Miguel Pastorino 30 de septiembre de 2017
Muchas
veces experimentamos dificultades a la hora de relacionarnos con los demás, no
solo por no saber comunicarnos o expresarnos abiertamente, sino por no
comprender a los demás, por no captar realmente lo que nos están diciendo.
Priorizar
al otro
Un
fragmento del filósofo Heráclito dice: “Incapaces de escuchar y de
hablar, así son los hombres”. Cuando escuchamos a los demás, siempre
estamos pensando en algo y vamos al encuentro del otro con preguntas previas
(Heidegger), porque cuando escuchamos a otro nos preguntamos qué tiene que ver
eso con nosotros, con nuestros intereses. Y sin quererlo, ya no estamos
escuchando realmente al otro, sino que seguimos centrados en nosotros mismos,
buscando lo que nos interesa.
Hay
veces que estamos tan centrados en nosotros, que cuando el otro quiere
abrirse para contarnos algo, en pocos instantes ya estamos pensando en alguna
situación nuestra similar y hasta le interrumpimos contándole lo que nos sucede
a nosotros. La autorreferencialidad es algo muy extendido y es difícil
encontrar a alguien que escuche despojado de todo interés o ansiedad por contar
lo propio.
La
costumbre de estar atento al otro solamente en la medida en que lo que tenga
para decir tenga que ver conmigo, es el gran obstáculo para la comprensión de
los demás.
Solo
si amamos realmente al otro, le escucharemos atenta y desinteresadamente,
tratando de comprenderle más allá de si tenemos algo para decir o no, de si
tiene que ver con nosotros o no. No son pocas las veces que las personas que no
se sienten escuchadas tienen que advertirle al otro: “¡Esto no tiene que ver
contigo!, solo quiero compartirlo”.
Más
allá de las ideas
Para
comprender a los demás no alcanza con entender lo que dice, con captar sus
ideas, sino también lo que siente, lo que trata de poner en palabras y tal vez
no lo diga de la mejor manera. Descubrir al otro en todo lo que
comunica, no solamente lo que dice en palabras, es escucharle completamente.
El
Cardenal Martini aconsejaba siempre comenzar la comunicación comenzando por
expresar los sentimientos, por hablar de cómo nos sentimos. Cuando escuchamos a
otro, puede ayudarnos prestar atención a la pasión que pone en algunas cosas
que dice, en las cosas que repite, en lo que más lo moviliza.
¿Cómo
interpretar mejor?
Normalmente
hay una gran distancia entre lo que nosotros entendemos, lo que el otro dijo y
lo que realmente quiso expresar desde su interior. Estar
consciente de esto ayuda a evitar muchos malentendidos.
No
pocas veces estamos más atentos a lo que significan ciertas palabras para
nosotros y a lo que nosotros ya pensamos que el otro dice, que a lo que
realmente quiere tratar de comunicar. Si cuando el otro me dice algo, ya
estoy pensando que tengo la interpretación de lo que está queriendo decir,
muchas veces hasta pensando mal, no sabré nunca que fue realmente lo que quería
decirme.
A
veces es de mucha ayuda, al finalizar, preguntar si hemos entendido bien: “¿Lo
que me dijiste es que…? Reformular lo que el otro dijo con nuestras
palabras, puede ser útil para saber si de verdad le hemos comprendido.
Empatía
Ponerse
en el lugar del otro es lo más importante para intentar comprenderlo, vaciarnos
de nosotros para recibir lo que el otro tiene para decir. En la vida espiritual
se crece en la medida que se aprende a escuchar, porque no es solo “estar”
frente al otro y recibir lo que tiene para decirnos, sino hacer de nuestra
interioridad una morada para el otro.
Las
personas se expresan de manera muy diversa y esto exige recibirlo tal como se
manifiesta. Hay quienes se expresan exageradamente, porque necesitan despertar
interés en quien los escucha, no porque nos quieran mentir, sino que
buscan que sintamos lo mismo que ellos, con la misma intensidad con la que
viven lo que nos están contando.
Cultivar
el silencio
El
silencio es lenguaje de amor, de profundidad, de estar realmente presentes ante
el otro. El silencio muchas veces es más elocuente y
comunicativo que cualquier palabra. Es una forma de estar presentes ante los
demás y recibirlos con apertura y sensibilidad.
Escribe
Enzo Bianchi que “el silencio profundo genera caridad, la atención al
otro, la acogida del otro, la empatía hacia el otro. El silencio excava en lo
profundo de nosotros un espacio para hacer habitar en él al otro”.
Un
consejo práctico
Ayuda
mucho estar tranquilo, porque el otro percibirá mi ansiedad. Es cada vez más
importante poner atención total al otro, dejando lejos el teléfono y no estar
haciendo otra cosa mientras nos hablan, mirando siempre a los ojos y no
interrumpir al otro innecesariamente. A fin de cuentas escuchar
es una forma de amar.
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