Laureano Márquez 04 de junio de 2019
Hace
unos días tuvimos el honor, Edo Sanabria y un servidor de Internet, de hacer la
presentación de la primera novela de Moisés Naím, cuyo título encabeza este
escrito.
Moisés
Naím es un exponente global de la “intelligentsia” venezolana. Sus libros son
exitosísimos en diversos idiomas y está considerado entre los intelectuales más
influyentes del mundo. Escribe en El País de España (aunque muchos no están de
acuerdo en que España es un país) y en otros medios de importancia mundial,
estuvo al frente de la revista “Foreign Policy” (policía del extranjero), es un
“think tank” reconocido en Washington (como los tanques de agua que tenemos en
los apartamentos en Caracas, pero en su caso de pensamiento), recibió el premio
Ortega y Gasset (Gasset y no CD porque ya él usa “Spotify”).
Lo
anterior es solo parte de su haber intelectual. Por ello, cuando nos llamó a
Edo y a mí para proponernos que presentáramos conjuntamente su libro con
nuestra “Historieta de Venezuela”, nos dio como cosita con él. “Este está
tratando de apoyarse en nuestro prestigio para conseguir más éxito” –nos
dijimos–. Estuvimos a punto de decirle que no, pero al final a Edo y a quien
suscribe nos conmovió su gesto y decidimos aceptar. Hay que apoyar a todos los
paisanos para que surjan por el mundo y nosotros -la verdad sea dicha- pensamos
que él tiene cierto talento y que merece nuestro apoyo.
Entrando
en el libro: la primera novela de Naím tiene como telón de fondo lo que
podríamos llamar, parafraseando lo que se ha usado para otros caudillos, el
“auge y caída” de Hugo Chávez, aunque en este caso más que caída fue
fallecimiento (perdón por el “spoiler”). En ese período de tiempo, una pareja
de espías, de la CIA, ella (Chávez tenía razón) y de la inteligencia cubana, él
(Guaidó tiene razón), desarrollan sus actividades en Caracas. El argumento
tiene intriga, acción, persecuciones (con economía de carros destrozados porque
eso es de serie gringa, no de novela latinoamericana de un país en crisis),
romance y -aunque Naím se nos presente con esa carita de santo florentino-
sexo, ¡mucho sexooo! Bueno en realidad el sexo no es tanto, pero como Naím
necesita con urgencia vender este libro, exageramos un poquito lo del sexo,
porque sabemos que vende.
La
literatura, a diferencia de otro género de escritura, como el ensayo académico
(en el que se ha destacado Moisés Naím), tiene a su favor el recurso de la
ficción. Moisés Naím lo aprovechó al máximo para decir cosas que fuera de la
literatura requerirían del rigor de la prueba. Pero la historia reciente de
Venezuela tiene tal escala de surrealismo que a veces el lector se pierde en la
novela: hay cosas que uno duda de si sucedieron en verdad, si son obra de la
envenenada y maliciosa mente del escritor o de la envenenada y maliciosa mente
del político que le sirve de protagonista.
“Dos
espías en Caracas” es una síntesis, muy apegada a los hechos, de la tragedia
que nuestro país enfrentó como consecuencia de la desmedida ambición de poder
de Hugo Chávez, de su autoritarismo personalista y de la entrega que hizo del
país a los designios de un líder extranjero cuyo nombre no voy a rebelar,
mulato (recuérdese que Naím fue agente de la “Foreign Police” y tiene datos,
expedientes e informes). Uno siente que el autor realiza un trabajo de
arqueología literaria completando en la ficción literaria algunas secuencias de
la difícil realidad política venezolana bajo del régimen chavista que aún dejan
muchas incógnitas y explicaciones pendientes para los venezolanos, gracias al
severo proceso de desinformación al que fuimos y somos sometidos, del cual,
dicho sea de paso, también se da cuenta en sus páginas.
Hablando
como lector, la novela me ayudó a revivir hechos y circunstancias cuya gravedad
había olvidado con la aparición de nuevas razones para el dolor y la angustia.
Este
régimen realmente es mucho peor de lo que a veces alcanzamos a recordar, por
tal razón este inventario de los males que en Venezuela produjo la antipolítica
no nos viene mal a ninguno, a fin de repasar la lección que debemos aprender
Al
lector de latitudes distintas a la nuestra, Naím le facilita la comprensión de
algo que los venezolanos no podemos explicar completamente, todo ello en medio
de un tejido de interesante ficción, de inesperados sucesos, con personajes tan
reales que parecen imaginarios y tan bien imaginados que parecen reales.
Hace
poco, en uno de sus escritos semanales, decía Vargas Llosa que Venezuela tenía
que producir la literatura que analice, que dé cuenta de los sucesos de los
últimos tiempos, parece que hasta que la literatura las plasma las cosas no son
del todo. Ya ha comenzado a suceder y la novela de Naím es muestra de ello. Una
novela de la que todos somos, sin duda, angustiados personajes atrapados en una
trágica trama en la que ya solo anhelamos una palabra: “fin”.
Laureano
Márquez
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