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martes, 11 de junio de 2019

¿Dónde está la esperanza?, por @polis360




PIERO TREPICCIONE 10 de junio de 2019

¿Y dónde está la esperanza? Me preguntaba el reconocido sociólogo y defensor de derechos humanos Nelson Freitez Amaro, en la sesión de preguntas de un conversatorio sobre la coyuntura política actual del país  realizado en el Centro Gumilla en días pasados. Sin duda alguna, es una pregunta que se formulan millones de venezolanos todos los días desde que se levantan para enfrentarse a las enormes dificultades que les impactan.

Difícil respuesta –pensé en un primer momento- porque los procesos políticos y sociales se han caracterizado a través de la historia por romper cualquier intento de encasillamiento analítico que trate de enmarcarlos científicamente. Existen modelos y escenarios que pueden proyectar posibilidades desde las perspectivas de las ciencias sociales, pero la realidad es tan dinámica y escurridiza –y más aún cuando se trata de fenómenos asociados al poder- que difícilmente se mueve en una hipotética dirección. Y  el caso venezolano es particularmente complejo por la multidimensionalidad de variables involucradas interna y externamente.

Por lo tanto, responder a esa pregunta me llevó a la utilización referencial de una vieja, pero no por ello útil, fórmula desarrollada por Carlos Matus décadas atrás. Cuando la mayoría social se convierte en mayoría política se crea la fuerza transformadora de un vector de cambio indetenible. Al generarse un mínimo canal por donde se pueda expresar ese alineamiento, el cauce social acumulado desborda cualquier barrera institucional o humana que impida su concreción histórica. Ejemplos de ello tenemos muchos especialmente en Venezuela.

En más de veinte años de polarización nos hemos encontrado con eventos clave que han diluido o exaltado la esperanza popular. Pleamar y  bajamar han sido característicos en el proceso político nacional. Momentos donde se desborda la emoción y la esperanza retumba en millones de corazones venezolanos y momentos donde se apaga y se diluye la esperanza. Pero sigue allí, intacta, en el pensamiento individual y en el imaginario colectivo de una sociedad que padece muchas penurias en su cotidianidad desde hace ya más de cinco años. En la lucha que cada día se realiza para soportar las deficiencias y limitaciones en los servicios públicos. En la apuesta que cada madre y padre responsables hacen para llevar a sus hijos a las escuelas, a las universidades, al trabajo.

En el ejercicio de la solidaridad frente a la precariedad de la vida. Al esfuerzo que día a día millones de venezolanos ya, hacen en diferentes países del orbe para ayudar a sus familiares con al menos unas pocas remesas que permitan sobrellevar la existencia. Cuando una maestra de Fe y Alegría me relata con un entusiasmo apasionante como – a pesar de las limitaciones salariales- atiende a sus muchachos y sigue transmitiendo motivación. También cuando revisamos el alma profunda popular, nos encontramos con múltiples redes. Unas que defienden los derechos humanos, otras  que  dan la mano para atender a las personas en estado más crítico.  Algunas que luchan para mantener abiertas las escuelas, los liceos, las universidades.

Esperanza en cada rostro

En fin, la esperanza está allí Nelson. En algunos momentos dispersa por las confrontaciones estériles y los infantilismos políticos que impiden que el cauce para garantizar el vector transformador se exprese abierta y rotundamente. Pero en otros momentos, se aglutina y se enfurece. Se expresa y se posiciona. Pero está allí, firme y concentrada en cada rostro popular. En cada deseo de superar el presente que nos une en un hilo invisible pero no por ello, inmensamente sólido.

La esperanza para superar la realidad actual del país está intacta y sigue creciendo. Solo está esperando que la fórmula matusiana se concrete una vez más. La amplia y más que legítima mayoría social expresada en el descontento con la realidad que nos circunda, necesita una direccionalidad política que le abra cauce para transformar y cambiar lo que haya que cambiar. Cuando el liderazgo piense en el país y no en sus intereses de grupo, la fórmula se expresa. Las condiciones objetivas están allí diseminadas. Solo hay que comprenderlas y actuar. Este es el momento.

PIERO TREPICCIONE


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