Luis Manuel Esculpi 01 de mayo de 2019
@lmesculpi
El
debate político ha venido adquiriendo cada vez más las características de un
atrincheramiento de posiciones, no sólo entre los más connotados voceros de la
alternativa democrática y los del madurismo, donde resulta más comprensible por
la incompatibilidad de proyectos conque se identifican unos y otros; es menos
inteligible cuando el mismo comportamiento se manifiesta en los campos que se
suponen afines.
El
chavismo en toda su trayectoria ha demostrado, de acuerdo con su propia naturaleza, ser absolutamente
intransigente con las divergencias que
emergen en su seno, ocuparía mucho espacio el listado de la persecución, el
maltrato, los atropellos y expulsiones de que han sido víctimas los disidentes;
el caso más reciente, en el estado Zulia, donde tres diputados del PSUV al
Consejo Legislativo Regional, tuvieron
la osadía de solicitar la renuncia de
Motta Dominguez antes de ser destituido por Maduro, como ministro de la
industria eléctrica, les fue irrespetada
su condición de parlamentarios y han sido agredidos verbal y físicamente. En el
caso de la disidencia militar la reacción ha sido implacable y retaliativa hasta
más no poder, bastaría mencionar dos casos emblemáticos , los de los generales
Raúl Baduel y Miguel Rodríguez
Torres.
En el
territorio de las fuerzas democráticas la polémica crispa los ánimos en
distintos sentidos, si bien la pluralidad
de su composición, supone la existencia de divergencias y la necesidad
de debatir las diversas opiniones existentes en torno a aspectos tácticos y en
cuanto al rumbo estratégico a seguir,
sin embargo, tal como se viene debatiendo no pareciera crearse un
ambiente favorable para el encuentro de las distintas visiones, por el
contrario el distanciamiento entre ellas tiende a profundizarse hasta el punto
de propiciar desde algunos sectores, afortunadamente no mayoritarios, un nuevo
deslinde.
Coincidimos
con quienes afirman que la unidad es un medio y no un fin en sí misma, pero
subrayamos su sentido estratégico para lograr el cambio político, la
estabilidad y gobernabilidad en una eventual transición; de tal manera que el
problema es más complejo y no debe ser despachado con un apreciación a la
ligera.
En un
extremo se ubican los que proclaman “calle sin retorno” y con una
interpretación absurda del artículo 187 numeral 11 de la Constitución, plantean una intervención militar de tropas
extranjeras, formalmente apoyan la alianza constituida alrededor de Juan Guiadó,
pero no pierden oportunidad para diferenciarse, la diferenciación es empleada
como un instrumento para perfilar su liderazgo. Mantienen posturas inflexibles,
no propician el encuentro con factores distintos y repiten las frases como
conceptos inmutables, desprecian y descalifican a quienes no comparten sus
planteamientos. El sectarismo y la arrogancia signan su comportamiento
político.
En
sentido opuesto hay un sector no monolítico que mayoritariamente se aproxima al
agrupamiento liderado por la directiva de la Asamblea Nacional, aunque algunas
individualidades de las que allí participan intentan disminuir y desconocer el
rol del presidente del Parlamento, son partidarios de negociar la participación
electoral en lo inmediato, sin ser muy
rigurosos en eso de la exigencia de condiciones, invirtiendo lo que denominan
el “mantra” formulado.
Exponen
con mayor fuerza su argumentación y al
igual que el sector extremista, usan a menudo frases lapidarias, posiciones
mineralizadas con poca flexibilidad para contemplar otros criterios, también
tienen en común el de actuar como dueños de la verdad. A veces incurren en el
error que dicen censurar: el de la intolerancia, aunque por el talento de buena
parte de sus integrantes no se puede descartar una revisión y modificación de
esas conductas.
En
anteriores oportunidades me he pronunciado por el afinamiento de los trilogía
estratégica planteada, reconociendo los avances y el papel de la actual
conducción. El debate político en el espacio de las fuerzas alternativas deberá
colocarse a la altura de las circunstancias y encontrar denominadores comunes
para despejar la ruta para el cambio político. Abandonar dogmas e incluso dudar
de nuestras propias certidumbres puede contribuir a potenciar la fuerza para
poder cumplir con los objetivos planteados.
Luis Manuel Esculpi
@lmesculpi
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