Editorial
El Nacional
El lunes, con la resaca
propia de quien festeja una traición –no otra cosa fue la dominguera
celebración de la víspera, 4 de febrero–, el aspirante a la reelección instó a
sus seguidores a constituir lo que llamó en su anacrónica jerga “comandos de
campaña de la patria”, porque esta campaña “la tiene que hacer el pueblo desde
la base con la verdad, renovando la esperanza del futuro mejor”. Dijo que lo
que van a hacer será mejor de aquí en adelante. Se le podría replicar que
cualquier cosa, no importa cuán mala sea, será mejor que todo lo gestionado
durante su deficiente gobierno.
No intenta este editorial
glosar sus declaraciones, sino más bien llamar la atención sobre lo que implica
la pasividad del Consejo Nacional Electoral ante la extemporánea
oferta proselitista del señor Maduro; oferta que, de acuerdo con opiniones y
pareceres de diversos analistas publicados en este periódico ese mismo
día, además de abiertamente clientelar y sustentarse en peculado de uso, es
beneficiaria de un sistema “que ignora las reglas y le permite al Ejecutivo
estar en campaña antes del inicio formal de la contienda comicial”.
Pero esa pasividad se
convierte en complicidad cuando se produce en tiempo récord la legalización de
Somos Venezuela, una organización parapolicial cuyos miembros tienen a su cargo
el espionaje y nariceo de los carnethabientes de la patria
En los medios de
comunicación controlados por el oficialismo, que copan la casi totalidad del
espectro informativo nacional, se escuchan jingles prometiendo “un mejor futuro
para Venezuela” con el eslogan “Juntos podemos más”, cruce plagiario del “Sí
podemos, somos más” del Movimiento al Socialismo que musicalizó Mikis
Theodorakis y del “Yes, We Can” utilizado en su campaña por Barack Obama; sin
embargo, a las alegres rectoras del CNE parece importarles un pito tal
ventajismo.
Y para que no queden dudas
de su complicidad con lo que algunos consideran un fraude en pleno desarrollo y
otros un vulgar golpe de Estado electoral, sacaron del juego a la MUD y a
Primero Justicia a fin de allanar el camino a la ratificación de Nicolás
Maduro. Con tantas concesiones a su ambición de perpetuidad, tantas como peros
y dificultades pone a los partidos políticos no alineados con el chavismo, el
árbitro ha quedado en evidencia. Se impone su relevo y su remoción debería ser
punto de honor para la oposición.
Ahora, con Somos Venezuela
como locomotora del Gran (¿?) Polo Patriótico, un individuo que, como su
antecesor, no ha hecho sino retrotraernos, como diría Rómulo Betancourt, a
estadios periclitados, pretende que el país le compre su promesa cantada de
porvenir; y, entonces, es pertinente preguntar si no hay entre sus asesores
quien le diga que tamaña contradicción desnuda la intención del mensaje
publicitario y lo hace inverosímil.
O a lo mejor sí lo hay, pero
con un resultado ya contabilizado en los ordenadores del Poder Electoral y
listo para ser leído entre gallos y medianoche a la brevedad posible, como
quiere y reclama con insistencia el interesado, ¿para qué perder el tiempo en
sutilezas?
08-02-18
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