Por Econ. Jesús Alexis González, 04/02/2018
De forma sencilla, el PIB (Producto Interno Bruto) es la cifra que refleja el valor monetario de la actividad económica
de un país (usualmente expresada en US $) a la luz de lo que ha sido capaz
de producir a lo largo de un año; razón por la cual se corresponde con el valor
del ingreso total de los miembros de
una economía: A.- Los hogares (compran
y consumen bienes y servicios), y B.-Las
empresas (producen y venden bienes y servicios). La evolución del PIB
(crecimiento o decrecimiento) se identifica con su tasa de variación interanual e inter-trimestral, al punto que
cuando dicha tasa de crecimiento se comporta de forma negativa durante al menos
dos trimestres seguidos se
genera una recesión económica con
obvia pérdida de empleos y disminución del poder adquisitivo de la gente, hasta
afectar negativamente el PIB per cápita entendido
como la relación que existe entre el PIB y la cantidad de habitantes, siendo el
principal indicador utilizado para medir
el nivel de vida y la capacidad de compra de los ciudadanos.
En cuanto al caso venezolano se refiere, el inicio de
la desaceleración económica se ubica al 2Trimestre
2012 cuando evolucionó desde 5,9% a un 5,8% para luego caer un -18,6% en 2016 luego de haber decrecido durante 16 trimestres
consecutivos: -3,9% en 2014 y -6,2% en 2015, para luego continuar
la disminución generalizada de su actividad económica hasta Diciembre 2017
cuando la caída fue de un -15% propiciando la presencia de veinte trimestres consecutivos de
decrecimiento; siendo que durante el lapso 2014-2017 Venezuela vio desvanecer un poco menos del ¡¡50% del PIB!!; lo
cual equivale a señalar que el país se
encuentra en una ¡super recesión! en
un contexto de
¡cósmica inflación!
Es una manifiesta claridad, que una caída del valor
total de la producción de bienes y servicios finales se traduce en una reducción de la capacidad económica de los
ciudadanos hasta empujarlos hacia la ¡pobreza!
Es de acotar, que si el PIB disminuye un 1% en un año luego tendría que crecer un 0,4% durante tres años consecutivos por cada año de decrecimiento para
retornar a la situación original, a lo cual debe agregarse un 2% de crecimiento
poblacional para situar el “crecimiento
de recuperación” en un 2,4% anual por tres años (por cada uno de
decrecimiento) para recuperar el PIB per
cápita precedente. En términos reales para Venezuela, y estimando que en
2018 el PIB caerá un -15% se
requeriría de un “crecimiento de recuperación” de un 36% anual por tres años
consecutivos, lo cual se aleja plenamente de la ortodoxia económica que
estima en un 3% la tasa de crecimiento
con la cual empieza a crecer el empleo mientras que para disminuir el desempleo es necesario crecer
un deseable 7,5% anual.
El escenario anterior se torna más dramático, con solo
pensar que de no producirse en 2018 un cambio en la conducción política y
socioeconómica y continúe la emisión incontrolada de dinero inorgánico para
financiar, entre otros aspectos, un populista aumento sistemático del salario
mínimo integral que en lo específico del año 2017 se decretaron seis aumentos salariales hasta situarlo para Enero 2018
en Bs 797.510,41 para un incremento
porcentual de 3.108% desde Marzo 2016;
todo ello dentro de un marco de veinte
aumentos aplicados durante el fracasado ensayo socialista-comunista ahora
de perfil tiránico, que solo ha inducido una “ilusión salarial” acompañada de hambre. Es de acotar, que en la
Gaceta Oficial No 6.342E del 22/11/2017, se publicó la Ley Constitucional de Precios Acordados que, contiene entre otras finalidades, “Garantizar
la seguridad y
soberanía alimentaria, así como el abastecimiento soberano” (¡sin comentarios!), e igualmente
consagra que los precios serán acordados para asegurar el acceso de las
personas a los bienes y servicios, el costo de reposición y la ganancia
ordinaria (¿cinismo?), así como que
el Estado se reserva la competencia de establecer los precios cuando lo
requiera el interés general y social (¿burla?).
Hemos de suponer, que la aprobación de tan endulzada ley respondió a la necesidad
de mitigar con “ilusión jurídica” (en complicidad con los aumentos salariales) el
malestar popular que ha venido impulsando el alza permanente de los precios. Es
así, que con nostalgia y rabia podemos aproximar una “lista de precios comparadas”, citando parcialmente la lista de
precios publicada el 12/Mayo/2014
por la Superintendencia de Precios Justos: Pollo beneficiado entero y/o picado:
Bs 43,00/K; Pechuga de pollo con
hueso: Bs 83,00/K; Pechuga de pollo
sin hueso: Bs 123,00/K; Alas de pollo: Bs 47,00/K; y café tostado y molido: Bs 46,6/K; contrastada dicha lista con la del 05/01/17: Pollo beneficiado entero y/o picado: Bs 850,37/K (incremento 1.877,6%); Pechuga de pollo con hueso: Bs 1.120,88/K (incremento 1.250,4%);
Pechuga de pollo sin hueso: Bs
1.475,15/K (incremento 1.099,3%); Alas de pollo: Bs 447,16 /K (incremento 851,4%); y café tostado y molido: Bs 1.938,00/K (incremento 4.058,8%).
Tan despiadado escenario se desarrolló en ¡tres
años! NOTA: El pescuezo de pollo alcanzó en 2017 un precio de Bs 119,24/K similar al de la pechuga de
pollo sin hueso del año 2014: Bs 123/K.
Reflexión
final: El costo para preparar una
sencilla receta de Pabellón Criollo,
puede, con eficiencia en la compra de los ingredientes, alcanzar Bs 257.000,00 para un hogar de cinco
personas: 1/2K de carne de res, 1/2K de caraotas negras, 2 cebollas, 1 taza de
arroz, 2 plátanos, 2 pimentones, y 2 tazas de aceite (olvidándose del ají dulce,
el ajo, la pimienta, el orégano y el cebollín); lo cual representa una
insuficiencia de -3,4% del salario
mínimo y/o destinar el 32,2% del
salario mínimo integral (incluye Bs 549.000 de Ticket de Alimentación). En
fin, de mantenerse en el poder durante los comicios del año 2018 los actuales
“conductores” del proceso económico (con evidente desaceleración del PIB), inevitablemente se hará presente una
¡hambruna colectiva!
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