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lunes, 5 de marzo de 2018

Venezolanos pagan 100% de interés para obtener efectivo, por @andrewrosati ‏




Andrew Rosati 04 de marzo de 2018

Nota del Editor: Existen pocos lugares tan caóticos o peligrosos como Venezuela. “La vida en Caracas” es una nueva serie de historias cortas que busca capturar la calidad de vida surrealista en una tierra en total desorden.

La historia narrada por el portal inicia con una persona que se ve inmiscuida en varias circunstancias en las cuales tener dinero en efectivo es una misión casi imposible y siempre, comenta, “hay alguien vendiendo efectivo a precios impresionantes”.

“El chico, por supuesto, es un vendedor de efectivo. Mi teléfono está lleno con media docena de números. Son taxistas y dueños de restaurantes y vendedores de productos, cualquiera con un poco de prisa. Es un negocio en auge. La prima del 100% que pagué ese día no es inusual”, publicó el medio especializado en temas económicos.

La persecución del papel es más intensa en los barrios populares, donde muchas personas no tienen otro medio de pago. Los corredores están por todos lados en estos vecindarios, ansiosos por tener en sus manos todo el efectivo que se arremolina.

“Para mí, es solo otra de las frustraciones de vivir en una economía que implosiona. Las facturas de baja denominación, cualquier cantidad inferior a 100 bolívares, se usan a menudo en la actualidad para cosas como el confeti en los juegos de béisbol. Y el gobierno está tan arruinado que no puede permitirse imprimir billetes más grandes lo suficientemente rápido”. Es una curiosidad, todo este lío, casi rozando el yogismo: el papel moneda en la hiperinflación tan inútil que se ha vuelto increíblemente valioso.

La persecución del papel es más intensa en los barrios marginales, donde muchas personas no tienen otro medio de pago. Los corredores están por todos lados en estos vecindarios, ansiosos por tener en sus manos todo el efectivo que se arremolina.

Un revendedor, Orlando Villarroel, me dijo que se coloca en una salida de panaderías. Uno a uno, paga los artículos de los clientes con su tarjeta de crédito, les da un descuento y recoge sus billetes hasta que lo expulsan del lugar.

La escasez, me he dado cuenta, está empeorando. La desesperación está creciendo. Cuando saco lo suficiente como para dejar una propina decente o en un restaurante, los espectadores tartamudean, "¿Me puedes dar un poco?"

Tal vez. Por una tarifa


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