Miguel Méndez Rodulfo 05 de octubre de 2017
Desde
finales del siglo XIX Venezuela contaba con un sistema bancario abierto, en el
cual operaban libremente bancos privados tanto nacionales como extranjeros.
Para entonces no había bancos públicos. Estos bancos podían emitir billetes, o
papel moneda, de curso libre, pero sólo hasta dos veces el capital de la
entidad. Este capital, a su vez, debía estar representado en monedas de oro; de
manera que la unidad monetaria era el “bolívar oro”, por lo cual Venezuela se
regía por el patrón oro. Esta limitación a las emisiones bancarias, junto con
el establecimiento de un encaje igual al 30% de las obligaciones del banco,
evitaron que la economía creciera artificialmente y dio lugar a una exigente disciplina
monetaria. Por si fuera poco, como resultado del bloqueo a los puertos
venezolanos en 1901, efectuado por las potencias mundiales en reclamo del pago
de la deuda, el equipo económico de Gómez instrumentó una férrea disciplina
fiscal, planificó la cancelación de la deuda pública externa e interna, saneó
las finanzas públicas e instrumentó una política de promoción del comercio
libre y de las inversiones extranjeras. Entonces, teniendo el país una adecuada
política monetaria, fiscal y cambiaria, era obvio que hubiese un largo período
de estabilidad y que entre 1920 y 1940 el país creciera un promedio de 10%
interanual. Este crecimiento era extraordinario, si se considera que Venezuela
era un país pobre, atrasado y analfabeta, pero sirvió para sentar las bases del
desarrollo futuro del país. Es de destacar que aunque el petróleo apareció para
esa época en el panorama económico de la nación, no jugó un papel estelar, como
ocurriría luego, no se produjo un crecimiento del Estado y éste no se endeudó
para alimentar el gasto público.
En
1939 se funda el Banco Central de Venezuela y desde entonces el ente emisor
pasaría a ser el único banco con facultad de emitir billetes de circulación
nacional. Desde sus inicios el BCV fue muy austero en el manejo del dinero y se
siguió implementando el mecanismo de que las emisiones de billetes fueran
respaldadas por oro y ahora también por divisas, además de que 50% de las
obligaciones estaban sometidas a encaje legal. Pero sobre todo estaba negada la
posibilidad de financiar al gobierno. Así durante sus primeros 20 años el BCV
brindó mucha estabilidad al país, de manera que este período de gracia
alcanzaría un lapso de 40 años y sería de crecimiento continuo. La paradoja es
que esta larga estabilidad y crecimiento económico se produjo en ausencia de
libertades políticas. Para finales de los cincuenta el país reclamaba cauces de
libertad y el ejercicio de la democracia.
Los
gobiernos democráticos lograrían que Venezuela iniciara una senda sostenida de
desarrollo, dentro de parámetros de austeridad económica, pero invirtiendo en
capital humano y dotando al país de las infraestructuras necesarias para
asegurar una buena calidad de los servicios públicos. Se inició así el período
más estelar de la nación, con la creación de una poderosa clase media y de un
alto nivel de vida, como nunca antes lo había disfrutado Venezuela. Esto fue
así hasta 1974, cuando se cedió a la tentación del nacionalismo de Estado y la
consecuente hipertrofia de éste. En ese año se reforma la ley del BCV para
convertir al instituto emisor en un banco de desarrollo, de manera que
estuviera en capacidad de fijar tasas subsidiadas diferenciales de forma que el
gobierno pudiera redescontar títulos, para derivar ingresos y poder financiar
proyectos en los sectores agrícolas, de la construcción, Pymes, etc. Igualmente
se facultó al BCV para realizar operaciones de mercado abierto de manera de
financiar al gobierno. Como resultado de esta desviación de la misión del banco
central, se produjo en los años subsiguientes la indisciplina fiscal, el
gigantismo del Estado, y un problema crónico de déficit fiscal. En lo adelante,
nunca más volvimos a un período de estabilidad económica, sino que la
inflación, el endeudamiento y las recurrentes devaluaciones, serían las características
de nuestro comportamiento económico. En la nueva gobernabilidad, hay que tomar
nota de esto, no repetir los errores del pasado, pero si sus aciertos.
Caracas,
5 de septiembre de 2017
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