Laureano Márquez 03 de agosto de 2018
En
1923 Leoncio Martínez, conocido popularmente como Leo, funda el “semanario
humorístico de intereses generales” conocido como “Fantoches”. Si uno revisa
las portadas del semanario que elaboraba Leo, se percibe con claridad las
limitaciones a la libertad de expresión, por lo evasivo de sus caricaturas con
lo que tenía que ver son la política. Con más nitidez se observa que a la
muerte de Gómez, la temática cambia y comienza a tener los contenidos políticos
que antes no estaban permitidos.
Sin
embargo, el humor siempre se las arregla para hablar de aquello que quiere
hablar, sin que se perciba que el humorista se está refiriendo al poder de
turno, como si estuviese hablando de otra cosa, haciendo un comentario
costumbrista, una anécdota histórica o un chiste sin aparente importancia. En
una de sus caricaturas, Leo coloca a un glotón al que un turco, con acento
turco, le preguntaba “¿hasta guando gomes?” (por la comida). Suponemos que era
la pregunta que todo el mundo se hacía en este tiempo (suyo de él). Gómez se
había instalado en la presidencia desde que su compadre Cipriano Castro se fue
a operar a Cuba (o Alemania, no recuerda uno bien) y no regresó, en este caso
porque Gómez se lo impidió. Se quedó en el poder desde 1908 hasta 1935, año de
su prematura muerte (según los más adulantes).
Tiene
que haber sido muy duro ese momento. Si Castro fue duro, Gómez fue ma duro
todavía. Fueron 27 años. Es -¡Dios mediante!- la dictadura más larga que ha
conocido Venezuela. Cierto es que el bolívar era una de las monedas más fuertes
del mundo, que se pagó la deuda externa al centenario de la muerte del
Libertador, que se construyó el Arco de Carabobo, muchas carreteras, el hotel
Jardín de Maracay, la plaza Bolívar de Maracay, la plaza de toros de Maracay,
el teatro Ateneo de Maracay, varios cuarteles en Maracay y muchas otras obras
en el resto (de Maracay). Sin embargo, dictadura es dictadura. No hay nada que
justifique a las dictaduras constructoras, porque se ha demostrado, medido en
metros cúbicos de concreto (para ser concretos), que la democracia y la
libertad construyen mucho más. Imagínense ustedes qué decir de una dictadura
destructora, si fuera el caso hipotético.
Se
percibía tan larga la dictadura gomecista, que la pregunta de Leo: hasta cuándo
Gómez, tenía pleno sentido. Él mismo había escrito su célebre “Balada del preso
insomne” durante su encierro en La Rotunda (una suerte de cárcel helicoidal que
existía en ese tiempo donde se violaban todos los derechos humanos vigentes y
venideros). Allí Leo decía:
“Estoy
pensando en exilarme, en irme lejos de aquí a tierra extraña donde goce las
libertades de vivir:” (…)
Hacía
luego una cronología de lo que sería su vida, imaginando que moriría en tierras
extrañas, que tendría una tumba que sus nietos visitarían, en los albores del
año 2000 (¡escribió el poema en 1920!):
(…) “Y
ya muchos años más tarde,
muy
cerca del año 2000,
mis
nietos releyendo las fechas
de mi
muerte y cuando nací,
repetirán
lo que a sus padres
cien
veces oyeron decir:
—¡y le darán cierta importancia!—
«el
abuelo no era de aquí,
el
abuelo era un exilado,
el
abuelo era un infeliz,
el
abuelo no tuvo patria,
no
tuvo patria…
¡Y
ellos sí!»
VI
¡Ay,
quién sabe si para entonces,
ya
cerca del año 2000,
esté
alumbrando libertades
el
claro sol de mi país!”
Cuando
el apagón es de libertades, parece que todo se vuelve tinieblas. De tinieblas
viene tenebroso, aquello que es sombrío, tétrico y produce miedo.
Y dice
uno con Leo: ¿Hasta cuándo Gómez?
Laureano
Márquez
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