Ingrid Jiménez Monsalve 02 de octubre de 2017
Antes
del 30 de julio, en medio del fragor de las protestas y la creciente presión de
la comunidad internacional sobre el régimen venezolano, parecía que el cambio
era inminente y que en cuestión de días o semanas Maduro abandonaría el poder y
abriría las puertas a una transición democrática. Después de la instalación de
la Asamblea Nacional Constituyente, el optimismo de los que creían que el
chavismo tenía los días contados mutó en frustración y desconcierto. Ahora cabe
preguntarse: ¿La posibilidad de una transición está definitivamente cerrada?
Un
creciente número de investigaciones dan cuenta de las transformaciones de la
democracia y de los factores que permiten las transiciones de regímenes
autoritarios a democráticos, superando el enfoque determinista según el cual la
democracia requiere un conjunto muy específico de condiciones, generalmente
presentes en los países con elevado desarrollo económico.
Para
estudiar las transiciones se encuentran trabajos clásicos como los de Linz, O´
Donnel y Schmitter y, más recientemente, el libro de Bittar y Lowenthal sobre
transiciones democráticas.
Groso
modo, los expertos señalan que construir democracias no es un proceso sencillo
ni rápido, y las transiciones pueden comenzar silenciosamente; por esto es
difícil delinear su inicio, secuencia y trayectoria. Los autores citan los
ejemplos de Chile, España, Brasil y Filipinas, donde las transiciones tardaron
mucho tiempo en madurar.
Otro
hito esencial de los procesos de transición democrática, de acuerdo con los
autores mencionados, es que las manifestaciones multitudinarias por muy
imponentes que sean no son suficientes para que se produzca el quiebre
autoritario. Esta consideración es esencial, por cuanto un sector importante
del país, y de la dirigencia opositora creyó que las protestas masivas por sí
solas serían capaces de desplazar al gobierno.
Las
protestas masivas no pueden durar indefinidamente y mucho menos cuando se
desata una gran represión como la ocurrida en Venezuela. Las manifestaciones
son importantes y deben estar acompañadas de una estrategia articulada de alta
política, que considere el peso de los actores políticos más relevantes como
los partidos políticos, las fuerzas armadas y los poderes públicos.
De
hecho, Schmitter sostiene que los partidos políticos y sus líderes tienen un
rol central en la activación de la transición, al tiempo que la sociedad civil
puede contribuir más eficazmente, una vez desencadenado el proceso para brindar
el apoyo necesario a las decisiones que tome el nuevo gobierno.
En
Venezuela, la diversidad de factores de poder e intereses que hacen vida dentro
del gobierno, y su firme decisión de permanecer en el poder más allá de los
límites constitucionales impide una apertura. Además, el modelo político está
firmemente atado a un modelo económico profundamente injusto que garantiza
grandes beneficios a un sector minoritario del país a costa del sacrificio de
la mayoría.
Otro
obstáculo muy particular del caso venezolano es el desmantelamiento de la
institucionalidad del Estado, lo cual hace más complejo tratar de sustentar una
transición en las instituciones pre existentes.
Tampoco
se puede soslayar la participación
activa de potencias como China y Rusia, cuyos intereses geopolíticos son
antagónicos a los de Occidente, y para quienes nuestra crisis es una carta
importante para negociar en el juego de poder de las potencias.
Algunos
analistas sostienen que la polarización es otro de los grandes obstáculos que
se presentan pero la evidencia señala que en países como Argentina y Chile
donde la polarización también fue muy fuerte, se lograron consolidar
transiciones exitosas, acompañadas de políticas de memoria y reparación de las
víctimas.
Del
lado de la oposición su principal fortaleza es también una debilidad, porque la
diversidad de partidos políticos que la conforman en numerosas ocasiones no
tienen estrategias alineadas, más allá de la alianza electoral, lo que revela
también lecturas opuestas del proceso político y de interpretación de la
naturaleza del régimen.
Cada
transición tiene su propia dinámica y es imposible predecir en qué momento
ocurrirá. Pero la lección que podemos extraer del análisis de los procesos en
América Latina y Europa es que con trabajo político constante se puede
construir una alternativa y lograr lo que por el momento no parece posible.
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