Julio César Arreaza B. 07 de abril de 2019
Recuerdo
el día, al término de una reunión del Consejo de Ministros, que se me acercó el
presidente Jaime Lusinchi y me pidió que llamara al poeta amigo Vicente
Gerbasi, a fin de que nos facilitara un ejemplar de su obra inmortal “Mi Padre,
el inmigrante”, la idea era obsequiárle el libro a un presidente que nos
visitaría por esos días. Para mí resultó todo un placer conversar con el gran
poeta. Y allí fue que conocí el célebre comienzo y final del largo poema
“Venimos de la noche y hacia la noche vamos.”
Por
supuesto que categorías universales como el día, la noche, el miedo, las
tinieblas, la justicia, la verdad, la belleza y la libertad forman parte del
mundo fundamental de la escritura poética, la expresión más pura, limpia,
verdadera y corta del lenguaje empleado con precisión.
Lejos
estaba yo de imaginarme que, en tan solo unos 30 años después, Venezuela
estaría sumida por un narcorégimen, en una larga noche para sus ciudadanos al
contraste de una orgía de robos, homicidios, entrega de la soberanía,
francachelas, usurpaciones y ecocidios para favorecer a una claque y
organizaciones criminales de los países que hoy integran el Eje del Mal.
Hoy en
pleno siglo XXI, con el avance de la ciencia y la tecnología, prácticamente la
noche se acabó como límite del día, las actividades del mundo son continuas,
pudiera afirmarse que se extienden las 24 horas del día y los 365 días del año,
gracias a la luz sin interrupciones que acabó con la oscuridad como límite de
la vida.
El
régimen que llegó para permanecer a la fuerza, así lo proclamaba el difunto
desde 1999, que la revolución jamás entregaría el poder y ciertamente le dio un
machetazo al principio democrático de la alternabilidad. El militar se declaró
subversivo inmediatamente y violó la Constitución de 1961 en su primer acto de
juramentación y su segunda decisión fue declarar la patente de la corrupción al
estamento militar, que comenzó a controlar férreamente con el Plan Bolívar
2000.
La
ignominia le dio entrada franca al régimen cubano para que acabara con nuestra
soberanía, al mando del tristemente llamado “charco de sangre.” Quebró la
agricultura con el robo de la expropiación de tierras y empresas como se lo
dijera en su cara la líder, sin dobleces, María Corina Machado. Arruinó los
emporios industriales de la CVG y Petróleos de Venezuela.
Para
resumir la historia harto conocida, retrotrajo la nación casi dos siglos atrás,
y volvimos a conocer la noche, cercada la libertad de nuestro desenvolvimiento,
a causa de la impunidad decretada por el régimen y rematada por el colapso de
la luz y el agua. El régimen pretende apagar a Venezuela. Pero no podrá apagar
la esperanza del noble pueblo venezolano que enfrenta con coraje la violencia
sin límites y solicita la activación constitucional del 187.
¡No
más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!
Julio
César Arreaza B.
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