Alfonso Maldonado 01 de julio de 2017
En
verdad, quería tratar otro tema. Incluso para el programa “Razones para la
Esperanza”. En este, dado un evento empresarial que va a celebrarse en la
ciudad, pensaba explorar el aporte de las empresas al desarrollo de
organizaciones populares y de nuestras zonas populares. En el caso de estas
líneas, iba a resaltar el disparate de militares controlando precios de
artículos importados: si su entrenamiento es militar ¿no es en el terreno del
enfrentamiento dónde se prueban qué tan acertadas han sido sus decisiones? ¿cómo
van a probar dicha correspondencia en el terreno civil y económico, cuando solo
buscan la pleitesía de los subordinados? Lo que pueden terminar ocasionando, si
su intención no es además confiscatoria, el problema del abastecimiento.
Pero
la realidad me impone tratar otro punto que, a falta de un título mejor y más
claro, es el que aparece encabezándolo. De por sí me parece un exabrupto tener
que tratar ese tema, pero el enfoque sesgado de muchos titulares (ABC,
Runrunes, La Patilla, Telesur, Aporrea, RT) y la manera cómo ha resonado en las
redes, me obliga a variar la hoja de ruta. De por sí ya los titulares suenan
tendenciosos en el contexto de la actualidad nacional: “Papa Francisco: son los
comunistas los que piensan como cristianos”. En otros portales resaltan lo que
resalta La Repubblica, de Italia, que organiza la entrevista: Francisco:
“¿Trump? No abro juicio. Me interesa solamente si hace sufrir a los pobres”( Il
Papa a Repubblica: “Trump? Non giudico. Mi interessa soltanto se fa soffrire i
poveri” o la versión en español de parte del mismo periódico). Puede que en el
contexto mundial resalten la expresión anterior por razones conservadoras desde
el punto de vista económico y religioso. En el contexto nacional significa que,
no solo Zapatero, Torrijos y Samper juegan del lado del gobierno, sino que el
representante del Papa también. Y eso no es verdad. Pueden ponerse de acuerdo
para regresar a Mons. Celli a Roma, si quieren. Pero no porque sea un agente
comunista infiltrado enviado por el Papa.
Pero
¿Es el Papa comunista? NO. En las siguientes líneas intentaré sustentar esta
afirmación, si bien examinar meticulosamente todas sus intervenciones me
resultaría arduo. Y habría que hacerlo desde su etapa como Arzobispo de Buenos
Aires.
Primero
¿qué entendemos por comunismo? El comunismo podría enfocarse de triple forma:
desde su concepción teórica (el marxismo-leninismo), desde el comunismo
histórico y desde las personas que dicen ser comunistas.
La
concepción teórica está ligada a Marx-Engels. Si se atiende a su proposición
teórica como una labor intelectual (no como una excusa para asaltar al poder o
unas líneas que supuran azufre), Marx está influenciado por Hegel: para Hegel
lo existente es el mundo de las ideas, el Espíritu o Absoluto, que es dinámico,
que está en continuo devenir con un movimiento dialéctico (tesis, antítesis y
síntesis), que se hace presente, como una encarnación, en las instituciones de
los pueblos. Para Hegel, la máxima expresión desarrollo del Espíritu será
Prusia, lo que hoy es la parte norte de la actual Alemania, en aquel tiempo
otra nación. Este movimiento histórico del Espíritu se da en las relaciones
(dialécticas) entre el siervo-esclavo y el señor, que permite el avance de la
cultura, en el sentido sublime para Hegel, sin que le inmute la pregunta por la
justicia.
Marx
le da un vuelco a este asunto cuando al idealismo de Hegel lo transforma en
materialismo histórico, ligado al control de los medios de producción (capital,
tierra, trabajo). El ser humano es un ser económico, que interactúa con la
naturaleza y la transforma, plasmando su espíritu en la obra acabada. La manera
como transforma la naturaleza, de ella derivan las instituciones sociales. La
sociedad industrial le ha dado un precio a la obra de trabajador,
transformándola en mercancía, y despojándola al trabajador, lo que produce
enajenación y miseria, según Marx. Esto debe ser superado a través de la lucha
de clases, con la colectivización de los medios de producción (supresión de la
propiedad privada) y, de esa manera, acceder a la sociedad perfecta, sin
clases.
El
socialismo real o comunismo histórico se refiere a la manera cómo han
funcionado las sociedades de Europa del Este, China y el lejano Oriente, así como
Cuba, que se inspiran en el marxismo. Se distingue del teórico, en el sentido
de que su realización, con las correcciones que implica la realidad a la
teoría. Algunos lo toman como su verificación, otros ven en ello una falaz
aplicación de que buscaba Marx. Pero por supuesto que ese socialismo real ha
demostrado una crueldad sin precedentes, además de un rotundo fracaso en sus
realizaciones por conseguir una mejor sociedad a precio de la libertad del
hombre. Termina teniendo un parque industrial propio del neolítico, altamente
contaminante y de escasa eficiencia. El mayor exponente fue Alemania
Democrática (lo más avanzado del bloque comunista), que requirió un enorme
flujo de dinero de parte de Alemania Federal para ponerla a la altura, tras su
reunificación.
Considerar
que el actual Papa, siendo Cardenal Bergoglio, coquetease con el marxismo es
ignorar diversas declaraciones y la historia misma de la Iglesia en Argentina.
Cuando el Pontífice se consigue con Gustavo Gutiérrez, el padre del término
“Teología de la Liberación”, se hace a través del Cardenal Müller, prefecto de
la Congragación para la Doctrina de la Fe, que era amigo del sacerdote peruano.
Se desmintió que fuese un reconocimiento de esta línea teológica. Antes no se
habían encontrado nunca. En la entrevista que da lugar al libro El Jesuita (que
luego toma el nombre de “El Papa Francisco, conversaciones con Jorge
Bergoglio”, de Sergio Rubin y Francesca Ambrogetti), el Cardenal indica que,
antes de entrar en el Seminario, leía publicaciones comunistas, en concreto de
Leónidas Barletta, sin que por ello él llegase a hacerse comunista, por un
familiar que se las hacía llegar (p. 51 de la versión digital; conoce lo que es
el marxismo, así como Juan Pablo II tenía en su biblioteca, como obispo de Cracovia,
también los clásicos del marxismo). También suscribía, al momento de la
entrevista, la advertencia de las Instrucciones vaticanas en tiempos de Juan
Pablo II en relación con al uso del marxismo como instrumento de análisis de la
realidad, cosa que sería errada (p. 121). El encargado de la Instrucción fue el
cardenal Ratzinger, después Benedicto XVI. Por cierto, que algo que se ignora
es que el mismo Benedicto XVI, y creo que Juan Pablo II, afirman sobre la
acertada crítica que el marxismo hace del capitalismo, sin que su propuesta
represente la alternativa. Sea desde el punto de vista teórico como desde el
apoyo factico, es absurdo considerar que el papa Francisco pudiese ser
comunista.
—Ocurre
que —como lo expresé en una visita a la
radio del santuario de San Cayetano— es un deber
compartir la alimentación, el vestido, la salud, la educación
con nuestros hermanos. Algunos podrán aseverar: “¡Qué
cura comunista éste!”. No, lo que digo es Evangelio puro.
Porque, ojo, vamos a ser juzgados por esto. Cuando Jesús
venga a juzgarnos le va a decir a algunos: “Porque tuve
hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber,
estaba desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me
visitaste.” Y, entonces, se le preguntará al Señor: “¿Cuándo
hice esto porque no me acuerdo? Y el responderá: “Cada
vez que lo hiciste con un pobre lo hiciste conmigo.” Pero
también le va a decir a otros: “Váyanse de acá, porque tuve
hambre y no me dieron de comer.” Y, también, nos
reprochará el pecado de haber vivido echándole la culpa por
la pobreza a los gobernantes, cuando la responsabilidad, en
la medida de nuestras posibilidades, es de todos. (p. 121s)
radio del santuario de San Cayetano— es un deber
compartir la alimentación, el vestido, la salud, la educación
con nuestros hermanos. Algunos podrán aseverar: “¡Qué
cura comunista éste!”. No, lo que digo es Evangelio puro.
Porque, ojo, vamos a ser juzgados por esto. Cuando Jesús
venga a juzgarnos le va a decir a algunos: “Porque tuve
hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber,
estaba desnudo y me vestiste, estuve enfermo y me
visitaste.” Y, entonces, se le preguntará al Señor: “¿Cuándo
hice esto porque no me acuerdo? Y el responderá: “Cada
vez que lo hiciste con un pobre lo hiciste conmigo.” Pero
también le va a decir a otros: “Váyanse de acá, porque tuve
hambre y no me dieron de comer.” Y, también, nos
reprochará el pecado de haber vivido echándole la culpa por
la pobreza a los gobernantes, cuando la responsabilidad, en
la medida de nuestras posibilidades, es de todos. (p. 121s)
Hay
que recordar que estando los Kirchner en el poder, que representan cierto
estilo de izquierda latinoamericana, el Cardenal Bergoglio fue una piedra en el
zapato.
Por
otro lado, la línea teológica que fue impulsada en Argentina se conoce como
“teología del pueblo” o “teología cultural”. Es también una teología
latinoamericana pero que se distancia del análisis marxista (que se desliza
hacia una justificación de la lucha de clases). Su referencia es el pueblo,
como aquel estrato de gente pobre y sencilla donde reside la cultura (estilo de
vida, de ver y hacer las cosas) propias de una nación. Este pueblo (distinto de
la élites) tiene una reserva de fe que lo manifiesta a través de la
religiosidad popular, pero que es resistencia y solidaridad en medio de
condiciones prácticamente infrahumanas. El pueblo sufrido impacta por su
capacidad de conservar la alegría y la humanidad. Tiene que ver con los pobres.
Y los pobres son los predilectos de Jesús, según el Evangelio y los documentos
de la Iglesia latinoamericana. Según se le trate, seremos juzgados (Mt. 25).
Si la
Iglesia quiere ser fiel al Evangelio de Jesús, debe sumergirse en el mundo de
los pobres. Por eso es que él, como Cardenal, usa el transporte público como
uno más y vive en un pequeño apartamento a un lado de la Catedral. Puede que el
no haber tenido televisor (seguía los partidos de futbol del San Lorenzo por
radio) se debiese a su austeridad (no distraer los sentidos para concentrarse
en lo espiritual y laboral), pero el estar pendiente de la Villas (barrios),
movilizando personal y recursos y saliendo él al encuentro de la gente, tiene
que ver con todo esto. Su lenguaje, visión teológica y visión humana están
mediados por esta experiencia. No se contenta con el análisis estadístico, sino
que se zabulle en la realidad, con notable sensibilidad. Esto marca su
personalidad como pastor.
Sin
embargo, no es una actitud de confortar al pobre con una esperanza de vida
eterna. De nuevo, desde esa experiencia, pero sin descuidar la reflexión y
encuentro con aquellos que puedan brindar luces, expertos y asesores. Y, dentro
de este encuentro, están los movimientos populares: gente que desde la pobreza
se organiza, como los cartoneros entre otros. Tiene que ver con la parte de
reivindicación. Por cierto, Bergoglio como arzobispo de Buenos Aires no rehuía
reunirse con empresarios, sin olvidar su preocupación por la desocupación sino
movido por ella. En él es muy fuerte el sentido de trabajo, por el cual una
persona reivindica su dignidad cuando puede llevar a su casa lo necesario para
sostener a su familia: puede mirar a los ojos a sus hijos, dice Bergoglio. Con
los movimientos populares va a hablar de las famosas 3 “T”: trabajo, tierra y
techo.
Resulta
curioso que, en el 2015, el Papa haya decidido visitar antes, como primer viaje
planificado por él a América, acudir a Ecuador, Bolivia y Paraguay. En el mismo
año en que iba a acudir a los Estados Unidos, que terminó antes pasando por
Cuba. Puede interpretarse equivocadamente, como una decisión ideológica. Pero
lo considero inexacto: ni desvió el avión para Venezuela ni se detuvo en su
amada Argentina, todavía bajo la presidencia de Cristina Fernández de Kirchner.
Tomó la arriesgada decisión de acompañar a dos pueblos en busca de algo nuevo
(Ecuador y Bolivia, a los pueblos, no a los gobiernos), para en Paraguay, la
tierra de las famosas Reducciones (la película “La Misión”), en el encuentro
con representantes de la sociedad civil advertir sobre los peligros de las
ideologías y de quienes detentan el poder (23′”30-25’25”):
No
sirve una mirada ideológica, que termina usando a los pobres al servicio de
otros intereses políticos o personales (cf. Evangelii Gaudium199). Las
ideologías terminan mal, no sirven, las ideologías tienen una relación o
incompleta, o enferma o mala con el pueblo, las ideologías no asumen al pueblo,
por eso fíjense en el siglo pasado, en qué terminaron las ideologías, en
dictaduras, siempre, siempre, piensan por el pueblo, no dejan pensar al pueblo.
O como decía aquel agudo crítico de la ideología cuando le dijeron pero esta
gente tiene buena voluntad y quieren hacer cosas con el pueblo, todo por el
pueblo pero nada con el pueblo, esas son las ideologías. (Aciprensa).
En
Bolivia se hizo presente en la II cumbre de movimiento popular, que hace un par
de semanas volvió a reunirse en Roma. Su presencia y palabras avalan esta
búsqueda desde que era obispo de Buenos Aires. No existe este compromiso con el
modelo cubano ni venezolano. Incluso parte de su esperanza por reducir el
impacto ambiental, Francisco lo deposita en la lucha de los movimientos
populares.
Desde
este panorama (los pobres y el medio ambiente), puede interpretarse su crítica
a lo que él llama la idolatría del dinero: hombres y recursos se sacrifican a
un dios falso, que solo produce dividendos. Por ganancias, se descuida al
hombre y a la mujer, que deben ser el centro de la economía. Al igual con el
ambiente. Por ello dice que el sistema está mal y es perverso. Es una crítica
que es moral: impele la voluntad de las personas para buscar otros caminos o
para comprometerse a no pensar solo en las ganancias. Por ello en Estados
Unidos dice que la libre empresa está bien, si sirve para crear puestos de
trabajo.
Es
cierto que no se refiere, normalmente, a Cuba y Venezuela, modelos ambos
fracasados, para criticarlos. Pero es que Cuba y Venezuela no tienen ninguna
incidencia a nivel mundial: son un agujero negro en la historia. Y él más que a
países, se refiere al sistema. El neoliberalismo sí tiene un impacto global:
sea cuando le da preferencia solo a las ganancias, cuando promueve una
globalización que aplane las diferencias o que considere a jóvenes y ancianos
como descartables. Y esto último también es llamativo. No es que el Papa esté
mal informado. Sabe que la industria hoy en día tiende a la automatización y
robotización. Si antaño una factoría se mudaba a puntos de la tierra con una
serie de ventajas, como el costo de la mano de obra en China, hoy en día las
industrias pueden permanecer donde sea, que no va a encarecerse el producto
final, puesto que la cantidad de personas empleadas puede ser mínima. Sobra
gente de los procesos de producción. Y nadie se toma en serio que haya una masa
juvenil, por ejemplo, sin posibilidades de labrase un futuro con su trabajo
(discurso al Parlamento europeo, en oportunidad de recibir el premio
Carlomagno, el 6 de mayo de 2016). En esa ocasión el Papa vuelve a hablar del
sistema (económica líquida), y propone, en la línea de sus sucesores, pasar a
una economía social de mercado.
Tiene
que ver también, por supuesto, con la educación. Ese sentido de la
indiferencia, porque no hacen falta, lo ve con las guerras, los refugiados y
desplazados. Y con el medio ambiente: la depredación del medio ambiente lo
relaciona con la misma globalización y alianzas económicas. No lo dice
Bergoglio sino yo: en el documental “La guardiana de los ríos”, que recoge la
lucha de Berta Cáceres y las comunidades indígenas hondureñas por la
preservación de los ríos (que recomienda el New York Times), ellas dicen que la
creación de embalses al final no los beneficia, aunque los políticos digan que
es para el progreso del país. Decían los indígenas que era para sacar energía
hacia los Estados Unidos. La secretaria Clinton, en el último debate, defendió
ante su contrincante los tratados comerciales con América porque, ante el
agotamiento de las fuentes tradicionales de energía, ellos servían para traer
nuevas fuentes, como la electricidad, en otros países (28′-29′). En el
documental las comunidades indígenas les dicen a los políticos que ellos les
prestan el aire, pero no el agua, para que puedan sacar la energía que les haga
falta.
El
Papa es muy preciso ante la desconfianza en el sistema. No solo tiene en cuenta
las estadísticas. Leí que “en 2011, desde el sector privado, el “Global Wealth
Report” (Estudio Global de la Riqueza) del Credit Suisse Research Institute
halló que el 10% más rico tenía el 84% de la riqueza mientras que la mitad más
pobre solo un 1%.”, sin calcular el dinero oculto en paraísos fiscales. En la
comida que se bota en los países desarrollados, se podría alimentar al resto de
la población mundial hambrienta, recuerda el Papa en una entrevista a Henrique
Cynerman, en la Televisión Vaticana (30′-36′).
Cuando
un sacerdote, como en mi caso, se mete a un barrio, puede encontrarse con
grupos que luchan con este en diversos frentes: el cultural, el deportivo, el
educacional, etc. Los llamados luchadores sociales son, normalmente (al menos
antes que algunos fuesen cooptados por el gobierno) o cristianos o gente de
izquierda (hasta comunistas). No me refiero a la actualidad, sino desde los
años 90. El sacerdote que no se encierre en su parroquia y quiera proyectar
diversos servicios se encontrará con esta realidad. Los que tienen posturas
políticas tradicionales suelen rezar, pero no hacer trabajos comunitarios. Así
que uno puede conseguirse con personas de izquierda muy convencidas que pueden
actuar con sentido oblativo.
El
reto pastoral puede ser engranar con estas personas, si hay proyectos de
interés para la comunidad como la lucha contra las drogas. Incluso pudiese
formar parte de la tolerancia y respeto hacia las diferencias. La cuestión es
cuando del trabajo comunitario o luchas o protestas (que puede tener un sentido
político), se utiliza a las comunidades cristianas para influir en la población
para inclinarse por una opción política que contradice la fe, o cuando se
pretende manipular el trabajo para impulsar una lucha de clases. Esa es la
dificultad que no puede enfrentarse desde la distancia: ¿si el médico del
ambulatorio dice que es comunista, no se va a poder coordinar con él un
proyecto de salud? Eso forma parte del tercer aspecto de la reflexión: las
personas que han asumido el comunismo como forma de vida y de servicio, desde
lo apuntado anteriormente. Ni el Papa ni cualquier sacerdote va a negarse a
tratarlo. De hecho, el Papa consiguió salvar diversas personas que estaban
siendo perseguidas por la dictadura argentina, por ese motivo. Aunque él
recuerda que también la dictadura persiguió a simples agente de catequesis
parroquiales, que hacían labor en la villas (barrios).
Y esta
gente que está convencidamente mentida en las comunidades, pretendiendo superar
la pobreza, es la que el Papa se refiere cuando dice “si acaso son más bien los
comunistas los que piensan como cristianos”. Por cronología, el cristianismo
tiene 20 siglos profesando el amor por los más necesitados (ahí está san
Francisco de Asís). La sociedad fue perdiendo su referencia religiosa quedando
aspectos de la valoración de la entrega, como la filantropía, pero sin la
referencia a la Divinidad. Inclusive Hegel es un cristiano a su manera que está
influyendo directamente a Marx. Los comunistas de base pueden pensar como los
cristianos. Lo que le faltó decir al Papa es: “y los comunistas terminan
haciendo lo que les tocaba a los cristianos y se negaron a hacer”. Por andar
discutiendo si el Papa es comunista, en vez de colaborar por tener un mundo
mejor y ser considerado dignos del Reino celestial.
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