Fernando Camino Peñalver 30 de septiembre de 2017
@fernandocaminop
Se han
iniciado las labores de cosecha del ciclo de “invierno” de este año. Como lo
han venido denunciando los gremios del sector, 2017 ha sido el peor año para la
producción y la productividad de los cultivos sembrados en este ciclo, desde
que se llevan estadísticas y cifras sobre la producción agrícola vegetal en
nuestro país.
La
debacle agrícola de 2017 no se ha producido por un fenómeno natural (exceso de
lluvias o prolongada sequía), ni mucho menos por el ataque incontrolable de
plagas o enfermedades (virus, bacterias, hongos). La debacle agrícola de este
año se ha producido como consecuencia de la coexistencia dentro del régimen de
dos grupos: los dogmáticos y los “pragmáticos”, con diferentes intereses pero
con un mismo objetivo: acabar con la producción nacional de alimentos. Los
dogmáticos por su equivocado afán de aplicar un modelo económico basado en una
ideología obsoleta y los “pragmáticos” por su desmedida avidez lucrativa,
caracterizada por manejos nada apegados a la ética empresarial.
El
resultado de la “borrachera ideológica” y del festín con los petrodólares, ha
sido la ruina de toda la cadena de la producción agroalimentaria, diezmada por
la inseguridad jurídica, el irrespeto a la propiedad privada, los controles de
precio y de la comercialización. Por supuesto, quien ha pagado los “platos
rotos” de este desastre, ha sido el 85% de nuestra población que está sufriendo
la escasez y la carestía de los alimentos.
El año
pasado la producción nacional de materia prima para la agroindustria, solo pudo
cubrir un treinta por ciento de las necesidades requeridas para la fabricación
de alimentos. A pesar de la caída del consumo de nuestra población, esta
producción apenas alcanzó para noventa días de manufactura de harina de maíz,
arroz, azúcar y alimentos para pollos, gallinas y cerdos. La elaboración de
alimento para animales a base de maíz amarillo, sorgo y soya, son necesarios
para que haya oferta de huevos, carne de pollo, de cerdo y sus productos
derivados.
El
desastre de la producción de este año, es peor que la caída de la cosecha de
2016. Según las estimaciones de los gremios agrícolas y los resultados del
inicio de la cosecha, la producción de materia prima solo alcanzará para un
veinte por ciento de los requerimientos de la agroindustria y durará solamente
para sesenta días de manufactura de alimentos y forrajes.
La
incertidumbre que pesa sobre los productores, presagia un desenlace similar al
del fracaso de la siembra del ciclo de “invierno” de este año. La escasez de
semillas, de fertilizantes y de agroquímicos, es la consecuencia directa de la
monopolización del agrocomercio por parte del gobierno. Esta grave situación y
la paralización de la maquinaria por falta de repuestos y combustible, marcaran
el fracaso del ciclo “norte-verano” de este año, agravando la situación de
escasez y carestía de los alimentos.
La
debacle agrícola de este año aumentará la crisis humanitaria que estamos
padeciendo, que puede convertirse en emergencia humanitaria. Por lo tanto,
nuestro país reclama un cambio de gobierno, que asuma con urgencia, medidas
dirigidas a solucionar el abastecimiento de alimentos a corto y mediano plazo.
Pero es fundamental la consolidación de un plan agroalimentario que nos
garantice el pleno abastecimiento de forma permanente.
Un
modelo moderno de abastecimiento de alimentos, que nos garantice la Seguridad
Alimentaria, debe estar fundamentado en la concertación de los planes de
producción, con todos los integrantes de los circuitos agroalimentarios. Esta
concertación solo puede darse, si garantizamos reglas claras para el desarrollo
de la actividad productiva y eso solo se logra garantizando la seguridad
jurídica, que estimule la inversión privada para aumentar la producción y la
productividad.
Si
garantizamos la seguridad jurídica, convertimos la producción de alimentos en
una actividad rentable. Cuando una actividad económica es rentable, atrae el
flujo de inversión financiera sin necesidad de obligar a la banca a invertir.
Con reglas claras y proyectos racionales de producción, estaremos en el foco de
la inversión financiera internacional, dispuesta a financiar tecnología e
infraestructura para nuestro desarrollo agroalimentario.
@fernandocaminop
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