Julio César Moreno León 27 de marzo de 2019
La
reciente declaración de la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los
Derechos Humanos, Michelle Bachelet, significa un nuevo golpe al régimen que
encabeza Nicolás Maduro. Se trata de una denuncia que descalifica ética y
políticamente a una dictadura aferrada al poder al margen de la legitimidad, y
apuntalada en el ejercicio de una salvaje represión sin precedentes en la
historia
Con
vergonzosas excepciones las izquierdas que en distintas latitudes del planeta
apuntalaron a Chávez, y que en un comienzo se hicieron los desentendidos frente
a los atropellos de su nefasto sucesor, hoy condenan a la dictadura venezolana
y denuncian sus brutales procedimientos, así como su corrupción, sus nexos con
el narcotráfico y con el terrorismo internacional.
Venezuela
ha pagado durante los últimos veinte años, un terrible costo en muertes,
persecución, cárcel, exilio político y emigración forzada, ruina económica,
desintegración de las instituciones de la república y destrucción progresiva de
los valores fundamentales de la nación. Por ello el tamaño del desastre que
sufrimos hace universal el rechazo a la tiranía y obliga a colocar a un lado
las discrepancias ideológicas a la hora de mancomunar esfuerzos en el rescate
de un país secuestrado por bandas criminales. Y es así como la dos veces Presidenta
de Chile Michelle Bachelet, hoy al frente de la importante comisión de la ONU,
ha dado continuidad a la gestión realizada por su antecesor Zeid Ra ad Al
Husein, quien durante su desempeño como Alto Comisionado denunció las
atrocidades de las dictaduras de Nicolás Maduro y Daniel Ortega. Sólo que para
Maduro y Ortega resulta imposible convencer a nadie de la absurda versión según
la cual Bachelet es un agente del imperialismo o una figura integrante de la
supuesta conspiración tenebrosa que pretende acabar con la igualmente supuesta
“revolución del siglo veintiuno”.
La
señora Bachelet, al margen de la visión que se tenga de su desempeño como
lideresa de la izquierda chilena, tanto en el ejercicio de los gobiernos de la
Concertación Democrática como en los tiempos de su militancia política contra
la dictadura de Pinochet, lo cierto es que ella fue víctima directa de la
persecución de ese régimen. En 1975 es detenida, junto a su madre la arqueóloga
Angela Jeria por la criminal Dirección de Inteligencia Militar (DIM) y
trasladadas al centro de torturas conocido como Villa Grimaldi en donde fueron
sometidas a bestiales suplicios, muy similares a los que hoy en nombre la
revolución se aplican en Venezuela. Su padre el general de brigada de la fuerza
aérea Alberto Bachelet murió el 12 de marzo de 1974 en la cárcel pública de Santiago
al sufrir un infarto, como consecuencia de intensas jornadas de castigos
corporales. Había sido declarado “traidor a la patria”, por negarse a respaldar
el golpe contra Salvador Allende, y por su participación en ese gobierno como
Jefe de la Junta de Abastecimientos y Precios (JAP), organismo encargado de
combatir la especulación y la escasez de los productos de primera necesidad.
Por cierto, traidor a la patria ha sido el mismo calificativo utilizado por
Fidel, Chávez, y Maduro para liquidar la disidencia.
Julio
César Moreno León
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