Por Fernando Pereira
La cantidad de días de clases que
se han perdido durante el presente año han elevado las voces de alarma por
parte de los profesionales de la educación. Sus pertinentes planteamientos se
basan en la imposibilidad de completar el los objetivos de aprendizaje
contemplados en los programas de estudio.
Las familias también expresan
su preocupación por la calidad de la formación de sus hijos y las
consecuencias que ello puede tener. La crisis de la educación es recurrente
en países como los nuestros. Pero, el momento que vivimos en Venezuela es
oportuno para preguntarnos ¿cuál es la escuela que quieren las familias?, ¿en
cuál piensan los educadores? Hay un consenso en que debe cambiar, pero no en
qué y para qué. Muchos piensan que una buena escuela es la que tuvieron cuando
estudiaron, la más exigente, la que mande más tareas, la que no deje tiempo
libre… Pero no se puede educar a los niños como nos educaron hace 20, 30 años o
más.
¿Y los estudiantes qué
piensan? ¿Cuántos de ellos manifiestan deseos de ir a la escuela? Las
recurrentes interrupciones de clases son celebradas por algunos estudiantes
evidenciando no disfrutan su proceso educativo. Otros celebran el regreso a
clases manifestando que tenían ganan de estar con sus compañeros y salir del
aburrimiento de estar en casa con sus padres.
Es evidente que cada vez
son mayores los roces entre una generación de niños y adolescentes
que crecen en un mundo completamente distinto al de décadas atrás.
Educar a los millenialscomo educaron a sus padres o abuelos produce
tensiones, cansancio, desinterés, desmotivación.
El filósofo español Juan
Delval, quien se ha involucrado con el diseño de reformas educativas en
varios países, afirma que el ideal de tener escolarizados a los niños durante
muchos años tendría sentido si la escuela los formara para ser felices,
desarrollarse armoniosamente, convertirse en adultos con conocimientos
necesarios para insertarse socialmente, dispuestos a cooperar con los demás, a
participar de manera activa en la vida colectiva. Capaces de elegir las formas
de gobierno más convenientes para todos y que conduzcan a sus pueblos a un
mundo más justo, más libre, en el que todos vivamos en paz.
¿Cuáles son los objetivos de
la escuela?, se pregunta Delval.
Y responde:
Primer objetivo
Ser felices. Entendiendo por
ello, encontrar un equilibrio entre nuestras expectativas y la realidad.
Segundo objetivo
Promover la autonomía. La
capacidad de actuar por uno mismo, de acuerdo a las propias convicciones, sin
verse aplastado por la autoridad o la tradición. Ser autónomo es estar
gobernado por uno mismo pero sin las pasiones del momento. “Sin autonomía no
hay democracia pues los individuos actúan como borregos”.
El año escolar no está
perdido si sus padres están haciendo todo lo posible para que puedan ser
felices de ver la posibilidad de alcanzar sus expectativas en su país. No está
perdido si desarrollan el pensamiento crítico para tomar las propias decisiones
y oponerse a la imposición y práctica autoritaria. El año escolar no está
perdido si formamos demócratas y no borregos.
Educación para la democracia
Es tiempo de una educación
para la responsabilidad, autonomía, convivencia, paz, ciudadanía y
democracia. Una educación que van con los tiempos y con las prioridades del
país. Sin ciudadanos no podemos tener República como diría nuestro gran maestro
Simón Rodríguez. Si nos esforzamos para formar los ciudadanos que el país requiere
en los momentos que vivimos el año escolar no estará perdido y, mejor aún, el
país tampoco
02-05-19
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