Alfredo Infante sj 21 de marzo de 2019
Como
virtud la agenda Guaidó, junto a su emergente y carismática figura, logró
interpretar el sentir popular.
Recordemos
que 2018 cerró como el año con los indices de protesta social más elevado de
los últimos años ( por servicios públicos, de salud y salarios entre otros).
Tales
eventos ocurrieron a lo largo y ancho de nuestro país. Los analistas apuntaban
a un descontento y malestar masivo pero fragmentado y sin conducción política.
De hecho, políticamente se respiró una atmósfera de desmovilización que olía a
resignación.
Guaidó
con su rostro nuevo, carisma y agenda clara logro interpretar políticamente el
sentir de la sociedad y, muy especialmente, algo que no había logrado
cabalmente el liderazgo opositor, conectarse con los sectores populares. Esta
combinación de variables catapultó el liderazgo de Juan Guaido dándole una gran
legitimidad y despertando la confianza. Pero su límite está en que en la actual
Venezuela no basta con ser legitimo y contar con la mayoría, pues nos encontramos
ante un gobierno de facto que pretende permanecer en el poder «como sea»,
llevándose el país al despeñadero.
Por
eso, hoy tenemos la percepción que la agenda Guaidó es inviable, que es
necesario repensar el orden de los pasos porque «el cese a la usurpación»
atrinchera y cohesiona a los actores de poder.
Tal
vez resultará más acertado plantearse como punto primero el de «elecciones
libres y competitivas» y orquestar todos los esfuerzos para que ello ocurra
Soy un
convencido de la agenda Guaidó como lo más deseable para nuestro país, pero una
cosa son nuestros deseos y otra la realidad política.
Alfredo
Infante sj
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