Por José Guerra
Aquí se define al chavismo no
como una ideología política estructurada porque en realidad no lo es, sino más
bien como el movimiento político que fue estructurando el presidente Chávez
antes del intento de golpe de Estado del 4 de febrero de 1992 y que después
tomó el poder político por la vía electoral en diciembre de 1998. De acuerdo
con las fuentes documentales más acreditadas, ese movimiento al principio era
de naturaleza nacionalista, muy parecido a sus similares de América Latina,
pero luego fue evolucionando hacia el marxismo leninismo estalinismo. En este
aspecto el PSUV, como concreción del chavismo, es una especie de remedo de lo
que fueron los partidos comunistas satélites de la extinta Unión Soviética.
Fallecido Chávez, el movimiento chavista se ha quedado sin un referente de peso
específico, sin un liderazgo aglutinador.
La consideración del éxito o
fracaso de un proyecto político siempre hay que evaluarlo según los objetivos
propuestos y los resultados alcanzados. Vistas las cosas así, el chavismo no
fracasó, sino que contrariamente ha tenido éxito. Chávez y el chavismo nunca se
propusieron construir un país moderno, avanzado en el campo de la educación,
las ciencias y las artes y de ello sobran las evidencias. Antes de declararse
abiertamente socialista en 2006, ya Chávez tenía a Cuba como imagen-objetivo de
lo que él pretendía construir como sociedad en Venezuela. Este no es un tema
menor, es más bien el tema fundamental. Es decir, en el ideario político de
Chávez y el chavismo está la idea de que el Estado es el centro de la vida y
que el individuo es un apéndice del Estado y del partido que controla al
Estado. Eso es lo que explica el empeño de Chávez en amplificar el rol del
sector público en la economía y el control absoluto de todas las instituciones.
Solamente el Poder Legislativo no es controlado por el Poder Ejecutivo, todas
las demás ramas de la administración del Estado están bajo el yugo del Gobierno
central.
La visión estatista del
chavismo en la economía trajo a Venezuela a la situación actual de ruina, donde
en 2018 el tamaño de la actividad económica es al menos 40% inferior al de
2012, donde se ha instalado una hiperinflación destructiva de las
remuneraciones de los trabajadores activos y jubilados, donde la emigración es
masiva y se pretende destruir el espíritu alegre del venezolano. Esta situación
crea el caldo de cultivo para que los venezolanos se conviertan en siervos del
Estado, dependientes de una bolsa de comida o de la entrega de una medicina al
necesitado. Eso fue lo que visualizó Chávez para Venezuela y lo logró, ayudado
por un grupo de intelectuales, de esos que nunca les han faltado a los tiranos,
que le ponían el condimento conceptual a esta idea perversa de destruir un país
para ejecutar una venganza histórica, arrasando con todo lo bueno que había y
estimulando lo malo. Ejecutándose esa venganza, queda el despojo de lo que fue
un país que le tocó despertarse de la pesadilla, una vez que el auge del
petróleo ya no pudo seguir financiando el proyecto del socialismo chavista y ha
sido la propia realidad la que ha mostrado su cara más oscura. Toca ahora la
reconstrucción de Venezuela y tenemos con qué y cómo hacerlo.
02-07-18
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