Pablo Pérez 08 de junio de 2017
@PabloPerezOf
Nunca
viví la penúltima dictadura que vivió Venezuela y que fue liderada por Marcos
Pérez Jiménez, pero me ha tocado no sólo vivir, sino padecer los estragos de un
autoritarismo que se disfrazó de democracia e intenta construir una hegemonía
total. Una democracia que ya nos les sirve y por eso la quieren terminar de
asesinar.
Una
democracia que ha sido herida en múltiples ocasiones. Cada vez que muere un
venezolano por la feroz represión, se lesiona la democracia. Cada vez que un
manifestante recibe la agresión de los cuerpos de seguridad por el simple hecho
de pensar distinto al régimen, se hiere a la democracia. Cada vez que un
venezolano hurga en la basura para comer, se golpea la democracia.
Cada
vez que se trata de reinterpretar la Constitución Nacional para blindar lo
deseos del Gobierno, se dispara contra la democracia. Cada vez que se destruye
la institucionalidad, están pisoteando la democracia. Cada vez que se deja de
escuchar a un pueblo que quiere cambio, se ataca la democracia.
Venezuela
vive el momento más importante en su historia republicana. La democracia está
en terapia intensiva y la quieren terminar de desconectar para que muera. Esa
es la intención de la convocatoria a una Asamblea Nacional Constituyente.
La
Constituyente, tal como la plantea el oficialismo, es el acta de defunción de
la democracia venezolana porque al Gobierno ya no le interesa ese sistema que
les permitió llegar al poder, una vez fracasaron en el uso de las armas durante
los fallidos golpes de 1992.
La
democracia les gustó mientras sirvió para sus fines, pero como ahora no tienen
pueblo no les gusta para nada. Quieren acabar con el derecho del voto directo,
universal y secreto para diseñar un parapeto de elecciones de segundo grado que
les garantice su permanencia en el poder mediante procesos controlados por
ellos.
Como
ahora ni siquiera son capaces de mantener las Gobernaciones y Alcaldías que
tienen en su poder, quieren eliminar esas instancias de Gobierno a través del
engaño discursivo de dar más poder al pueblo, cuando en realidad se trata de
reforzar el presidencialismo y el control de las regiones.
Están
acorralados. Más allá de sus ínfulas de superioridad y las constantes amenazas
contra la disidencia, tienen miedo. Tienen temor de perder el poder y de ser
juzgados por sus delitos. Por eso intentan maniobrar para apagar la calle. No
entienden que hay un país mayoritario que se cansó de sus mentiras, que ya no
cree en los espejitos que regalan. Un país que quiere cambio. Un país que
impedirá que terminen de asesinar la democracia.
@PabloPerezOf
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Para comentar usted debe colocar una dirección de correo electrónico