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domingo, 8 de octubre de 2017

Es con optimismo por @leomoralesP


Por Leonardo Morales P.


El optimismo es una forma de vida, de dar cara a las circunstancias aun cuando ella se revele adversa. Vivir de esa manera siempre ofrece la ventaja que, aun cuando la adversidad se atraviese, existe en el yo de cada quien la necesidad de enfrentar el próximo obstáculo con el mismo entusiasmo. El optimista siempre ve hacia el futuro, consigue en la desventaja una oportunidad para lograr objetivos.

Su contrario, el pesimista, es una suerte de llorón crónico. Éste siempre se siente amenazado y obstaculizado. Sus circunstancias y sus fracasos, que en la mayoría de los casos abundan, se lo atribuyen a terceros. El pesimista vive en una eterna tautología, no crea ideas sino que gira sobre ellas, sobre sus errores. Es, por lo general, una especie que milita en el fracaso y quiere que los demás se abracen a su tragedia.

Estos seres, suerte de nube negra, pretenden dictar pautas a aquellos para quienes la vida no transcurre en la sinrazón, sino que, por el contrario, viven en el conocimiento y enseñanzas de la historia, en la reflexión sobre los procesos sociales y políticos, en un fluir permanente de ideas.

A días de realizarse un proceso electoral los pesimistas siguen sin entender que el logro de un triunfo de los sectores democráticos, obteniendo la mayoría de las gobernaciones, tiene implicaciones significativas en el fin del régimen. Qué hubiera acontecido si los venezolanos y los chilenos no hubieran concurrido a las consultas populares adelantadas por Pérez Jiménez (1957) y Pinochet (1988), con pleno control de los organismos electorales. No lo sabemos, pero sí se sabe de las consecuencias de su participación: en ambos se casos se legitimó, a través del sufragio, el fin de esas dictaduras y no su régimen.


Suponer que la abstención electoral será el detonante que hará posible que el portaaviones Gerald R. Ford surque el Mar Caribe para poner orden en Venezuela, revela lectura de historietas inútiles. Los venezolanos hemos atravesado momentos de gran dificultad y la que hoy nos agobia la superaremos. Bien vale la expresión de Rómulo Betancourt en alusión a Fidel Castro: "Dígale a Fidel Castro que cuando Venezuela necesito libertadores, no los importó, los parió". Dejemos a los Marines donde deben estar.

El voto no es un acto fútil como algunos sugieren, por el contrario, es un arma poderosa, nada desdeñable, que debe ser utilizada en todas aquellas oportunidades que se presenten. Insistir en la abstención nos coloca lejos de los principios democráticos y deja en manos del régimen instituciones que no obtendrían de otra manera.

Los abstencionistas, escépticos y pesimistas, insistirán en mostrar virtudes inexistentes en su postura, conjugarán el verbo legitimar, muy de moda en sus discursos, cual salvavidas de concreto al cual están asidos junto a Maduro.

La realidad parece revelarse inexorablemente en sentido contrario a sus intereses. El pueblo venezolano ya ha probado el amargo sabor de la abstención y sus consecuencias; qué hubiera sido del corajudo pueblo tachirense si su gobernador hubiera sido otro, idea que puede repetirse en otros estados.

Hoy no se trata de lo que se pueda hacer al frente de un gobierno regional, sino de los efectos devastadores que tiene para el gobierno nacional perder la mayoría de ellas. Hacia allá va dirigido el éxito electoral del próximo 15 de octubre: a abrir las esclusas que desalojarán del poder a la arbitrariedad y a la incompetencia.

El optimismo, ergo, la esperanza es la que ha de apoderarse de la razón de las grandes mayorías nacionales, para brindarse el derecho a obtener un triunfo electoral que colocará al país en la antesala de un mejor porvenir.

07-10-17




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