Thays Peñalver 06 de abril de 2019
Tras
un mes desde el anuncio de amnistía a los militares, el planeta entero se
pregunta, ¿qué tan factible es que el régimen se desplome rápidamente? ¿Qué
ocurrirá en Venezuela, el quiebre militar, la negociación política para unas
elecciones o Nicolás Maduro se saldrá con la suya?
Lo
primero que debemos tomar en cuenta es que el régimen está asesorado por
quienes han sobrevivido a 10 administraciones estadounidenses, invasiones,
bloqueos navales (crisis de los misiles incluida), bloqueos económicos y
financieros, planes de austeridad durísimos y amenazas durante 60 años. Los
mayores especialistas en el mundo en torcer la realidad y ganar tiempo. En fin
que más vale el diablo por apellidarse Castro, que por diablo.
Por lo
tanto el bluff no funciona, porque el régimen sencillamente sabe, gracias a los
cubanos, que los portaaviones no llegan vía Twitter. Los cubanos saben
perfectamente que tan solo para someter en Granada a 1,000 hombres descalzos,
necesitaron a más soldados que los que había en la famosa libreta amarilla;
para sacar a Manuel Noriega, con un ejercito mal armado y destruido, fue un
despliegue cercano a los 30,000; por no hablar de los cientos de miles
requeridos en Irak. Y Hugo Chávez, quien se preparó para este escenario, se
encargó de que sus 5,000 misiles portátiles rusos sean más que suficientes para
disuadir una aventura de menor escala.
Por
eso, el régimen no ha tomado mayores precauciones, no ha activado la alerta
general, ni llamado a la movilización nacional, como lo exige el protocolo de
Defensa porque sabe que falta mucho para los preparativos de una invasión y la
usa para sus fines nacionales e internacionales. Así que el régimen venezolano,
por mas que le recuerden diariamente la opción nuclear, está claro que lo que
tiene que enfrentar precisamente son las otras “opciones sobre la mesa”.
Entendidas como evitar un golpe de Estado y más aún, lo único que los puede
sacar, un pronunciamiento militar masivo.
Para
lo primero, basta con controlar tres o cuatro batallones claves de Caracas y
cercanías, fortalecer a sus cuadros paramilitares y enviar a la frontera a
buena parte de la infantería. Con lo que hace prácticamente imposible un golpe
de Estado. Mientras que el peor escenario, es el que estamos viendo, unos pocos
oficiales apareciendo en videos, marchándose en supuesto apoyo a la oposición,
asunto que es la peor demostración de que si hubiera un levantamiento en
puertas, jamás saldrían como lo están haciendo. Por otra parte va a jugar en
estos 90 días con Europa y algunos países americanos, para ganar tiempo, a
sabiendas que mientras esto ocurra, ninguna otra opción será posible y quizás
“gracias al dialogo” permita entrar la ayuda humanitaria.
El
problema que quizás enfrenta la comunidad internacional es el mismo que la
mayoría opositora. No están conscientes del verdadero tamaño de su adversario y
tienden a simplificarlo, a ridiculizarlo y a minimizarlo constantemente. Hablan
de que los cubanos controlan todo, pero en el fondo, no lo creen. Y nunca actúan
en consecuencia, aunque ese adversario haya superado siempre todas las crisis,
e incluso demostrara que está dispuesta a asesinar a cientos para mantenerse.
Pero
en especial, creen que el problema radica en un solo hombre y no en un sistema
creado durante 20 años, copiado a imagen y semejanza no de la Cuba satélite y
revolucionaria, sino de una más peligrosa, la Cuba superviviente post colapso
soviético. La revolución no es socialista, es un gigantesco entramado de
negocios para decenas de miles en lo que el ex presidente de Venezuela, Rómulo
Betancourt, atinadamente definió como: “El Pingüe Negocio del Coronelato”.
¿Es
factible el quiebre? Sin duda, pero hay que jugar más y mejores cartas, porque
el cortoplacismo es el peor de nuestros aliados.
Lo que
percibo es que nadie está preparándose, ni preparando a los venezolanos para el
impacto de lo que viene de no darse en la primera apuesta. Ambos bandos han
escalado y el efecto de las sanciones así como la reacción económica del
régimen —que parece la misma de Saddam Hussein antes de salir de Kuwait—
tendrán un efecto gigantesco en la población venezolana y más aún en la
oposición, urge contrarrestar sus efectos, porque la parálisis económica me
temo que será general y el régimen ha optado por subirle el costo político a
Juan Guaidó, cargándole la cuenta a la oposición de todo lo que va a ocurrir.
Lo
bueno es que vivimos el final de un periodo histórico. La revolución por una
vía u otra llegó a su final, más aún si Venezuela enfrentará en los próximos
meses el colapso total, pero es momento de la calma olímpica, de pensar en
todos los escenarios y de no perder la iniciativa.
De
cómo sortee la oposición este mediano plazo es de lo que dependerá que el
cambio sea irreversible.
Thays
Peñalver
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