Por Froilán Barrios
La conflictividad laboral no
es última noticia en Venezuela; es una realidad que resalta en los informes
periódicos de conflictos sociales desde 2010, levantados por consultoras
nacionales e internacionales, que determina cantidades promediadas en 2.000
protestas anuales y 40% de la conflictividad sociolaboral, y llama la atención
que tan solo en 2 años, 2014 y 2017, registró un papel secundario, ante las
justificadas movilizaciones populares dirigidas en la búsqueda de una solución
política contra un régimen que ha conducido a un país a la nada y al tremedal
de la miseria.
En el año 2018 ha retomado su
cauce la protesta laboral, siendo su afluente primordial los trabajadores del
sector salud, quienes dirigidos por sus gremios y sindicatos denuncian a diario
que la población vive un calvario, y mantienen en forma estoica y perseverante
su lucha por un trabajo digno y por lograr un sistema nacional de salud que no
deje morir de mengua a millones de ciudadanos.
En su peregrinar televisado y
escrito por los medios de comunicación, choca contra el muro cínico y
sinvergüenza de una dictadura que ignora las justas reivindicaciones exigidas y
mediante un vasto aparato publicitario habla del parto humanizado cuando las
parturientas van a parir a Cúcuta, ante la carencia de insumos médicos que
condena a madre y recién nacido a una muerte segura, o la situación extrema de
pacientes con enfermedades terminales, en fin, ese drama nacional que es un
rosario de enfermedades y pacientes no atendidos, que ha demostrado el fracaso
absoluto del programa Barrio Adentro, donde se paga en dólares a los médicos
cubanos mientras los nacionales tienen salarios de indigencia.
En esa cruenta batalla destaca
el gremio de la enfermería, ese valiente cuerpo social de mujeres y hombres que,
sin empacho alguno, denuncian al mundo nuestra realidad; con sus uniformes
raídos por la desesperanza, muestran sus zapatos rotos y reflejan en sus
rostros las consecuencias de salarios de hambre y la angustia e impotencia de
ver morir diariamente a innumerables pacientes, niños, tercera edad, pues
hospitales y clínicas se han convertido en antros sin medicinas e implementos
sanitarios para garantizar la vida.
Ante esta tragedia el gobierno
solo tiene como respuesta su manido argumento de la guerra económica, cuando en
realidad lo que se libra cada minuto en todo centro de salud es una batalla por
la vida, asumida valientemente por este gremio, al que se han venido sumando
los colegios de médicos, bioanalistas, nutricionistas, odontólogos, los sindicatos
de empleados y obreros del sector salud, quienes realizan desde la semana
pasada un paro nacional indefinido, hasta que el ministro de Salud de turno dé
respuesta firme a sus exigencias.
Esta valiente acción gremial
no debe ser aislada como quisiera el régimen, que no ha vacilado en enviar
colectivos armados para reprimirla, en amenazar con despidos y traslados a los
huelguistas, en fin, la ironía del gobierno de un presidente obrero que
desconoce todo reclamo laboral, para ignorar al mismo tiempo la protesta de los
trabajadores universitarios, del sector eléctrico, de la Cantv, petroleros,
entre otros, quienes debieran más temprano que tarde convocar unitariamente a
una acción nacional de protesta contra la gestión más inhumana y antisindical
de nuestra historia.
04-07-18
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