Trino Márquez 28 de febrero de 2018
@trinomarquezc
La
decisión unilateral adoptada por Henri Falcón al inscribir su candidatura
presidencial, representa un error que puede resultar muy costoso para la
oposición y el país. El régimen alcanzó la meta que se había propuesto hace
mucho tiempo: fracturó la unidad que, en medio de numerosos tropiezos, había
logrado preservarse desde que la Coordinadora Democrática encallara por allá en
2004, después del referendo revocatorio.
Luego
de los desplantes y abusos cometidos en la ronda de Republica Dominicana,
convenía demostrar cohesión y coherencia frente a un contrincante que arrolla a
su adversario, destruyendo incluso su propia legalidad. La exigencia
fundamental por la cual se fue a la isla caribeña, se resumía en demandarle al gobierno que
cumpliera con la Ley del Sufragio (Lopre), aprobada por ellos mismos cuando
poseían el control absoluto de la Asamblea Nacional. No se le pedía que
inventara unas nuevas normas para aplicarlas en Bambilandia, el país donde los
niños son felices.
La
MUD, asumiendo todos los riesgos que su postura entrañaba, fue a reunirse con
un gobierno al que nadie le cree ni los buenos días. La MUD no cedió frente a
los sectores extremistas de la oposición, quienes veían en esas conversaciones
una maniobra distraccionista de Maduro para ganar tiempo, y encaró a una amplia
corriente de la opinión pública que pensaba que ese ciclo de conversaciones
sería inútil e inconveniente. Los dirigentes de la MUD tuvieron el coraje para
plantarse ante ambos bandos, corrigieron los entuertos cometidos en 2016 e
iniciaron una etapa de negociaciones, que no finalizó con un acuerdo entre las
partes porque el gobierno pretendía violar la Lopre con el beneplácito de la
MUD. Si esta instancia hubiese suscrito el acuerdo presentado por el gobierno,
firmado solo por Maduro con el apoyo de Rodríguez Zapatero, habría incurrido en
un fallo incalificable ante el país y la comunidad internacional que ha
respaldado la recuperación de la democracia en Venezuela.
El
régimen no se conformó con ignorar la Lopre y marginar los sanos consejos de
los cancilleres amigos del propio gobierno. Además, fue a la caza de los
partidos opositores. Inhabilitó a la MUD, cuya tarjeta ha sido la más votada en
la historia nacional, y se cargó a Voluntad Popular y a Primero Justicia. Todos
estos atropellos, en medio de los encuentros caribeños.
Los
excesos fueron cometidos, no por un gobierno popular y exitoso, sino por uno
que ha provocado la crisis más dramática en la historia nacional y el más
aislado y desprestigiado del que se tenga memoria.
Ante
el aquelarre dirigido por el eje La Habana-Caracas, con la complicidad de
Rodríguez Zapatero, había que demostrar coherencia y cohesión interna. Si
Maduro, con el exclusivo propósito de engraparse a Miraflores, quería organizar
unas elecciones a destiempo y violando reglas democráticas básicas, para
imponer su incontenible voracidad por el poder, había que mantener las demandas
con las que se había llegado a Dominicana, y que constituyeron la base de los
argumentos con los que se encaró a los
extremistas de la oposición y de la opinión pública, y se justificó la
presencia en la mesa de negociaciones. Haber complacido al gobierno yendo a
unos comicios diseñados a la medida de Maduro, habría erosionado aún más la
frágil credibilidad en los líderes opositores, y habría confundido a la
comunidad internacional que le demanda al régimen el regreso a la
constitucionalidad y lo presiona para que ceda.
El
error de Falcón va acompañado de deslealtad con la dirigencia opositora, que ha
sido perseguida, sancionada y excluida por el gobierno. Me refiero al acoso
permanente a la MUD, en cuanto plataforma unitaria, y a Voluntad Popular y PJ,
organizaciones integrantes del bloque opositor.
Invocar
la posibilidad real del triunfo ante Maduro, me parece un argumento con una
falla estructural evidente. ¿Cómo es posible derrotar un régimen que ha
diseñado un proceso electoral a su medida, si el aspirante comienza
desprendiéndose de su fuente original de apoyo, la MUD? La oposición fracturada
jamás derrotará al jefe de Somos Venezuela. Falcón olvidó la célebre conseja de Maquiavelo: divide y reinarás.
Decir que Maduro es impopular, que por esa razón es derrotable y que, en
consecuencia, se inscribió en el CNE, también es un razonamiento falaz. Los
dictadores no suelen ser muy populares, menos los ineptos y corruptos. Y, aunque se les puede derrotar
electoralmente, esas victorias se construyen sobre sólidas plataformas
programáticas y organizativas surgidas del consenso o de amplios acuerdos,
hilvanados con tesón por sus adversarios. Este no es el caso.
En su
discurso de inscripción en el CNE, Falcón asomó la posibilidad de retirarse si
el órgano electoral no ajustaba las condiciones electorales a la Ley del Sufragio. Tendrá la oportunidad
de enmendar su error y participar en la nueva estrategia que se diseñe para
luchar contra el régimen. Veremos.
Trino
Márquez
@trinomarquezc
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