Miguel Méndez Rodulfo 30 de junio de 2017
¡Los
cerros están bajando! me dijo la mañana del jueves, una mujer en el Centro de
Caracas. Ella, residente en esa zona del oeste de la capital, me comentó que el
miércoles la furia popular contra el chavismo se hizo presente en la populosa
urbanización. Contó que en la tarde cuando regresaba a su domicilio junto con
su esposo no pudo acceder a su área de residencia por la intensidad de los
disturbios y por la acción represiva de la Guardia Nacional. Optaron por
devolverse y retornar a las 10 de la noche; sin embargo, a esa hora no había
amainado en lo absoluto la protesta. Desde los barrios populares ubicados
encima de Ruiz Pineda, se disparaba contra la GN y se advertía a los
protestantes cuando la guardia se disponía a acometer. Me dijo que los
militares finalmente optaron por hacer amagos de represión más que efectuar
acciones efectivas, por temor a los disparos. Caricuao, le sigue a La Vega y
antes a El Valle. Pero en Cumaná, San Félix y Ciudad Bolívar, también los
barrios populares desataron su furia contra este gobierno.
No hablemos
de Maracay y los saqueos de esta semana, porque tienen un dejo de manipulación
gubernamental para culpar a la oposición y poder así justificar el incremento
de la represión, como si ésta fuera poco. Es muy claro que la oposición y más
que nada la MUD, no cree que saqueando establecimientos como supermercados,
farmacias, panaderías, etc., se pueda derivar beneficios políticos; antes, por
el contrario, los daños a la propiedad privada perjudican a los dueños, pero
también a la comunidad que pierde un punto vital para su abastecimiento. Luego,
esto de ninguna manera es una forma válida de lucha. La actitud complaciente de
la Guardia Nacional que permitió inmutable los saqueos habla por sí misma de
una estratagema gubernamental para desacreditar a la oposición.
En
este mismo orden se ubica el caso del helicóptero que sobrevoló Caracas,
disparó y lanzó granadas contra el TSJ y pudo escapar ileso. Sobre la capital
cualquier aeronave que vuele, puede ser inmediatamente neutralizada, por no
decir derribada. Ni siquiera un dron puede hacerlo, con más razón parece muy
raro que un aparato que no se desplaza rápidamente puede haberle dado tiempo
para inclusive sobrevolar el Ministerio del Interior (vale decir en las
adyacencias de Miraflores); luego, esto huele muy raro, sobre todo cuando fue
una coartada perfecta para tapar que en ese momento militares asediaban a la
Asamblea Nacional, además por la manera en que posteriormente el gobierno se
rasgaba las vestiduras. Ambas situaciones, muy burdas, son propias de los
consejos que el régimen recibe del G2 cubano. Sin embargo, estas simulaciones
son peligrosas porque podrían desatar nudos no previstos por el gobierno,
conduciendo a una escalada en la violencia que podría llevar al país a un
enfrentamiento de proporciones bélicas, si las situaciones se salen de control.
Lo que
si es cierto para todos, incluso para el gobierno, es que antes había una
vuelta de tuerca en las protestas cada dos semanas, luego cada semana y ahora
es cada tres días. Se están produciendo acontecimientos que suman nuevos
elementos a las luchas contra el gobierno con una frecuencia cada vez más corta
y con una intensidad mayor. No falta mucho para que se produzca una
concatenación de esfuerzos dispersos, que logre articular de manera simultánea
un movimiento nacional que dé al traste con esta nefasta dictadura. Caricuao
marcó un punto de inflexión y su ejemplo debe cundir a otros barrios.
Caracas 30 de junio de 2017
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