PIERO TREPICCIONE 10 de junio de 2019
¿Y
dónde está la esperanza? Me preguntaba el reconocido sociólogo y defensor de
derechos humanos Nelson Freitez Amaro, en la sesión de preguntas de un
conversatorio sobre la coyuntura política actual del país realizado en el Centro Gumilla en días
pasados. Sin duda alguna, es una pregunta que se formulan millones de
venezolanos todos los días desde que se levantan para enfrentarse a las enormes
dificultades que les impactan.
Difícil
respuesta –pensé en un primer momento- porque los procesos políticos y sociales
se han caracterizado a través de la historia por romper cualquier intento de
encasillamiento analítico que trate de enmarcarlos científicamente. Existen
modelos y escenarios que pueden proyectar posibilidades desde las perspectivas
de las ciencias sociales, pero la realidad es tan dinámica y escurridiza –y más
aún cuando se trata de fenómenos asociados al poder- que difícilmente se mueve
en una hipotética dirección. Y el caso
venezolano es particularmente complejo por la multidimensionalidad de variables
involucradas interna y externamente.
Por
lo tanto, responder a esa pregunta me llevó a la utilización referencial de una
vieja, pero no por ello útil, fórmula desarrollada por Carlos Matus décadas
atrás. Cuando la mayoría social se convierte en mayoría política se crea la
fuerza transformadora de un vector de cambio indetenible. Al generarse un
mínimo canal por donde se pueda expresar ese alineamiento, el cauce social
acumulado desborda cualquier barrera institucional o humana que impida su
concreción histórica. Ejemplos de ello tenemos muchos especialmente en
Venezuela.
En
más de veinte años de polarización nos hemos encontrado con eventos clave que
han diluido o exaltado la esperanza popular. Pleamar y bajamar han sido característicos en el
proceso político nacional. Momentos donde se desborda la emoción y la esperanza
retumba en millones de corazones venezolanos y momentos donde se apaga y se
diluye la esperanza. Pero sigue allí, intacta, en el pensamiento individual y
en el imaginario colectivo de una sociedad que padece muchas penurias en su
cotidianidad desde hace ya más de cinco años. En la lucha que cada día se
realiza para soportar las deficiencias y limitaciones en los servicios
públicos. En la apuesta que cada madre y padre responsables hacen para llevar a
sus hijos a las escuelas, a las universidades, al trabajo.
En
el ejercicio de la solidaridad frente a la precariedad de la vida. Al esfuerzo
que día a día millones de venezolanos ya, hacen en diferentes países del orbe
para ayudar a sus familiares con al menos unas pocas remesas que permitan
sobrellevar la existencia. Cuando una maestra de Fe y Alegría me relata con un
entusiasmo apasionante como – a pesar de las limitaciones salariales- atiende a
sus muchachos y sigue transmitiendo motivación. También cuando revisamos el
alma profunda popular, nos encontramos con múltiples redes. Unas que defienden
los derechos humanos, otras que dan la mano para atender a las personas en
estado más crítico. Algunas que luchan para
mantener abiertas las escuelas, los liceos, las universidades.
Esperanza
en cada rostro
En
fin, la esperanza está allí Nelson. En algunos momentos dispersa por las
confrontaciones estériles y los infantilismos políticos que impiden que el
cauce para garantizar el vector transformador se exprese abierta y
rotundamente. Pero en otros momentos, se aglutina y se enfurece. Se expresa y
se posiciona. Pero está allí, firme y concentrada en cada rostro popular. En
cada deseo de superar el presente que nos une en un hilo invisible pero no por
ello, inmensamente sólido.
La
esperanza para superar la realidad actual del país está intacta y sigue
creciendo. Solo está esperando que la fórmula matusiana se concrete una vez
más. La amplia y más que legítima mayoría social expresada en el descontento
con la realidad que nos circunda, necesita una direccionalidad política que le
abra cauce para transformar y cambiar lo que haya que cambiar. Cuando el
liderazgo piense en el país y no en sus intereses de grupo, la fórmula se
expresa. Las condiciones objetivas están allí diseminadas. Solo hay que
comprenderlas y actuar. Este es el momento.
PIERO
TREPICCIONE
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