Por Marino J. González R.
Los estimados más recientes
de organismos internacionales indican que la prosperidad económica en los
países de América Latina luce comprometida para los próximos años. No es
solamente que el crecimiento pareciera ser menor que lo esperado, también está
en duda la capacidad de diversificación de las economías. De manera especial,
las economías de mayor tamaño (Brasil, Argentina, México), confrontan
significativas restricciones, especialmente en la arena política. Es por
ello que la vinculación entre lo que suceda en los ámbitos político y económico
es un tema de creciente relevancia en la región.
Para el año 2030 América
Latina tendrá un poco más de 700 millones de habitantes. Esto significa que en
la próxima década aumentará la población en alrededor de 100 millones de
personas. La forma de resolver la vinculación entre la política y la economía
marcará la vida de la próxima generación de latinoamericanos.
Esta relación es directa
pero muchas veces no tan evidente. Los países requieren estabilidad política
para que el crecimiento económico y la diversificación se puedan consolidar.
Pero también requieren que las economías progresen para que la estabilidad
política se fortalezca. No son procesos consecutivos, sino paralelos. Se trata
de avanzar en ambos componentes del desarrollo, al mismo tiempo, y con
profundidad.
No es fácil comparar la
estabilidad política. A diferencia de otras dimensiones cuantificables, la
gobernabilidad, en general, tiene mucho de percepción, de las dimensiones que
tienen impacto en la toma de decisiones y en la opinión de los actores
sociales. El Banco Mundial ha realizado el seguimiento de la gobernabilidad
desde 1996. Para ello utiliza diversas fuentes de datos en los países, desde
encuestas de personas y empresas, hasta información proveniente de organismos
especializados, nacionales o internacionales. La metodología de análisis y los
respectivos datos se encuentran disponibles en el sitio web: “Worldwide
Governance Indicators”, con lo cual se pueden realizar comparaciones entre
países o grupos de países.
De acuerdo con esta base de
datos, en 2017 (año de la información más reciente), en doce países de América
Latina (sobre un total de 20), la estabilidad política (incluyendo los riesgos
de violencia y terrorismo) tenía una percepción negativa. A esto habría que
agregar que en el último año (2018) se han complicado las situaciones en
Nicaragua, Brasil, Perú, Venezuela, Haití. El país con la mejor medición de
estabilidad política para ese año era Uruguay. Cuando se compara la evolución
de la estabilidad desde 1996, se puede constatar que las mejoras son muy
discretas. En ese año, 14 países de la región tenían una valoración negativa
con respecto a la estabilidad política.
Para tener una idea más
precisa de las dimensiones de la brecha de estabilidad política que tiene la
región, se puede comparar con los valores de los 19 países de la Zona Euro. En
este caso, en 1996 todos los países tenían valoraciones positivas de la
estabilidad política. En 2017, solo Grecia tenía una valoración negativa. Lo
cual es demostrativo de que la estabilidad política es un resultado de acuerdos
sociales y prácticas de gobierno. En la medida que las sociedades y los
gobiernos asignan prioridad a contar con un marco de relaciones políticas y
electorales basadas en instituciones, así como en el rechazo a la violencia y
el terrorismo, se consolida el impacto en la gobernabilidad.
Que América Latina esté a
punto de comenzar la tercera década del milenio, a pocos años de 2030, en
grandes restricciones para la diversificación económica, ya es una mala
noticia. Pero que también esté confrontando severas limitaciones de la
estabilidad política, empeora las perspectivas.
Las grandes exigencias que
tiene la región para las próximas décadas solo pueden alcanzarse con acuerdos
sostenibles tanto en lo político como en lo económico, so pena de que las
capacidades para generar bienestar para la población actual y la que se
incorporará en los próximos años, se vean también limitadas.
En la medida que la
estabilidad política y la diversificación económica no sean tomadas en cuenta
en los acuerdos de los países, se afectarán significativamente las
posibilidades de alcanzar el desarrollo sostenible en la región. Esperemos que
los liderazgos de las sociedades estén a la altura del desafío.
01-05-19
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