Por Luisa Pernalete
La profe Luisa habla de su
tocaya Ortega Díaz y de la valentía que implica en estos días defender la
Constitución del chavismo.
La verdad es que en estos
tiempos uno agradece cualquier abanico en medio de tanto ahogo. Y no lo digo
sólo por los efectos de las bombas lacrimógenas, sino por el drama con tantas
escenas, que no por recurrentes, dejan de ahogar a uno: la gente que come de la
basura, el niño que no va a clases porque no tiene qué comer, el Hospital J.M.
de los Ríos abandonado con niños-pacientes muriendo, las muertes anticipadas de
jóvenes por defender un futuro que no ven… en fin.
En medio de este desierto sin
oasis visible, surge in crescendo la voz de la fiscal general de
Venezuela -no es cualquier voz- ella, mi tocaya Luisa Ortega Díaz, es la
Fiscal. Con mayúscula. Y agrego lo de in crescendo porque
paulatinamente desde hace un poco más de un año nos fue sorprendiendo con
declaraciones, cumpliendo con su deber pues: “Garantizar en los procesos
judiciales el respeto a los derechos y garantías constitucionales (…)” Artículo
285, #1 de nuestra CRBV.
Habría que mencionar las otras
atribuciones, según la que sigue siendo nuestra Constitución, para que veamos
que ella, mi tocaya, está solamente haciendo lo que tiene que hacer. Recuerdo
un par, contenidas en ese mismo artículo:“Garantizar la celeridad y buena
marcha de la administración de justicia, el juicio previo y el debido
proceso”, el subrayado es mío. O sea, le corresponde vigilar que los detenidos
puedan ser defendidos, que haya razones válidas para ser privados de libertad.
No es cualquier cosa.
También es atribución del
Ministerio Público “Ordenar y dirigir la investigación penal de la perpetración
de hechos punibles…”, establecer responsabilidades pues.
No, no es cualquier cosa. No
es cualquier funcionario. Ser Fiscal no es como ser un actor de reparto, es un
protagonista de la institucionalidad de un país. Lo que hace o deja de
hacer tiene consecuencias.
Recuerdo cuando la Fiscal
habló sobre las masacres del año pasado: Barlovento, Cariaco, entre otras. Sí,
reconozco que nos sorprendió, pues su silencio golpeaba nuestra sensibilidad,
nuestro apego a la CRBV, eso que uno llama “el Imperio de la Ley”. Pero era una
sorpresa que aliviaba en algo la angustia de ver cómo se atropellaba la vida en
este país, y no pasaba nada.
Supongo que no soy la única
que en estas últimas semanas vemos en las declaraciones de la Fiscal un hilo de
humanidad, de legalidad ausentes en las declaraciones de muchos otros funcionarios.
Recordemos, por ejemplo, parte de lo que dijo en rueda de prensa el 24 de mayo:
el joven Pernalete -asesinado el 26/04- murió por el impacto de una bomba
lacrimógena, disparada por al GN; el uso de tribunales militares es contrario a
los principios jurídicos; hay denuncias de militares saqueando, y aprovechó
para informar que han imputado a 19 funcionarios militares.
El respiro no terminó en mayo,
continuó el junio: pidió al TSJ que aclare la sentencia 378, dijo que esa
sentencia “es un retroceso en materia de Derechos Humanos”, agregó que la
participación popular ha sido reducida a su mínima expresión; se pregunta qué
fue de la “democracia participativa y protagónica”. Solicitó que se aclare la
diferencia entre convocatoria e iniciativa. Subraya que “este proceso
constituyente vulnera todas las formas de participación popular”.
Me leí esa declaración varias
veces. Imprimí un resumen y la coloqué en mi cartelera. Me refresca, me anima.
Creo en los procesos de conversión de las personas. Y en todo caso, a estas
alturas del partido, valoro la valentía de todo el que se atreva a defender la
Constitución, valoro la valentía necesaria para cumplir con su deber como
Fiscal y rezo para que lo siga haciendo.
02-06-17
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