Por Fernando Pereira
Comencé a escribir estas
líneas apenas uno de los bombillos de la casa se activó. Con la incertidumbre
de si lograré terminarlo antes de que un nuevo apagón nos vuelva a
poner a oscuras.
Se ha hecho hincapié de
contar con un kit de emergencias para estos momentos: linterna,
velas, radio de pilas e incluso lámparas artesanales que nos permitan
bandearnos en la oscuridad. Sacando provecho de la previsión escucho en mi
radiecito que un nuevo apagón ensombrece al país.
“Se trata de un nuevo
atentado terrorista…” se escucha a los voceros oficiales. Surgen las preguntas:
¿dónde? ¿cómo? ¿cuánto?… Urge la necesidad de tener respuestas técnicas que
permitan conocer la dimensión de la falla y las acciones que se están
implementando para solventarlo y en cuánto tiempo. Interrogantes para las que
no ha habido respuesta y que ensombrecen con el apagón informativo.
Por el radio nos enteramos
que las actividades laborales y escolares fueron suspendidas. ¿Por cuánto
tiempo? La prórroga se va anunciando día a día y mientras tanto los niños deben
permanecer en sus casas.
La ansiedad, el estrés, la
hostilidad se hace presentes en los hogares y las familias no saben cómo hacer
para autoregularse emocionalmente.
En este espacio hice una
serie de recomendaciones en “Vivir el apagón con los niños” haciendo énfasis en
no crear falsas expectativas; no generar ansiedad; no mentir; por ejemplo:
“Tranquilo, que la luz o el agua ya van a llegar”. Es importante escucharlos y
hablar sobre lo que piensan y sienten.
¿Cómo han reaccionado las
escuelas?
En una reunión con el equipo
nacional de las escuelas de Fe y Alegría a la que fuimos convocados
para pensar el reinicio de clases después del pasado mega apagón, hubo un
consenso de que el rol de la escuela en estos momentos debe darle prioridad al
impacto socioemocional que estos eventos han generado en la comunidad
educativa, en especial a los niños y adolescentes.
Se recalcó que la recreación
y el juego son importantes recursos válidos para que los estudiantes puedan
drenar sus tensiones y reforzar la resiliencia, la capacidad de superar las
adversidades y salir fortalecidos.
Se consideró clave crear
espacios en los que el personal directivo pudiese expresar sus angustias y
preocupaciones sobre cómo lidiar con las tensiones, expectativas y demandas en
una situación en donde la impotencia y la frustración están presentes.
Lo ideal sería que las
escuelas se mantuvieran abiertas como espacios de protección para los
estudiantes. Para ello el Ministerio de Educación debería asumir su
rol como ente rector orientando al personal directivo y docente sobre qué hacer
con las demandas propias de esta contingencia: proponiendo estrategias
flexibles en los horarios, una programación especial. Para ello es fundamental
garantizar el suministro de alimentos, agua potable a través de cisternas y
alternativas de transporte para los docentes, especialmente en las zonas más
vulnerables.
Este deber ser no se
corresponde con la realidad cuando la única salida que se plantea es
cerrar los centros educativos.
La angustia generada por los
efectos de la suspensión de clases por los asuetos extendidos, por
falta de agua, transporte, apagones impide que se cumpla con los programas. Se
corre el riesgo de que para recuperar el tiempo perdido se atosigue a los
estudiantes de contenidos curriculares o con la asignación de tareas y trabajos
especiales.
Las familias se sienten
desesperadas porque no tienen la capacidad para apoyarlos y que cumplan con
estas exigencias.
La emergencia eléctrica no
es la causa
Las palabras que toman
fuerza en este momento son: creatividad, solidaridad, la participación de
las familias en el proceso educativo, la flexibilidad que deberían
ser planteadas y apoyadas por las autoridades educativas.
El apagón educativo no
es la consecuencia de la emergencia eléctrica; estos eventos agravan el drama
preexistente por años de deterioro y adquiere dimensiones dramáticas en la
medida en que ha mermado la calidad de vida de la ciudadanía y la escuela no da
las respuestas suficientes y eficientes desde el punto de vista académico y
social.
Valdría la pena poner sobre
la mesa como el estado utiliza la red escolar para la aplicación del Plan
República pero no hay la misma voluntad para mantenerlas abiertas en
momentos donde la educación y la protección deben ser la prioridad.
28-03-19
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