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domingo, 17 de diciembre de 2017

Egolandia y la multiplicidad de vocerías por @polis360


Por Piero Trepiccione


En comunicación política no puede haber recomendación más sabia que la concentración de las vocerías. El mensaje, o lo que quieres transmitir, tiene que llegar con la mayor claridad posible a tu audiencia para que pueda ser procesado adecuadamente a los objetivos que te has planteado y, en consecuencia, lograr la identificación plena con la opinión pública.

Esa recomendación fue atendida cabalmente por la oposición venezolana que, después del estruendoso fracaso de 2005, le pidió a Ralph Murphine, un conocidísimo consultor político internacional, venir al país para sugerir algunas herramientas para su reorganización. Lo primero y más enfático que dijo Murphine fue justamente la cantidad de voceros alrededor de la coordinadora democrática que impedían realmente llevar a cabo planes comunicacionales de gran impacto.

Seguidamente pasó a decir: “es necesario que la oposición venezolana tenga un vocero o a lo sumo dos, para actuar y comunicar con lógica y efectividad”. Sus palabras fueron atendidas, aunque para ello, pasaron más de tres años hasta que se conformó la llamada Mesa de la Unidad Democrática en 2009. De allí hasta aquí la historia es harto conocida. El punto de ebullición política por parte de la Mud llegó en diciembre de 2015 con su amplia victoria en las elecciones parlamentarias. En ellas, la plataforma opositora logró actuar monolíticamente alrededor de la marca Mud y encarnar la esperanza de cambio tan anhelada por la gran mayoría de los venezolanos.

Después de allí, surge un nuevo país: “Egolandia”, donde aparecen por doquier voceros y vocerías con ganas de protagonismo y montarse en el “coroto” lo más pronto posible. El país de los egos entró con tanta furia y pasión que fue capaz de volar en mil pedazos a la plataforma opositora y además hacer añicos, la esperanza de millones de venezolanos que veían una alternativa de cambio a la difícil situación económica que estaban atravesando.


Los resultados de las elecciones de octubre y diciembre de 2017 son un producto de la aparición de Egolandia. Lamentablemente, los egos aún no se han dado cuenta de que le están poniendo en bandeja de plata la reelección de Nicolás Maduro en 2018. Un presidente con un rechazo popular superior al sesenta y cinco por ciento puede ser reelegido por la interpretación política egocentrista que impide ver más allá del interés personal en esta crisis de dimensiones todavía desconocidas.

Mientras tanto, el pueblo venezolano se mueve entre la desesperanza y la supervivencia. Un escenario que puede ser aprovechado por un outsider que no ha aparecido en el horizonte pero que las circunstancias históricas lo pueden catapultar. Un outsider parecido más al mesianismo que a la construcción colectiva de un nuevo modelo de Estado y sociedad. Todo un riesgo más por culpa de Egolandia y el círculo de los enanitos…

15-12-17




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