Por Simón García
Nos negamos a admitirlo,
pero estamos nublados. Muy atrincherados en lo que vemos debajo de nuestros
confortables techos ideológicos. En medio de amenazantes incertidumbres,
descalificamos las posiciones diferentes y sin darnos razones, intercambiamos
cegueras.
No encontraremos el eslabón
perdido de la unidad sin conexiones con la gente y sin combatir al régimen
desde adentro. La abstención es el exilio mental de ambos deberes. Adolece de
algunos vacíos insoportables:
1. Renuncia al voto, cuyo
ejercicio afirma la democracia y cuya ausencia no asegura que a Maduro no lo
legitimen.
2. Nace de las incapacidades de la oposición para encontrar un candidato unitario.
3. Expresa la debilidad de los partidos y es la opción menos indicada para moralizarlos y nutrirlos del descontento.
4. Se justifica en criterios morales y no de eficacia política.
5. Deja a la espera de los militares o la comunidad internacional las soluciones que deben dar los partidos internamente.
6. Acompaña al régimen, así sea temporalmente, en cerrar el camino electoral, sin tener con qué adoptar otras vías.
El abstencionismo activo es
la cuadratura del círculo, la hoja de parra para adoptar la política
consecuentemente asumida por María Corina Machado y Ledezma sin concederles la
conducción que les debería corresponder.
Anticipa el modelo cubano
que Maduro quiere atornillar: elecciones con un solo partido y sin candidatos
opositores al régimen.
Su aparición, vieja y
ociosa, comenzó por negarse a participar en los parlamentos. Los
revolucionarios extremistas, hostiles a la democracia considerada instrumento
de la burguesía, rechazaban presentar candidatos porque legitimaba al sistema
burgués. Sus crónicas derrotas sacaron a flote que la legitimación era más
fuerte y la hegemonía más sólida si se dejaba de actuar desde adentro de las
instituciones del Estado autocrático, aun en condiciones desventajosas y
desiguales.
El período posterior a la
primera revolución rusa de octubre de 1905 fue una puntilla al abstencionismo.
En 1907, el Zar resolvió disolver la Duma, en la que había 18 bolcheviques
entre 65 parlamentarios opositores, y convocar una elección en condiciones que
redujeran el número de disidentes. Parlamentarios bolcheviques ilustres como Bogdanov,
Krasin, Lunacharski, Gorki o Bozarov decidieron boicotear esa convocatoria y
Lenin, que en minoría optó por participar, fue acusado de menchevique y
colaboracionista de la autocracia. La política dictó su juicio a la historia.
La abstención es la confesión
pública de que habrá Maduro por seis años. Sólo un polo, menor al grupo de los
4, se resiste y decide participar, en términos de objetivos electorales y
extra-electorales. Luchar por crear condiciones, no sólo reducidas a las
dictatoriales del CNE, sino las que dependen del descontento creciente y de los
efectos de la crisis en un significativo sector de la población que no se ha
decidido aún entre el gobierno y la oposición.
¿Debe intentarse convencer a
la mayoría de ir a votar e insuflarla de la convicción de que la asistencia
masiva puede derrotar al fraude y ponerle fin al régimen? ¿Existen condiciones
objetivas para ello? O ¿nos dividimos a muerte entre quienes quieren perder por
separado, unos votando y otros sin votar?
04-03-18
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