Por Claudio Nazoa
A los tiranos, tiranuelos y
déspotas les encanta que los aplaudan y adulen cuando dan aburridos y
larguísimos discursos.
Cuando Hitler aparecía en
público, en señal de saludo y lealtad, había que levantar el brazo derecho con
la palma de la mano abierta y gritar: “¡Heil Hitler!”. Quien no lo hiciera,
quedaba marcado.
Cuando Stalin aparecía en
público, la gente se levantaba para aplaudir. Esto podía ser eterno ya que
nadie se atrevía a ser el primero en dejar de hacerlo. Los aplausos solo se
detenían cuando el dictador hacia señas. Lo mismo ocurría con el sátrapa de
Saddam Hussein, quien, además, cuando mencionaba a alguno de los presentes por
nombre y apellido, estaba dando una orden para que lo mataran. Por su parte,
Fidel Castro lanzaba discursos de hasta diez horas y sus escuchas no se movían
porque sabían que, si lo hacían, los acusarían de cualquier cosa.
Kim Jong-un, en Corea del
Norte, ordenó fusilar con una bala de cañón al ministro de la Defensa por
dormirse en uno de sus discursos.
Según el filósofo romano
Séneca, Nerón, en el año 65 d. C., obligaba a su pueblo a asistir al teatro.
Cuando estaba lleno, cerraba las puertas para que nadie saliera durante su “Aló
Nerón”, donde actuaba, recitaba, cantaba y bailaba. Cualquiera de los
asistentes que se levantara o no aplaudiera era lanzado a los leones.
En cierta ocasión, en el
Teatro Teresa Carreño, en medio de una perorata de seis horas del comandante
eterno, un hombre y una mujer se pararon. Nuestro amado líder, malhumorado, les
dijo:
—¡Eeepa…! ¿Adónde van?...
¿Es que no les interesa lo que estoy diciendo?
El hombre, con el dedo
índice, señaló su bragueta y con gesto apenado dio a entender que tenía ganas
de hacer pipí, a lo que, en tono de burla, Chávez replicó:
—¡Ahhh…! ¿Van al baño?...
Está a mano derecha.
Cuando nuestro actual
querido líder, ahora candidato y futuro querido líder otra vez, hace
apariciones públicas, es aplaudido frenéticamente. Qué penoso es ver a
ministros, generales, constituyentes, señoras del CNE, jueces y magistrados
tragando bostezos que sacan lágrimas y cabeceando para no dormirse.
Hay algo que siempre me ha
intrigado: ¿a esos adoradores no les da sed o hambre? Yo los he visto cruzar
las piernas con inquietud desesperante como cuando alguien tiene una necesidad
fisiológica.
¿Será que el hombre nuevo
del que tanto hablan los comunistas no toma agua, no come y no hace pipí ni
pupú?
¿Será que usan pañales?
05-03-18
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