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lunes, 12 de junio de 2017

Gloria al bravo once (o “El fútbol que obliga a inventar palabras”) por @WillyMcKey


Por Willy McKey


1

Hacer despertar a un país entero ya era una alegoría poderosa.

El resto es un asunto de perspectiva.

En nuestra biografía de espectadores, oímos sonar por primera vez el himno nacional de Venezuela en una final mundial de fútbol.

No dejemos que se nos olvide ninguno de esos minutos.

El tiro libre cobrado por Lucena durante el primer tiempo, después de dos paradadones de Wuílker Faríñez, pudo haber sido la jugada capaz de espabilar a quienes creían que seguían dormidos. Incluso a sus compañeros, sorprendidos por la audacia de ese tiro al arco que rozó la gloria. De ahí en adelante Herrera se mantuvo recuperando balones que transformaba en una nueva oportunidad para que Peñaranda demostrara la madurez alcanzada con esta nueva personalidad. La ubicuidad de Peña no consiguió el tiro al arco que merecía su visión de juego del primer tiempo y el peso parecía caer en los hombros del portero venezolano.

Y entonces llegó el gol de Inglaterra.

En el minuto 35, Calvert-Lewin supo del talento de Faríñez, quien no puede evitar que el rebote del balón lo llevara a los mismos pies que en un segundo chance si atinaron al gol.

Y a los venezolanos descontrol sabe tomarnos por asalto cuando el juego pierde balance: conocemos lo esquiva que puede ser la justicia.

Hernández y Velásquez recibieron un reclamo del incuestionable Faríñez, haciendo que la frustración no los sacara del único quicio urgente: la capacidad para entenderse, la vuelta al cauce y a las ganas de divertirse.


Es así como desde una recuperación de Herrera llega hasta Peñaranda una pelota que, en un tres contra tres, apresura un balonazo más cargado de esperanza que de tino. En el minuto 40, Faríñez volvió a demostrarnos que nunca habíamos tenido a una portero tan asertivo y ese nuevo paradón terminó en una jugada a balón parado en el minuto 41.

A Peñaranda le correspondió la soledad del tiro libre: buscando el palo del arquero, el peso de la jugada lo devuelve al campo y nos devuelve el aire.

Estuvo cerca.

El marcador los manda a los vestidores con el espíritu movido de lugar.

Los ingleses se van al descanso con la insatisfacción propia de la mínima diferencia.

Los venezolanos vuelven a los vestuarios preguntándose si el flinchy había sido un espejismo.

2

Cuando los seres humanos no sabemos nombrar algo que irrumpe en nuestra realidad, toca inventarse palabras que sirvan para poder sentirnos dueños de las cosas que tenemos en las manos.

El fútbol nunca nos había regalado algo así. El fútbol, ese deporte cuyos dioses nos han dado la espalda conviertiéndonos en los bichos raros de la región. El fútbol, esa madriguera llena de directivos que avergüenzan pero contrastan con esto que vivimos durante semanas.

El fútbol. El fútbol nunca nos había regalado algo así, pero ahora tenemos un relato hermoso que no necesita terminar en una victoria para tener sentido.

El fútbol.

Nuestro fútbol.

Este fútbol: el que flinchy.

3

Al campo salieron sin cambios. Ninguno de los equipos creyó necesario sacar del campo a alguno de los protagonistas.

Y un marcador de 0 a 1 no es ninguna verdad en el fútbol.

Quizás la variante más destacada era ver a Peña más por la izquierda y a Peñaranda convertido en una punta clásica. Después de una tarjeta amarilla a Velásquez, Soteldo empezó a calentar, poniendo en tensión la presencia de Córdoba durante el resto del partido. Después de una recuperación de Ferraresi, el inglés Tomori infligió una falta a Peñaranda que emparejó las amarillas y pusi en evidencia que el muchacho los preocupaba. La Pantera intentaba solo y sin éxito por la derecha, hasta que Lucena metió un balón al área y un cabezazo equivocado de Tomori devolvió el alma al juego criollo.

Tres intentos ofensivos que terminaron en un remate desviado de Chacón. Fue su última jugada. Venezuela necesitaba más balones para Peñaranda y Solange, el 10 inglés, se empezaba a convertir en algo más preocupante que una amenaza. Y entonces Dudamel decide recordarle al mundo quién es el 10 vinotinto y Soteldo entra a cambio de Chacón. Córdoba se queda, aunque a los segundos falla después de un pase corto de Peñaranda en lo que fue la oportunidad más clara para Venezuela en lo que iba de juego.

La Vinotinto empieza a llegar. Soteldo genera situaciones. Son los mismos que jugaron contra los alemanes.

Un córner que llega hasta Herrera es detenido por Woodman, quien tiene que empezar a trabajar de más. Onomac chutó desde lejos y sin defensa que lo achicara, pero el palo bendijo todo el esfuerzo de Faríñez. Y le toca a Soteldo espantar el mal de su mitad del campo. La tarjeta amarilla para Dowell evidencia que a Inglaterra le cuesta parar a Venezuela y Tomori vuelve a tener problemas con el ímpetu inusual de Peñaranda, quien en dos ascensos por la izquierda lo reta. Ferraresi recupera un balón que llega hasta Soteldo. El 10 corre tanto que deja atrás a Peña y se encuentra solo ante la defensa inglesa. Apenas Peñaranda le sirve de apoyo, quien vuelve a apresurarse y falla hacia la pared de malla que devuelve el balón a Inglaterra en un saque de arco.

Se mantiene el marcador y uno podría jurar que está viendo crecer a estos muchachos ahí, encima de esa grama que sirve de escenario a sus angustias mientras el tiempo pasa.

Lucena y Soteldo recuperan balones que parecían imposibles.

Dos pérdidas de balón de Soteldo generan igual cantidad de peligros. El 10 vinotinto parece ausentarse y Dudamel empieza a experimentar en la banca, después de que Ferraresi y Solange tienen un choque que asoma algo de sangre en la cabeza del inglés que lo obliga al salir. Y entonces el DT venezolano decide quedarse sin la altura de Córdoba y hace que Sosa entre como segundo cambio.

Sosa, el héroe contra Uruguay, parece ser un escapulario: a los segundos de su entrada se pita un controversial penal a favor de Venezuela, en una falta contra Peñaranda. Pero el peso de los penales desarma hasta a los más experimentados: no hubo gol y Peñaranda no consigue empatar. Quiso hacer lo que funcionó contra Uruguay, pero Woodman lo detiene con un brazo apenas descolgado y el venezolano no puede recuperar el bote.

Nada rompe el marcador.

Es el fútbol.

Mientras tanto, los ingleses son diez. Solange no ha vuelto al campo e Inglaterra se cierra.

Venezuela es más, pero sin goles eso sabe a poco.

Se asoman los últimos minutos. Soteldo se extravía, aunque mantiene el toque. Peñaranda luce extraviado después del penal. Peña y Herrera pelean balones importantes. Todos los méritos son de los venezolanos, pero el gol los evita.

Cuando llega el balón parado para Lucena toman un segundo aire. Inglaterra insiste en cerrarse. Aún así le siguen llegando balones a Calvert-Lewin. Una falta sobre Sosa vuelve a poner el balón en tres cuartos de campo. No sólo llega Lucena: hasta Ferraresi está en la jugada.

Todos quieren un gol que la suerte no termina de sacarse el bolsillo.

Velásquez detiene avances ingleses en el área como si estuviera en su primer minuto. Peñaranda parece lesionado, pero sabe que le toca entenderse con Sosa. No lo logra. Y tras esa falla, Lucena detiene un avance que se vuelve un contragolpe que compromete a Woodman.

En ese tiro de esquina, hasta Faríñez sube al área. El cobro de Soteldo termina en los pies de un Faríñez que se equivoca, pero a quien nadie puede hacerle algún reproche. Vuelve al arco e intentan sorprenderlo un par de veces. El muchacho de Catia no se deja. Así que Woodman decide comer tiempo por su lado.

En los últimos segundos del tiempo reglamentario, Peñaranda sale con el peso de aquel penal encima y entra Hurtado. La frustración de Soteldo es evidente. Woodman sigue robando al reloj y el árbitro sólo suma dos minutos. Y Sosa vuelve a meter un balón hasta el córner.

Aquí no se rinde nadie.

Inglaterra está extenuada. Los venezolanos han dejado todo lo que tenían en el campo. Han hecho historia. Se termina el juego con la mínima diferencia.
Ganó Inglaterra.

No perdimos.

4

Que no se nos olvide ninguno de estos minutos.

Mientras en el país las calles se vuelven un lugar de sucesos y duelos, estos carajitos demuestran que podemos ser mucho más que el ruido.

Mientras los directivos y la historia de la Federación Venezolana de Fútbol sigue llena de manchas, estos carajitos demuestran que seguirán haciendo fútbol incluso a pesar de las vergüenzas.

Ver a una selección con una tradición como la inglesa haciéndole pasillo a la Vinotinto demuestra la dimensión de esto que vivimos: mientras Inglaterra gana una copa mundial y lo celebra, Venezuela gana algo que sólo sucede una vez en la historia del deporte: esto de hoy, esto sin nombre pero con alma, esto que flinchy.

Si usted sabe de fútbol, entonces estará de acuerdo en que sólo el título le queda a Inglaterra.

Todo el resto del fútbol es de Venezuela.

Son valientes y merecen la gloria de los héroes.

Hacer despertar a un país entero ya era una alegoría poderosa: el flinchy.

Gloria al bravo once.

11-06-17




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