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lunes, 2 de julio de 2018

Juan Manuel Trak: En Venezuela el caos se va a naturalizar por @contrapuntovzla



Por Vanessa Davies


Los venezolanos están pasando tanto trabajo que es imposible que se coordinen políticamente, advierte el sociólogo y analista. Mientras el Gobierno critica el neoliberalismo, la sociedad “está a merced del mercado negro, que es el peor de todos"

Para bien o para mal, el de Venezuela es un caso digno de estudio para cualquier sociólogo. No en vano una de las radiografías más descarnadas de Venezuela la hace un sociólogo llamado Juan Manuel Trak, investigador y consultor en análisis de entornos y encuestas de opinión.

Los venezolanos están en un “sálvese quien pueda”, concluye este doctor en Procesos Políticos Contemporáneos, sociólogo de la Universidad Católica Andrés Bello y magíster en Ciencia Política de la Universidad de Salamanca.
En conversación telefónica con Contrapunto, Trak sostuvo que el caos “se va a naturalizar” y opinó que en el bloque de poder hay por lo menos dos bloques que se cuidan mutuamente mientras las instituciones cada vez pierden más peso.

—Hay protestas por agua, protestas por transporte. Pero ¿esas protestas en qué se inscriben, desde el punto de vista político?

—Vemos que hay un repunte de las protestas luego de que el evento electoral pasó. Se evidencia que la carencia en la satisfacción de servicios, comida y medicinas, al igual que el proceso hiperinflacionario han llevado a gremios, sectores y comunidades a protestar para reclamar soluciones. Son protestas por demandas puntuales. Desde el punto de vista político las protestas parecen estar aisladas, los partidos políticos no parece que están en condiciones de articularlas; lo que han hecho es replicar la protesta o hacer un diagnóstico del por qué, pero no generan nada propositivo para que el Gobierno, como mínimo, se siente a dialogar sobre el modelo.

—¿La oposición está desconectada de esa protesta?

—Percibo que buena parte de las oposiciones están desconectadas de la protesta. No es que no haya un político conectado, pero un movimiento político que canalice esa energía, no lo hay. Hay acciones individuales de políticos, como José Manuel Olivares en el área de la salud, pero que eso pase a un movimiento orgánico es mucho más difícil.


—¿Por qué esa desconexión?

—El énfasis en la protesta política en 2016 y 2017 generó una gran desafección por no lograr los objetivos que se plantearon. Hay desconfianza en los partidos y en los políticos, los ciudadanos ven que son las mismas caras desde hace cinco, seis o siete años, y no hay confianza en que los políticos puedan representar sus intereses. Hay una protesta social que viene incluso de sectores del propio gobierno, y que no confía en partidos de oposición. La opción de Henri Falcón no parece estar conectada con eso, el chavismo disidente parece no estar tan conectado con estos sectores. Grupos del chavismo originario, muy críticos de la situación actual, están desconectados.

—¿Y entonces?

—Estamos en un estado de anomia, en el cual la gente trata de sobrevivir. Las protestas se enfocan en demandas puntuales que no buscan un cambio general, sino la satisfacción de demandas específicas. Hay fragmentación de la protesta, lo que permite al Gobierno satisfacer la demanda, tratar de comprar a quienes protestan con cajas CLAP o reprimir a quienes protestan con grupos policiales o grupos parapoliciales.


“Sálvese quien pueda”

—Esa anomia y la desafección de la política, ¿a qué nos llevan?

—Por un lado vemos el desespero de la gente por irse del país. La gente considera que no es rescatable el país, que es imposible seguir en esta carestía tan intensa. La desesperación lleva a la gente a movilizarse para tratar de conseguir lo que pueda, cada quien trata de resolver sus problemas personales o familiares. Hay una fragmentación de la comunidad política, no hay mecanismos de cooperación en los cuales los ciudadanos podamos insertarnos. En Venezuela está operando el “sálvense quien pueda”, cada quien está en su realidad tratando de resolver sus problemas puntuales. En ese estado de anomia es muy difícil la articulación política. Tenemos una población desmovilizada, pasando tanto trabajo que es imposible que se coordine políticamente.

—¿Ese sálvense quien pueda lo hemos vivido antes?

—En los años 90 hubo un problema económico importante, carencias importantes, pero por lo menos las redes comunitarias no habían sido cooptadas por el gobierno y tenían capacidad de movilizarse. El gobierno trataba, sin dinero y con instituciones desgastadas, de hacer algo. Había una sociedad civil autónoma, la opinión pública podía castigar a sus gobernantes. Se votó por un candidato antisistema y eso no lo podemos hacer ahora. En esta situación deberíamos poder cambiar de gobierno en las elecciones de diciembre. Ahora no tenemos un sistema ni medianamente democrático.

—¿Estamos atrapados sin salida?

—En este momento todo es muy difícil. La articulación pasa por una renovación de estos líderes políticos: deben tener el valor de tomar las riendas, articularse hacia los lados; limar asperezas con el sector del chavismo disidente, con el sector más a la derecha del espectro político venezolano, poner un objetivo común y a partir de allí construir con la sociedad civil, y no solo con los gremios tradicionales. Deben ir hacia sindicatos nuevos, los consejos comunales. Se trata de reconstruir una opción ante un gobierno que tiene una agenda totalitaria y revanchista. Hace falta más humildad de los políticos, plantearse escenarios sobre lo que puede venir.

—¿Por ejemplo?

—Van a aprobar una nueva Constitución, no se sabe qué tiene, no hay un debate público como el que hubo en 1999. Pareciera que cuatro o seis manos están haciendo la nueva Constitución. Y saltan los dilemas de siempre: participar o no. La pregunta es cómo puede este evento contribuir a movilizar a la gente. La oposición no puede quedarse paralizada en la polarización.

—¿Se debe participar o no?

—No sabría decir si lo mejor es participar o no. Pero lo ideal es que ese evento produzca una articulación que lleve a una movilización masiva. Si participar contribuye con eso, bienvenida la participación. Cualquiera de las alternativas tiene sus pro y sus contra, pero no participar y dejar que las cosas sigan su cauce no tiene sentido, como tampoco tiene sentido participar, decir que hubo fraude y luego reclamar a quienes no votaron. Participar o no debe obedecer a una posición estratégica.


Dos poderes que se vigilan

Los años de trabajo como consultor político le permiten analizar lo que ocurre en el campo opositor y en el campo chavista. Trak describe que la oposición está partida en, por lo menos, tres toletes: el de la MUD, en la que conviven individuos con perspectivas ideológicas contradictorias, pero unidos por objetivos electorales; el de la centroizquierda más socialdemócrata; y un polo de derecha liberal-conservador. Al primero “le hicieron la cruz” por negociar con el Gobierno, al segundo “le hicieron la cruz” por participar en las elecciones “y es la derecha la que tiene más opción de crecer”.

En el bloque de poder el sociólogo observa dos grandes grupos: el del presidente Maduro, los hermanos Rodríguez y otros, que controlan el Ejecutivo; y el del constituyente Diosdado Cabello, con otras figuras.

“En este sistema no democrático que hay en Venezuela los mecanismos de contrapeso no están en las instituciones clásicas”, subraya. “En este sistema autoritario hay dos poderes fácticos que se vigilan mutuamente: uno tiene el Ministerio de Relaciones Interiores y otro pareciera tener control sobre la Fuerza Armada. Ambos comparten el poder con barreras muy difusas”.

Lo que se mantiene en el país “ya no es un sistema de contrapesos tradicionales, sino una medición de fuerzas en el bloque de poder” y “no se sabe a ciencia cierta quién está por encima de quién”.

—¿El estado de caos tiene que ver con eso?

—Cuando Hugo Chávez dijo que su sucesor era Nicolás Maduro, la decisión de Maduro fue no perder el poder, y en ese no perder el poder destruyó lo poco que quedaba del país: institucionalidad democrática, operatividad de Pdvsa. La obsesión por estar en control del poder llevó a usar todos los recursos de las instituciones para mantenerse en el poder. Hasta Pdvsa se convirtió en una pugna por el poder. Eso ocurre con Corpoelec, con Hidrocapital. Es el uso de las instituciones para mantener el poder. Las instituciones han sido absolutamente desnaturalizadas, y están al servicio de un proyecto de mantenimiento de poder autoritario. Por eso Hidrocapital no está pendiente de invertir en represas o en el servicio, sino en mantener el poder. Uno de los grandes ejemplos de la desnaturalización de una institución es el Banco Central de Venezuela, que no se ocupa de controlar la inflación, sino de que haya dinero para que Maduro apruebe todos los bonos que quiera, ocultando los datos básicos. El BCV ha sido destruido.


La institucionalidad seguirá perdiendo fuerza

—¿Era esperable que todo entrara en caos?

—Varios analistas lo dijeron, como José María De Viana con el sistema de distribución del agua.

—¿Esto puede ser peor?

—Es posible seguir empeorando. La institucionalidad va a perder más fuerza cada vez, grupos fácticos van a tomar el control de instituciones y el país y en Venezuela el caos se va a naturalizar. Volvemos al estado de naturaleza de Hobbes, en el cual estamos viendo cómo el otro no nos perjudica y cómo sobrevivimos aunque eso perjudique al otro. Hay un proceso de instrumentalización del otro y de aprovechamiento del otro. Hay un control de la economía que no controla nada, y que nos deja a merced del mercado negro, que es el peor de todos los mercados. Esto es más que neoliberal. El neoliberalismo tiene unas reglas mínimas; el mercado negro en el que estamos ni siquiera tiene regulación.

—El concepto de Estado fallido, ¿cabe para el caso venezolano?

—Todavía el Estado venezolano cumple una de sus funciones mínimas, que es el mediano control del territorio. No hemos masificado zonas de distensión para grupos irregulares organizados, aunque hay espacios de tolerancia absoluta para pranes y bandas criminales. Podemos llegar a la pérdida de control de territorio. El Arco Minero es un área en la cual hay conflictos importantes, hay zonas del interior del país donde manda un pran. Esa es una característica de los estados fallidos y frágiles.

—Ante eso, ¿qué podemos hacer como sociedad?

—La alternativa con más viabilidad es la construcción de una gran coalición democratizadora. Es necesario establecer acuerdos mínimos entre grupos, personas, asociaciones partidistas y la sociedad civil que tienen fines hasta contradictorios, pero comparten la idea de que la democracia es una forma de que la sociedad progrese.

—¿Es para ganar elecciones?

—El camino para llegar allí puede o no ser electoral, pero debe haber una coalición alineada con una estrategia que lleve al gobierno a una negociación seria o a una elección con condiciones mínimas. Una vez establecido ese mínimo común, con objetivos claros y con reglas de interacción claras, es necesaria la construcción de un proyecto esperanzador, con una democracia en la que cada quien decida cómo vivir. Un proyecto esperanzador, renovador.

01-07-18




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