IBSEN MARTÍNEZ 03 de enero de 2018
@ibsenmartinez
Prófugo
entre los prófugos más ricos del planeta anda don Rafael Ramírez, expresidente
de Petróleos de Venezuela (PDVSA), la estatal petrolera en bancarrota. Ramírez
prefiere describir su situación actual como la de un perseguido político del
mismo Gobierno del que formó parte durante 15 años.
Sin
embargo, quien hasta hace un mes fuera representante de Venezuela ante la
Organización de las Naciones Unidas ha sido declarado por su propio Gobierno en
paradero desconocido, esa borrosa comarca donde suelen hallar refugio los capos
del narcotráfico.
La
desaparición de quien durante tres lustros tuvo las llaves de la caja de
caudales de la revolución bolivariana fue colofón de una purga de la industria petrolera
ordenada por Nicolás Maduro. Entre ellos se hallan quienes sucedieron a Ramírez
en la presidencia de la estatal petrolera y el Ministerio de Minas y Petróleo.
Ambos señalados por el acusador público Tarek William Saab (el Andréi Vychinski
del régimen narcomilitar venezolano) de malversación de bienes de públicos,
lavado de dólares, usurpación de funciones, colusión con el imperialismo
yanqui, traición a la patria y aparcamiento ilegal de vehículos en doble fila
sobre rayado de cebra. El monto de sus culpas superaría los cuatro mil millones
de dólares.
La
totalidad de los detenidos fueron designados por el mismísimo Ramírez en
tiempos sin duda mejores para él que los días que corren. Poco antes de
desaparecer, Ramírez firmó la carta de renuncia solicitada expresamente por
Maduro y, al instante, fue presa de un frenesí grafómano que lo ha convertido
en uno de los articulistas más leídos del portal comunista venezolano Aporrea.
Esto
de hacerse columnista de la noche a la mañana resultó sorprendente porque una
señal distintiva del antiguo mandamás petrolero era una reserva tan absoluta,
una opacidad tan espesa de sus pareceres e intenciones que solo llegó a
conceder, en el curso de tres lustros, una o dos entrevistas, quizá tres, muy
espaciadas entre ellas. Sus respuestas eran invariablemente “cortas y oscuras”,
pespuntadas por sarcasmos contra la oposición, moralinas antiimperialistas y
profesiones de lealtad al ideario del presidente eterno, Hugo Chávez.
Si es
verdad que “el estilo es el hombre”, las cartas de Ramírez delatan una
narcisista autocomplacencia moral, una capacidad para mentir sin parpadear
digna del mismísimo Chávez y una cursilería solo equiparable a la del fiscal
que lo acusa. Conforme al falaz argumento canónicamente adoptado por otros
“disidentes” que, como la fiscal general Luisa Ortega Díaz, han precedido a
Ramírez en el goce de atención mediática global, el antiguo “capo de tutti
petrocapi” achaca la tragedia venezolana exclusivamente a Nicolás Maduro.
Al
exculpar a Chávez —“que no habría querido ver el desastre actual”—, Ramírez se
exculpa a sí mismo como máximo responsable de la volatilización de 635.000
millones de dólares verosímilmente captados por PDVSA entre 1997 y 2017. Una
investigación conducida en 2016 por la Comisión de Contraloría de la aún
legítima Asamblea Nacional señala directamente a Ramírez como responsable de un
desfalco continuado que superó los 11.000 millones de dólares. Esa
investigación, ignorada tercamente en su momento por la justicia chavista,
abulta hoy las acusaciones del tonante fiscal Tarek Saab.
En sus
columnas, el camarada Ramírez se declara, una y otra vez, legatario de Chávez.
El prófugo no ha ocultado su disposición de lanzarse como candidato en unas
todavía improbables presidenciales. Desde aquí lo aliento a ello con
entusiasmo.
Un tal
desafío a la familia de gánsteres que usurpa el poder en Venezuela precipitaría
el mafioso atajaperros endógeno que anunciaría el final de la revolución
bolivariana.
Algo
que todos los venezolanos esperamos que 2018 nos conceda ver y celebrar.
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