Por Roberto Patiño
Julia tiene seis años y vive
en La Vega. De lunes a viernes, acude a uno de nuestros comedores de Alimenta
la Solidaridad para recibir un almuerzo. Según nos cuenta Carmen, su madre,
esta es una de las dos comidas por día que realiza la niña. Además de
participar en la organización del comedor, Carmen trabaja limpiando casas
–cuando le sale algún cliente– o revendiendo ropa, para así hacer frente a las
necesidades de ella y sus cuatro hijos. El almuerzo en Alimenta representa
un enorme apoyo para ella, en medio de la terrible crisis que vivimos.
Julia es uno de los 1400
chamos que son atendidos en nuestros 15 comedores, distribuidos en 11
comunidades del municipio Libertador, los cuales a su vez pertenecen a una red
más amplia que abarca ocho estados del país y comprende un total de 43
comedores. Julia ha sido incorporada al programa, junto con otros niños de
su sector, por la misma comunidad, que se organiza para identificar a los
infantes más vulnerables en la zona. A partir de ahí, se realizan una
serie de reuniones con líderes comunitarios para generar puntos de encuentro
con vecinos que puedan colaborar para la concreción y funcionamiento del comedor.
El programa de Alimenta
la Solidaridad no responde a un modelo de asistencialismo y dependencia.
Por el contrario, tanto los padres de los participantes, como los líderes y
vecinos voluntarios, son los encargados del funcionamiento del mismo. Las madres
participantes deben comprometerse en una relación de corresponsabilidad, que va
desde el aporte de insumos mínimos y colaborar en la producción de los
almuerzos hasta garantizar la asistencia a clases de los niños. La misma
comunidad asume el funcionamiento del comedor y de mantenerlo: limpiarlo,
organizar los alimentos, cocinar diariamente y servir.
Otro aspecto fundamental es la
articulación con distintos sectores sociales. Un grupo de nutricionistas
voluntarios de la escuela de Nutrición de la Universidad Central de Venezuela
evalúa la condición de los niños, mientras otro grupo elabora un menú con
ingredientes accesibles que atienda las necesidades alimentarias. Un colegio
del sector presta sus instalaciones para el levantamiento del comedor. Cada lunes,
desde el estado Mérida, nos llega un camión con insumos exclusivo para el plan,
de pequeños productores que se han solidarizado y ofrecen precios accesibles de
sus productos. Una red de benefactores y aliados pertenecientes a la empresa
privada y organizaciones sociales aportan al proyecto en iniciativas como las
de la red de pastelerías Danubio, que genera una campaña de donación de
propinas en sus establecimientos, así como un programa de pasantías y empleo.
Asimismo, articulamos donaciones que vienen incluso de venezolanos en el
exterior.
La sostenibilidad del proyecto
viene dada por la participación de las personas de la propia comunidad en la
que funciona, presente en todas las etapas de la logística y la ejecución:
Recepción de insumos en nuestro centro de acopio y distribución, preparación de
kits y entrega de los insumos entre los quince comedores. Pero también
organizamos talleres de emprendimiento con profesionales del área alimentaria,
que permiten generar medios económicos para el proyecto y para las madres
participantes. Por ejemplo, un grupo de madres hizo pasantías en la Casa
Bistró, con el chef Francisco Abenante, aprendiendo nuevas técnicas de cocina
para perfeccionar sus destrezas. Esto es solo una muestra del gran trabajo
de formación que hemos hecho de la mano de experimentados chefs, buscando el
desarrollo continuo de esas mujeres que día tras día preparan la comida de más
de un millar de niños.
Esas mismas madres participan
en Sustento, un programa mediante el cual elaboramos almuerzos para venderlos
en diferentes oficinas del área Metropolitana y generar fondos para Alimenta.
Estos almuerzos son comercializados bajo el lema de que con cada plato comen
tres personas: el que lo compra, un niño de Alimenta y la madre que
elaboró la comida, al recibir una fuente de ingresos por sus servicios.
En diciembre de 2017,
realizamos un programa similar, El Hallacazo, en La Vega y Antímano, el cual
aprovecha la tradición familiar venezolana de las Navidades. Produjimos 2800
hallacas de las cuales mil fueron destinadas a los comedores y las otras 1800
restantes fueron vendidas. Con la compra de cada una de ellas, el comensal
facilitaba fondos que permitían alimentar a un niño de uno de los comedores
durante una semana.
Todos estos logros han hecho
posible que Alimenta esté funcionando y expandiéndose desde su creación en el
2016. El próximo 19 de julio, el plan cumplirá dos años. Dos años en los que
frente a la crisis y el modelo destructivo del régimen que la fomenta, hemos
apostado a otro modelo, uno de solidaridad y articulación, que puede servir de
base para replantearse la forma en la que se han asumido las políticas sociales
y las políticas públicas en el país. Un modelo que nos permita salir de la
Venezuela colapsada que estamos viviendo y transitar a una de nueva Venezuela
de comienzo y reconstrucción
Hoy Julia come junto con los
otros niños en su mesa y sonríe. Una sonrisa que ha costado un gran esfuerzo y
un enorme trabajo y que significa para nosotros la certeza de una esperanza.
Coordinador de Movimiento Mi
convive y creador de Alimenta La Solidaridad
03-07-18
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