la secta más militar que civil le ha dado por interpretar
para mantener el control del país, desde el chantaje y la represión
I
El pasado miércoles 7 de junio
estuvimos en una manifestación pacífica en la avenida Victoria, con
#DaleLetra. No había ninguna señal de violencia en el espacio que
momentáneamente ocupamos. Ni siquiera detuvimos el tránsito. Apenas estuvimos
en una esquina, sobre la acera, con algunos vecinos de la zona desplegando dos
frases: “En protesta pacífica” y “Sin pueblo nada”, aludiendo a la complicidad
del CNE en la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente contra la
Constitución. Junto a estas frases voceamos algunas consignas: “La
Constituyente / ignora a la gente / la Constitución / defiende a la
Nación”, “Este CNE / no es independiente / se burla de la gente / con la
Constituyente”, “La soberanía / reside en la gente / no en este gobierno / y su
Constituyente”. Allí no duramos ni quince minutos.
La decisión, aguas arriba, de
impedir inclusive la concentración de la gente en la calle en puntos
emblemáticos del municipio Libertador, hizo que la PNB repitiera el modus
operandi en esta avenida caraqueña: nos lanzaron bombas lacrimógenas para
impedir nuestro derecho a la protesta, consagrado en el artículo 68 de nuestra
Constitución: “Los ciudadanos y ciudadanas tienen derecho a manifestar,
pacíficamente y sin armas, sin otros requisitos que los que establezca la ley.
Se prohíbe el uso de armas de fuego y sustancias tóxicas en el control de
manifestaciones pacíficas. La ley regulará la actuación de los cuerpos
policiales y de seguridad en el control del orden público”.
Llamémosle pedagogía de la
represión: “si osas protestar, te reprimo”. Nosotros salimos del lugar, entre
nubes de gases anticonstitucionales, voceando enérgicamente: “Estamos,
estamos / en protesta pacífica”. Nuestras únicas armas son
las palabras: una pedagogía para el cambio.
II
Lo saben hasta los niños de
Escuela Básica: cualquier convocatoria a Asamblea Nacional Constituyente pasa
por una consulta al pueblo. No solo lo dice el sentido común y la Constitución
lo deja claro: la soberanía reside en el pueblo, sino que lo dicen algunos
textos de la Colección Bicentenario, producidas por el gobierno nacional. “La
convocatoria la aprueba o la niega el pueblo mediante un referendo consultivo:
cuando la mayoría de votos es Sí, se aprueba la convocatoria, en caso contrario
no se convoca”.
Una pedagogía basada en la
sensatez, en una soberanía entendida desde la gente, no desde el poder, que a
la secta más militar que civil le ha dado por interpretar para mantener el
control del país, desde el chantaje y la represión. Algunos radicales en el
gobierno están más atentos a introducir una “fe de erratas” en estos libros de
texto, que a señalar los excesos de los cuerpos represivos o la ausencia de
medicinas. Inclusive están ganados a “editar” a su antojo nuestra
Constitución. Es la mentira intentando, a la fuerza, convertirse en pedagogía.
Una nueva versión de la pedagogía del oprimido.
Imagen extraída de unos de los
libros de texto de la Colección Bicentenario, que precisa la obligación del
referendo consultivo para convocar la ANC
III
Son muchas las formas de violencia que hoy operan sobre (y desde) los venezolanos. En primer lugar está la violencia de Estado, presente desde hace muchos años, pero que luego de las elecciones de diciembre de 2015 traspasó de manera abierta la línea entre ser un gobierno autoritario a uno dictatorial (negando lo electo por el pueblo, e inclusive negando la posibilidad de elegir). Utiliza la trama institucional para confabular, agredir y negar derechos, y en esa lógica supera por mucho a cualquier guerrero o escudero. El problema es que la imagen del fuego embotellado es fácil de exhibir, es directa. ¿Cómo mostrar en una imagen la violencia contra los venezolanos cuando el TSJ anuló la elección de los diputados indígenas, o cuando anularon los poderes de la Asamblea Nacional? ¿Cómo calibrar la violencia cuando los funcionarios de gobierno justificaban no realizar las elecciones regionales porque era prioritaria la crisis de la “guerra económica”?
Pero hay muchas otras formas
de violencia, como la de los medios ausentes. El vacío informativo que la gente
llena con retazos de información e imágenes que va pescando en diversos
espacios, sobre todo en redes sociales. Está la violencia de la GNB y la PNB,
que además de saña en su acción represiva sobre la gente (recordemos el caso de
la gente cruzando el Guaire asediada por bombas y perdigones, o las tanquetas
aplastando manifestantes), mutan en bandas delictivas, que atracan y vejan a
manifestantes o a quienes estén cerca de las manifestaciones.
¿Cómo compite, en fotos, la
violencia de la corrupción con los enmascarados de “la resistencia”? Se trata
del abuso del poder, en clave de malandreo, como pedagogía política.
Afortunadamente los ciudadanos responden, y logran poner en evidencia estas
formas de violencia y reafirman algunos valores extraviados. Las noticias de
#ElBusTV es una acción pedagógica fundamental.
Reafirmamos la protesta
pacífica como la más eficaz para superar este gobierno antidemocrático
IV
Existe la violencia como inercia, pero también aquella alentada por sectores extremos. No encuentro mayor diferencia entre aquellos civiles que destruyen a su paso edificaciones, transporte público, que linchan y prenden fuego a una persona, y aquellos que en manadas azotan zonas residenciales, echando plomo o cohetones contra edificios residenciales, o apaleando gente que intenta llegar hasta alguna institución a exigir sus derechos y respuestas a sus peticiones. ¿Recuerdan la tristemente célebre “esquina caliente”, por la que no podía pasar nadie de la oposición? Esa esquina está multiplicada y marca territorios.
Esa violencia, que apuesta a
que el saldo de víctimas será contabilizado a favor de su causa (sea por
vergüenza del represor o por terror ante este), no solo no nos llevará a un
cambio de gobierno y de modelo, sino que nos mantendrá sumidos en este
enfrentamiento permanente, esta suerte de “Caracazo estable”, en el que el
Gobierno es más eficaz y demoledor. Una pedagogía del maltrato, del irrespeto y
de la anomalía como forma de vida cotidiana. Pedagogía que exalta más el poder,
que el valor de la vida ciudadana, de la gente.
Toca a los ciudadanos
organizarse y actuar, desencadenar una pedagogía que honre a la vida.
14-06-17
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