Por Luis Ugalde S.J.
El régimen de Maduro no
tiene futuro y su continuación hunde al país en una catástrofe generalizada.
Eso lo saben el gobierno y los militares. El cambio es inevitable y cada minuto
que se agrega añade muertes y destrucción. Maduro ni quiere ni puede cambiar
esta muerte; debe irse.
Perpetuar el régimen es
suicidio para el gobierno y crimen para el país entero, pero es comprensible la
resistencia mientras sientan que para ellos no hay más alternativa que la
persecución y la cárcel. Urge definir más la transición, acortar sus tiempos y
concretar la negociación de la salida. No se trata de diálogo para ganar tiempo
ni de una negociación táctica de corto plazo para salir de Maduro y del
régimen, sino de reencontrarnos como venezolanos para reconstruir en democracia
con garantías constitucionales para todos. Sin los que son o fueron chavistas
no habrá ni democracia ni reconstrucción.
Elecciones libres,
transparentes y con garantías internacionales para que el pueblo decida
soberanamente. Requerirá cerca de un año constituir un nuevo CNE, actualizar el
Registro electoral, asegurar las condiciones de voto en el extranjero, eliminar
las inhabilitaciones de partidos y de personas, eliminar la constituyente
supraconstitucional, recomponer todos los procesos electorales, etc.
Pero sería un gravísimo
error pensar que los cambios socio-económicos deben esperar al nuevo gobierno
electo. El actual modelo económico es criminal y su hiperinflación vuelve
miserables el trabajo, el salario y la producción e inviable toda empresa.
Necesitamos ya el cambio de modelo y de régimen con apertura económica,
estímulo y garantías a la inversión privada nacional e internacional,
recuperación urgente de la arruinada industria petrolera con fuerte inversión
privada, refinanciamiento de la inmensa deuda externa, préstamo multimillonario
de las multilaterales y masiva ayuda humanitaria.
Nada de esto puede
demorarse. Por eso desde ahora deben avanzar en paralelo la preparación de elecciones
limpias, el restablecimiento de la Constitución hoy violada, el cambio del
funesto y destructivo modelo del “socialismo del siglo XXI” y el fin de la
delincuencia gubernamental.
Maduro ni quiere ni puede
hacer esto.
Es de necesidad absoluta un
gobierno de transición que desde ahora inicie el trabajo para unas elecciones
libres y justas y al mismo tiempo aborde la terrible postguerra que solo tendrá
éxito con una gran movilización interna y solidaridad externa, centradas en la
reconstrucción y no en la revancha ni en la venganza. Lo menos doloroso, lógico
y justo sería la renuncia de Maduro, que obviamente no es de su gusto y debe
ser presionada interna y externamente.
Hay que acelerar y avanzar
simultáneamente en cuatro aspectos distintos, aunque complementarios:
1- Presión internacional con
sanciones crecientes y salidas, movilización nacional, con mayor organización
hasta un paro nacional en el momento oportuno.
2- Negociación. Al mismo
tiempo se tiene que organizar de manera muy discreta y con garantía
internacional para las partes una negociación sobre la base de la salida pronta
de Maduro. Para avanzar en la negociación es necesario acelerar el programa
básico de la transición y el perfil del equipo inclusivo que la va a dirigir.
3- En tercer lugar, tiene
que acelerarse la ayuda humanitaria apolítica (ONGs, Cruz Roja, Caritas,
Iglesias, UNICEF, ONU, etc.) para atender emergencias que ya son masivas. Hay
que hacerlo con movilización del voluntariado interno con una acción sin
fronteras políticas, de tal manera que en torno a actividades urgentes se vayan
desarrollando plataformas de encuentro suprapartidistas en las cuales se vaya
experimentado que es posible y gratificante una Venezuela plural y reconciliada
donde los diversos trabajen juntos.
4- En cuarto lugar, es clave
la negociación más concreta con militares para garantizar su aporte
constitucional a la democracia y su presencia y responsabilidad constructiva en
la transición, con exclusión del control militar-policial cubano sobre
Venezuela.
La legítima Asamblea
Nacional y su Presidente Guaidó, encargado de la Presidencia son responsables
de la transición, como lo exigen los artículos 233, 350 y 333 de la
Constitución. Entre sus muchas cualidades Guaidó ha logrado ser aclamado de
manera suprapartidista, aunque él sea de un partido. Esto debe mantenerse y
desarrollarse por encima de todo, tanto en la presión para el cese de la
usurpación, como para la negociación, la ayuda humanitaria y el diseño de al
menos la próxima década.
Internacionalmente hay
países con papel decisivo en la presión y negociación con amenazas (como sería
USA) y otros en la negociación sin amenazas propias (como pudieran ser Noruega
y otros), e instituciones de ayuda humanitaria suprapartidista. Negociación,
presión de calle y presión internacional no son opuestos sino complementarios y
se necesitan, aunque requieren talantes y modos distintos.
Lo anterior acelerado y
concretado haría innecesaria la intervención militar externa y el enfrentamiento
armado interno. La manera de que desaparezca la amenaza armada es que
efectivamente funcionen las presiones, la negociación y el gobierno de
transición con fuertes cambios socio-económicos y acelerada preparación para
unas elecciones libres y justas. Urge hacer efectivas las diversas plataformas
humanitarias suprapartidistas con decidido apoyo de instituciones nacionales e
internacionales de esta naturaleza.
Es muy importante que nadie
pretenda manipular, ni partidizar, ni impedir la naturaleza específica de cada
uno de estos componentes de una misma estrategia: Presión, negociación, acción
humanitaria suprapartidista y negociación específica con la Fuerza Armada.
14-05-19
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