Por Ángel R. Lombardi Boscán
¿Existen los trabajadores
asalariados de la administración pública en Venezuela con todos sus derechos
plenos y conquistas reivindicativas socio-económicas históricas aún vigentes? No.
Desde agosto del año 2018 el régimen abolió todo esto y desde una igualación
desde abajo, pisoteando legalidad y meritocracia, hizo que todos los
trabajadores públicos en el país empezaran a ganar el salario mínimo.
Un salario mínimo que
podemos ubicarlo en promedio en menos de 10$ desde entonces, es decir, el
salario más bajo que hay en el mundo. No sólo se destruyó el valor del trabajo
sino que fue un despido sin necesidad de formalizarlo. Los profesionales de
Venezuela se sintieron estafados y con sus trayectorias de muchos años tirados
a la basura. Nos hicieron invisibles y prescindibles.
Las maestras y maestros,
pilares de una educación inicial trascendente, sienten desde entonces que no
vale la pena trabajar de a gratis. Profesores universitarios, auténticas
eminencias en sus distintas áreas del saber, con vocaciones de más de 20 años
de servicio y alcanzando las más altas titulaciones, hoy son incapaces de
sostener a sus respectivas familias. Empleados públicos a quienes se les robó
toda una vida. ¿Jubilarse? Ya no tiene ningún sentido porque las prestaciones
sociales que te iban a sostener en la vejez también las desaparecieron. Y lo
irónico del asunto es que el Presidente-Obrero es el principal responsable de
éste crimen laboral que pocas veces se ha visto en la historia de los países de
la contemporaneidad.
En las actuales
circunstancias ningún trabajador en Venezuela tiene motivos para celebrar el
Día del Trabajador. Los sindicatos han sido vulnerados, incluso, aquellos que
creyeron de buena fe en los espejismos igualadores y se identificaron con el
régimen. En nuestras universidades abundan estos sindicatos a los que se les
prometió participar en las elecciones de los profesores y demás. Incluso, les
hicieron creer que hasta Rector podía aspirar un simple obrero sin ninguna
preparación para ello.
Todo quedó en un populismo
barato. Y hoy esos sindicatos, burlados mil veces, siguen sin reconocer sus
equivocaciones y se empeñan en cuestionar el proyecto de una universidad libre
boicoteando sus mínimas rutinas de funcionamiento alegando que el patrono
mayor, el régimen, les debe aumentar los salarios y respetar lo “acordado” en
las distintas convenciones colectivas. En realidad, equivocan los reclamos
porque el tema de fondo no son los salarios sino la dinámica de un sistema
político podrido que ha hecho de lo económico todo un sistema opresivo que
implica la completa ruina del trabajador.
Con la actual hiperinflación
no hay salario que pueda garantizarles un mínimo bienestar a los trabajadores
en Venezuela. Y esto lo sabe el régimen y lo utiliza como arma de control
social y político, además, de incentivar la inmigración de los profesionales en
el país.
Para ser un trabajador
calificado hay que estudiar y el estudio el régimen lo depreció por completo. Ningún
joven profesional puede hoy vivir en Venezuela con los actuales salarios.
Comprar casa propia y vehículo propio ya luce no sólo cuesta arriba sino
imposible. Lo elemental: el calzado, el vestido, la comida y las medicinas, sin
hablar del ocio, son inaccesibles para la inmensa mayoría de los asalariados
hoy.
Un ejército de
empleados/desempleados es lo que hoy pulula desde una tristeza que no remite.
Así que éste 1 de Mayo, Día del Trabajador, no hay nada que celebrar. Al
contrario, sólo la protesta permanente es lo único que nos puede salvar de un
destino infortunado, en éste descomunal atentado a la dignidad de los
trabajadores en el país. Recuperar el Estado de Derecho y la Democracia
son los objetivos centrales de ésta lucha de todos los trabajadores
venezolanos.
Director del Centro de
Estudios Históricos de LUZ
02-05-19
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